Confidencias de Jesús a un Sacerdote
Monseñor Ottavio Michelini

2 de diciembre de 1975

EL PROGRESO MODERNO ES PAGANISMO

 

Hijo mío, escribe:

El progreso moderno es arma mortífera con la que Satanás aleja almas y almas de las fuentes de agua viva, para llevarlas a un desierto y luego abandonarlas para que mueran de sed.

Quien debía poner en guardia a las almas de los bautizados de este grave peligro, se ha dejado deslumbrar también.

Sin oponer resistencia ni advertir a la grey del gravísimo peligro hacia el que iban al encuentro, ha seguido al Enemigo, que así ha podido alejar de la luz de la fe grey y pastores.

Demostrarte cuán cierto es esto, me parece superfluo; ¿quién no ve hoy profanada y desencuadernada la familia?

¿Quién no ve hoy la escuela, de santuario transformada en una fosa infernal, donde con el pretexto del progreso y de la evolución de los tiempos, los niños son iniciados oficialmente en el pecado?

¿Quién no ve cómo el cine y la televisión se han convertido en cátedras con millones y millones de alumnos que absorben ávidamente lecciones de violencia, crimen, adulterio?

Son cátedras en las que el veneno del ateísmo es inculcado a todas horas del día y de la noche con noticieros embusteros, con películas exaltando el divorcio y el aborto; con canciones insinuando el amor libre, la sensualidad. La inmodestia es exaltada y glorificada a través del nudismo, la inmoralidad de las costumbres. La difusión de errores de todo género es cotidianamente acogida como una conquista de libertad.

 

En nombre de la libertad

 

En nombre de la libertad se mata, en nombre de la libertad se corrompe, en nombre de la libertad se llevan a cabo las más perversas empresas.

No te hablo de lo que sucede en villas, en casas particulares, en lugares públicos; toda aberración, toda perversión e iniquidad es consumada. Aquí Satanás desfoga todo su odio contra la naturaleza humana, degradándola, destruyendo en ella todo pudor y sentido de dignidad, pisoteándola, humillándola en todas las formas consentidas por su astucia degradada.

¿Qué decir de la prensa, otra jactancia del progreso?

También ella es un medio de comunicación domesticado al servicio del mal.

La prensa buena tiene una acogida muy fría y mucho menos amplia que la prensa mala. Mira los diarios: están pasando en buena parte al servicio del ateísmo. Este seudo-progreso, (progreso material pero impresionante retroceso moral y espiritual) ha sido aceptado sin reacción, sin embargo es evidente en él la presencia soberbia del Maligno, que ha hecho de ello un arma para matar a Dios en las almas.

No sólo no se ha reaccionado, sino que no pocos lo han exaltado y muchos hombres que debían, unidos, poner un dique a esta invasión satánica la han seguido.

He aquí entonces que mis ejemplos y mis enseñanzas están en perfecto contraste con los principios y costumbres de esta civilización del pecado.

De aquí el celo desenfrenado, por conciliar lo irreconciliable, de muchos ministros y pastores míos que, quieren cambiar y reformar todo. He aquí la lluvia de innovaciones que, según ellos, deberían hacer posible servir a dos amos a la vez. Quisieran fundir juntos luz y tinieblas, volver lícito lo ilícito, aumentando los escándalos, heridas y divisiones en mi Iglesia.

Estos innovadores han olvidado lo verdaderamente importante: renovarse a sí mismos. Ellos, una vez renovados habrían podido proceder, con sabiduría, a una sensata actualización, a una útil reforma.

 

Para salvar a las almas

 

Los que hoy se aferran a mi misericordia, tendrían razón, si no olvidaran cosas de capital importancia:

— Vale el alma más que el cuerpo, ¿sí o no?.

— Si es sí, ¿sería misericordia, dejar que se perdieran las almas, por salvar los cuerpos?

Yo no soy el Dios de la venganza, sino que soy el Amor infinito y eterno, es decir desde la eternidad Yo os amo infinitamente a vosotros.

Yo no quiero la ruina de los hombres sino que, porque soy Amor, quiero su salvación, la salvación eterna. Vosotros me habéis abandonado, me habéis pospuesto a vuestra civilización pagana que habéis aceptado y con la que habéis pactado, rebajándoos a los más indignos compromisos.

Ahora comenzáis a vislumbrar confusamente el abismo que hay bajo vuestros pies y apeláis a mi misericordia. Será precisamente mi misericordia la que impedirá a la almas continuar perdiéndose, sometiendo la cercana hora de la justicia a la misericordia, por lo que mi Iglesia, nacida a vida nueva llevará a cabo los fines para los que Yo la he querido.

Estás cansado y no te sientes bien hijo mío; por esta noche basta. Te bendigo. Ámame.

 

 

3 de diciembre de 1975

SE HAN PASADO AL ENEMIGO

 

Escribe, hijo mío:

Yo, Jesús, Verbo de Dios hecho Carne, veo hoy a mi Iglesia en un modo muy diverso a aquel en el que Yo la he estructurado al principio.

¿Qué ha quedado de la estructura verdadera, genuina? Casi no la reconozco ya...

¿Son los Obispos de hoy los Apóstoles de ayer? ¿Están guiados por el mismo celo desinteresado de los primeros tiempos? ¿Es el mismo espíritu de humildad y de pobreza el que los guía? ¿Los sacerdotes de hoy son semejantes a los discípulos de ayer? No, hijo mío.

No quiero decir que también al inicio no hayan faltado los débiles y los desertores, pero el espíritu de los buenos era el espíritu de Dios. La fe que los animaba, la esperanza que los sostenía era de Dios, la caridad que los unía era caridad verdadera, tanto que los paganos observando el espíritu que los animaba decían: "mirad cómo se aman" y eran atraídos hacia ellos.

Hoy, hijo mío, las cosas son bien diversas. Siempre hecha la excepción de los pocos verdaderamente buenos y santos, ni siquiera los Obispos aman con la verdadera caridad de Cristo a sus sacerdotes, untuosos exteriormente, pero interiormente fríos, como el metal.

Luego entre los sacerdotes, el amor fraterno está hecho a menudo de palabras vacías; impera la malevolencia más que la fraternidad.

Siempre dispuestos a aliarse con cualquiera con tal de atacar a un hermano, siempre dispuestos a transformarse era abogados defensores de Dios contra otro Sacerdote. No hablemos luego de las envidias, celos y resentimiento que hierven a continuación en la olla del Demonio, con maledicencia y hasta con calumnias con las que Satanás riega la Iglesia de nuestros días.

Te recuerdo también las lesiones inferidas a mi Cuerpo Místico por los pecados contra el sexto y noveno Mandamiento.

Los sacrilegios son incontables, y se consuman con una indiferencia que tal vez ni Judas conoció. En un reciente mensaje aludía al pus que se ha acumulado en el interior de mi Cuerpo Místico.

Oh, si se pudiera sajar Mi Cuerpo Místico como se corta el cuerpo físico, el pus saldría fuera con gran violencia.

No puedo permitir, hijo, que las almas continúen precipitándose en el Infierno.

¡No puedo estar pasivo mientras es inútil para muchísimas almas mi Sufrimiento infinito, inútil Mi Sangre, inútil mi misma muerte!

La Misericordia infinita reclama la hora de la Justicia contra la injusticia perpetrada por Satanás, homicida y ladrón, con la libre alianza y colaboración de personas que voluntariamente obran para la perdición de las almas que desde la eternidad Yo amo.

 

Tremenda responsabilidad

 

Hijo mío, si Yo te hiciera ver la tremenda responsabilidad de los Consagrados en esta obra de ruina, de tormento y de laceración de las almas en combinación con las fuerzas del Infierno, tú no podrías sobrevivir ni un instante...

Quiero que se sepa por todos que, persistiendo el mal moral y espiritual en mi Iglesia, la hora de la purificación no podrá ser prorrogada ni siquiera por las súplicas de mi Madre y por los sufrimientos de las almas víctimas, aun siendo tan eficaces.

La salvación de las almas es cosa de tal manera grande que a ella ninguna otra cosa debe ser antepuesta. Dios ve lo que vosotros no podéis ver.

La misericordia de Dios, la paciencia de Dios, la longanimidad de Dios son mucho más grandes que toda vuestra imaginación, pero no pueden tolerar más allá el estrago de almas perpetrado día y noche por el pecado

Hijo mío, ¿hasta cuándo los hombres, tan lentos para comprender, se darán cuenta de la futilidad de todas las cosas en las que malgastan tiempo y energías?

Aquí no hablo de los alejados, sino de los que incluso se dicen mis seguidores pero en su gran mayoría colocan Dios y el alma en el último lugar. Por Dios y por su alma jamás harían los sacrificios que hacen diariamente por los caprichos de su cuerpo del que se han hecho un ídolo. Piensa tú de los otros qué puedo esperar...

Pero lo que me causa más dolor es que mis centinelas, es decir mis consagrados, en buen número se han pasado al Enemigo.

Vosotros, os lo repito, afortunadamente no veis lo que Yo veo.

Veo todo, también los pensamientos más escondidos. Vosotros nunca podréis comprender la infinita tristeza de mi Corazón misericordioso y la tristeza del Corazón Inmaculado de mi Madre.

Se continúa transitando los senderos tortuosos de la hipocresía, y no se quiere por los más, acometer la vía maestra de la Cruz y de la oración.

Por ahora basta. Te bendigo; ofréceme tus sufrimientos. Ahora son grandes, pero sólo ofreciéndolos con amor, es como das alegría a Mi Corazón.

                                                                             

3 de diciembre de 1975

SED PERSEVERANTES

 

Pido la bendición particular sobre los Reverendos Párrocos y Sacerdotes y para los adheridos de la Pía Unión que mañana, 4 de diciembre de 1975, primer jueves de mes, inician la adoración a Jesús, como Él mismo ha deseado ardientemente.[1]

 

Escribe:

“Hijos, mis delicias, mi alegría es estar con vosotros.

Desde la Eternidad os he amado; desde siempre sois el objeto de mi Amor. Por esto os he querido aquí, os quiero aquí ahora y también en el futuro. Soy olvidado por muchos, por muchos soy ofendido, insultado, traicionado, traspasado...

Mi amor no encuentra correspondencia adecuada y Yo, Dios, la busco en vosotros que habéis respondido sí a mi invitación.

Si también vosotros me amáis como Yo os amo, se establecerán nuevas relaciones de amistad entre Mi y vosotros.

Mi amistad, que Yo os ofrezco, Yo Dios, vuestro Creador y vuestro Señor, vuestro Todo, Alfa y Omega, es lo más precioso y grande que os puedo dar.

Vosotros vendréis aquí, todos juntos, al menos una vez al mes para estar como se está entre amigos, vendréis aquí para rezar y reparar por aquellos que rechazan y repudian mi amistad.

Sed perseverantes; guardaos de las astucias del Enemigo que hará todo por obstaculizaros en vuestros propósitos de bien.

Venid con el corazón abierto y Yo lo llenaré de mis gracias y de mis dones.

Hijos, será hermoso el encontraros aquí con vuestro Jesús.

 

6 de diciembre de 1975

DA MIHI VIRTUTEM CONTRA HOSTES TUOS[2]

 

Hijo mío, estas son palabras que todo fiel mío, todo sacerdote mío no sólo debe pronunciar con los labios sino que debe pronunciarlas con el corazón y con la mente, en humildad de espíritu y simplicidad de fe.

No por nada estas palabras han sido puestas en los labios de los cristianos y en particular de mis sacerdotes. Además de ser una oración, son una advertencia de extraordinaria importancia, son una indicación de la misión específica del cristianismo como soldado de Cristo, en la incansable lucha contra las fuerzas tenebrosas del infierno, enemigas de Dios y de la salvación de las almas.

 

Amigos de Satanás

 

He hablado en anteriores mensajes de las múltiples contradicciones en mi Iglesia. He aquí una estridente: se reza, se pide fuerza, potencia contra un Enemigo en el que no se cree en absoluto, o poquísimo y al que luego se rechaza combatir en el modo más conforme.

Es como si soldados y oficiales pidieran las armas y obtenidas se negasen a usarlas. ¿No es ésta, hijo mío, una inexplicable e injustificable contradicción? Pero la contradicción asume aspectos todavía más absurdos ya que no sólo no se combate al más peligroso enemigo, sino que muy a menudo se le coadyuva, se le da ánimos en su acción devastadora en las almas. ¡Cuántos sacerdotes herejes, soberbios y rebeldes, cuántos cristianos infieles y blasfemos, amigos de Satanás más que de Dios!...

Yo he venido al mundo precisamente para recobrar, de las manos de Satanás y de sus legiones, lo que con el engaño y la mentira me habían sustraído. He combatido y vencido mi batalla con la humillación de la Encarnación, con la oración perseverante y con el infinito sufrimiento de mi Inmolación, las armas seguras para una infalible victoria sobre los enemigos de Dios y de las almas.

¿No he dicho claramente: “Quien quiera venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame?”, en otras palabras ¿no he dicho claramente: “Quien quiera ser mi seguidor, haga lo que Yo he hecho primero?”

Ahora, hijo, te dejo a ti el juzgar si cristianos, sacerdotes y pastores hacen lo que Yo he hecho. No, hijo mío, son pocos, poquísimos hoy los dispuestos a seguirme en el camino del Calvario, llevando su corona de espinas.

Observa el enorme contraste entre mi vida y su vida, entre mi camino y su camino, entre mis obras y sus obras. Hasta se marcha en dirección opuesta.

Situación verdaderamente trágica y dramática, que no puede desembocar sino en la obra de la purificación. Increíble es la ceguera de los hombres y la dureza de sus corazones, inadmisible la conducta de mis cristianos, provocativo el tenor de vida de algunos de mis sacerdotes. No temen a Dios, no temen su justicia, perecerán y serán dispersados como polvo al viento. No Yo, sino su obstinación los perderá.

"Da mihi virtutem contra hostes tuos", a flor de labios, mientras en la realidad cotidiana de su vida favorecen, de hecho, los planes de devastación de las almas.

Se guardan bien estos sacerdotes míos de valerse del exorcismo, usando el poder a ellos conferido aún antes del Orden sagrado, sea porque no creen en ello, sea porque intuyen la inutilidad por el contraste de su vida con la del sacerdote fiel que hace del exorcismo un arma valiosísima para contener, limitar, neutralizar la jactanciosa arrogancia del Enemigo.

 

Oscuridad sobre el mundo

 

¡Oh, sí! Generación perversa e incrédula que todo problema lo reduce a un problema de bienestar material, desconociendo de hecho los valores espirituales de la vida humana, rebajando y anulando la dignidad del hombre, nivelándolo al rango de un animal cualquiera...

Hijo mío, qué oscuridad profunda se ha hecho en el mundo; ¡los hombres embrutecidos, mis ministros escarnio de los hombres y hazmerreír de las potencias del mal!

Lo que más entristece a mi Corazón misericordioso y al Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra, es que el amor sea repudiado, que la luz sea rechazada, que Dios sea combatido y se haga de todo para obstaculizar su plan de salvación.

Son mentiras en la boca de muchos las palabras: "Da mihi virtutem contra hostes tuos". Sí, es mentira que permite ver el abismo en el que se han precipitado, dejando caer en el vacío todas las llamadas (¡y han sido tantas!) para evitar a la humanidad la más tremenda desgracia de la historia. Pero los Enemigos no prevalecerán.

Mi Misericordia, jamás separada de mi Justicia, triunfará. Triunfará también mi Madre y vuestra, que hará huir las tinieblas que han descendido en el mundo, para devolver a la humanidad bien y justicia.

Bella será mi Iglesia purificada, regenerada a nueva vida. Tomará el lugar que le compete en el mundo, y que naciones y pueblos le reconocerán, de Maestra y de Guía de toda la gran familia de los hijos de Dios.

Te bendigo, te pido tu sufrimiento y tu amor.

 

7 de diciembre de 1975

ROSA MÍSTICA DEL CIELO

 

“Escribe hijo mío:

Hoy, 7 de diciembre, vigilia de la fiesta de la Inmaculada Concepción de mi Madre y vuestra Madre, fiesta grande en el Cielo y fiesta en la tierra, te quiero hablar de Ella, mística Rosa del cielo y de la tierra.

Te quiero hablar de Ella, la más bella flor de toda la creación, obra maestra de mi Sabiduría, de mi Potencia, de mi Amor.

Ya te he referido de esta flor, de su naturaleza, de su belleza única; no existe ni existirá otra en el tiempo ni en la eternidad.

Está hecha de candor inmaculado, está hecha de esplendor inigualable, está hecha de amor. Y por Mí, Dios Uno y Trino.

Yo soy el Lirio de los valles; ella ha raptado mi luz; Yo soy el Amor, ella ha raptado mi amor. María es candor, luz y amor, rosa mística.

En el centro de esta rosa mística está el amor. Como brasero ardiente irradia calor que se expande en el cielo y en la tierra, todo y a todos envuelve y compenetra de sí.

Ella es el gozo del Padre, su hija predilecta y más querida.

Ella es la Madre generosa que me da a Mí, Verbo, su humanidad, Ella es la esposa amada del Espíritu Santo que infunde en ella la abundancia infinita de sus dones.

Ella es la Rosa mística del Paraíso, de la tierra y del universo entero.

 

Está hecha de amor

 

Pero la rosa no tiene sólo la corola, la rosa tiene también su tallo, tiene sus hojitas que la adornan y completan su belleza, la rosa tiene sus colores estupendos.

La Rosa mística tiene en su centro los colores de las virtudes sobrenaturales, de la fe, de la esperanza y del amor; estos colores hacen gradación en matices hasta el amarillo oro de los bordes para significar que Ella no es sólo la mística rosa del Paraíso, sino también de la Iglesia sobre la tierra.

Las hojitas que la adornan son el símbolo de las virtudes cardinales y de las otras virtudes; el tallo robusto con agudas espinas simboliza la defensa contra cualquier tentativa de vejación por parte de sus Enemigos visibles e invisibles.

La Rosa mística tiene su perfume que envuelve a todas las almas que en Ella confían y que a Ella se abandonan.

El perfume, también él amigo, es protección segura contra los asaltos de las potencias del mal.

Mística Rosa, la flor más bella del cielo y de la tierra, nadie jamás te podrá desfigurar. Rosa mística, eres objeto de contante, inmutable amor de parte de Dios, y de la veneración de los Angeles y los Santos.

 

8 de diciembre de 1975

 

TODAVÍA HOY NO CREEN

 

Hijo mío, escribe:

Yo, Jesús, Unigénito Hijo de Dios, uno con el Padre y con el Espíritu Santo, en los tres años de mi vida pública muchas veces, con claridad y precisión, he manifestado a mis Apóstoles y Discípulos que era necesario que el grano de trigo fuese arrojado en tierra para pudrirse y poder dar frutos abundantes.

Pero ni los discípulos ni los Apóstoles quisieron comprender, a pesar de que mis palabras no se prestaban a equívocos. Nunca se convencieron de la razón de mi muerte ni de mi tremenda pasión; a pesar de las veces que les hablé de esto, sin velos.

Estaba realizando mi designio de amor por la salvación de los hombres (designio iniciado en la humillación y pobreza, en la obediencia y sufrimiento, en la oración continua) y ellos no entendieron porque no querían aceptar la hora tremenda de las tinieblas.

Era Yo el que preparaba el germinar de mi Iglesia en la persecución por parte de los grandes del pueblo, pero no conseguí la comprensión de mis predilectos. Era el Hombre-Dios y hacía milagros, pero no se me creía.

Se rebelaron en la hora oscura de mi Pasión y Muerte con obstinación ciega, con absurda testarudez.

Sólo una criatura estaba bien segura de la inevitable hora de las tinieblas que se cernía sobre el mundo: Mi Madre. Durante toda su vida tuvo traspasado su Corazón Inmaculado por la visión de mi Pasión y Muerte.

Hijo mío, hoy las cosas son las mismas de entonces, pero no se me debe imputar a Mí esta situación sino solamente a esta generación perversa que rechaza a Dios con el pecado de Satanás y que, impenitente, no cree en mis palabras.

¿No ha hablado Mi Madre con precisión, con claridad en Lourdes, en Fátima y en otros innumerables lugares? No han creído.

He hablado Yo y todavía no han creído. Hace dos mil años que el Grano debía morir para renacer como germen lozano y vital. La Cabeza de la naciente Iglesia debía inmolarse en la aniquilación para la Salvación común.

Allá fue la Cabeza se inmoló a Sí mismo para satisfacer la deuda impagable debida a la divina Justicia.

Hoy es el entero Cuerpo Místico que vuelto estéril, como la higuera maldita, por la infestación demoniaca del ateísmo, debe como el grano de trigo ser arrojado al seno de la tierra y morir para renacer a nueva y fecunda vida divina. Esto responde exactamente a exigencias irreversibles de mi Justicia y de mi Misericordia.

En verdad os digo que si no renacéis, no entraréis en el reino de los cielos. Acto de infinita misericordia y justicia es el misterio de mi Redención. Acto de misericordia y de justicia es la hora de la purificación.

 

La Redención está en curso

 

La Redención continúa, la Redención está en curso. Mi Misericordia exige vuestra salvación, Mi Justicia la satisfacción de las deudas contraídas por vosotros, mis miembros vivos, libres e inteligentes, capaces de querer o de rechazar el bien y el mal, por tanto, responsables de vuestras acciones.

No te turbes, hijo mío: la misericordia exige que todos sean advertidos, además de con llamadas interiores, también con las exteriores.

Quien quiera entender que entienda; pero el que obstinadamente, obcecado por la soberbia y el orgullo, quiera perecer como Satanás, que perezca.

¡Animo! Nada turbe tu espíritu, sea en un sentido o en otro. Yo premiaré tu docilidad y te protegeré, aunque no te ahorraré el sufrimiento.

¡Oh, ceguera y obstinación!

Oh, generación incrédula y perversa, ¿qué más podía hacer para sustraerte a la hora de la oscuridad, a la hora de muerte y de sangre que se avecina?

¿Qué más podía daros que lo que os he dado? ¡Os he dado mi Amor, mi Corazón abierto! ¡El amor de Mi Madre y vuestra!

Muchas veces Ella ha venido a la tierra para sacudiros de vuestro sopor, para haceros volver a las grandes realidades de la fe, para indicaros el camino maestro por recorrer.

 

Sanaré a mi Iglesia

 

Yo sanaré a los pueblos y a las naciones.

¡Yo sanaré a mi Iglesia!

No serán los teólogos muchos de los cuales, oscurecidos por la soberbia de Satanás, antes que luz se han vuelto tinieblas, acrecentando la confusión y la desorientación con sus aberrantes doctrinas.

Yo soy el Ser simplicísimo y todo lo que viene de Mí es simple mientras muchos de ellos son complicados.

Yo vuelvo simple lo que es complicado, ellos vuelven complicado lo que es simple.

No te maravilles si no aceptan estos mensajes, si desdeñosamente los rechazan. Jamás admitirán, como los doctores del templo, la verdad que no es la de ellos, porque ellos no son de la Verdad.

No te turbes.

Te bendigo. Dame a ti mismo, así como eres, con lo que tienes. Dame tus penas: las encerraré en mi Corazón misericordioso para devolvértelas en lluvia de gracias.

Ámame siempre.

 

12 de diciembre de 1975

LA VIRTUD DE LA PIEDAD

 

“Es decreto de la Divina Providencia el que los hombres peregrinantes sobre la tierra tengan que comunicarse con Dios Creador, Señor, Redentor y Santificador con signos y medios particulares.

 

Estos medios son variados pero todos responden al objeto. Dios en cambio puede comunicarse con vosotros también sin estos medios.

El uso de estos medios, que regulan vuestras relaciones con Dios Creador y Señor, se llama "piedad". La piedad es virtud de gran importancia porque sirve a las almas para elevarse a su Creador para alabarlo, darle gracias, glorificarlo, para expresarle a Él los propios sentimientos, para pedirle perdón de los pecados cometidos, para unirse a las voces de toda la Creación, para unirse al coro universal de todas la criaturas, animadas e inanimadas, en el himno de alabanza debido a Él, Alfa y Omega de todos y de todo.

Así pues la piedad debe ser virtud de todas las almas. Ay de aquellos que la destruyen en sí mismos; apagando en sí toda luz divina aislándose de Dios, permaneciendo como presa ansiada de Satanás.

Un hombre sin piedad es como un hombre privado de sus extremidades, que no puede dar y no puede recibir nada de nadie; el hombre sin piedad está mutilado en su libertad, condenado a ser esclavo de Satanás. En las manos de Satanás será instrumento de perdición.

 

Ya no rezan

 

De aquí brota la importancia de esta virtud fundamental que el ateísmo siempre ha tratado de destruir de todos modos y por todos los medios en millones y millones de almas.

Hoy el ateísmo puede jactarse con razón de haber destruido esta virtud en muchísimos cristianos, incluso en el alma de muchos sacerdotes, religiosos y religiosas que, deslumbrados por esta absurda civilización materialista, han apagado en sí mismos la fuente que alimentaba su vida interior, alma de toda actividad pastoral. Sin la piedad las almas se aridecen, transformando la Iglesia de jardín en desierto.

¡Cuántos son los sacerdotes que ya no rezan! ...

Nada de recitación del Oficio divino, nada de Rosario, "tabú bueno para otros tiempos", nada de meditación. En lugar de estas prácticas: radio, televisión, canciones, lecturas y todavía otras de las que es mejor callar.

Las luces de la fe, de la esperanza y del amor se han apagado y el proceso de desintegración de la vida divina está casi consumado.

Destronado Dios del espíritu, ha sustituido su puesto un mítico progreso social y una igualmente hipotética justicia social que jamás podrán realizar, pues está claro que ningún progreso y mucho menos ninguna justicia social es realizable sin la verdadera libertad, sin la ayuda de Dios.

 

Abrir los ojos

 

Hijo, mi Vicario en la tierra conoce y sigue la creciente fase de desintegración moral y espiritual de mi Cuerpo Místico y está afligido por ello. Sufre porque por muchos sacerdotes y hasta por algún obispo han quedado sin escuchar sus numerosas llamadas a la fe viva, a la verdadera piedad, única fuente de fecundidad espiritual.

No escuchando al Papa no se me escucha a Mí; ignorando al Papa se me ignora a Mí; no siguiendo al Papa no se me sigue a Mí.

¿Qué se espera todavía para sacudirse del letargo?

¿Qué se espera todavía para abrir los ojos a la realidad evidente?

¿Esperáis pasivamente ser sepultados bajo las ruinas?

Te he dicho, hijo, cómo quisiera en cada Comunidad Parroquial la Pía Unión de los Amigos del Santísimo Sacramento. Provee, sin perder tiempo, para hacer llegar a los Párrocos que conoces el estatuto que te he dado: será un encender de nuevo el fuego en muchas almas.

Reza, hijo mío, y haz rezar.

 

 

13 de diciembre de 1975

LA FORTALEZA INTERIOR

 

Escribe, hijo:

En un mensaje anterior te he hablado mucho de una virtud importante. Todas las virtudes son importantes, así como todos los miembros de un cuerpo, pero hay miembros de mayor importancia, otros de menor importancia.

La virtud de la que ahora tengo intención de hablarte es esa fortaleza interior de la que el cristiano tiene extrema necesidad, debiendo combatir durante toda su vida contra las fuerzas del Mal.

"Militia est vita hominis super terram"[3]. Es una verdad olvidada, tratada pálidamente al modo de todos los otros problemas eclesiales, mientras se debería hacer objeto particular de estudio y tomar medidas adecuadas para difundirla y protegerla de toda insidias del Enemigo.

A medida que el muchacho toma conciencia de las dificultades espirituales que encuentra para conservarse bueno y mantenerse fiel a Dios Creador, Redentor y Santificador, debe ser iluminado. Se le ayuda a entrenarse con la virtud de la fortaleza y a formarse una visión realista de la lucha como finalidad principal de su vida terrena para alcanzar la vida eterna.

Se le deben indicar las armas indispensables para la lucha, se le deben indicar los tiempos y los modos para el uso eficaz de estas armas.

Los hombres enseñan a los soldados de un modo mucho más estricto el uso de las armas; hacen efectuar maniobras y explican a los soldados cuándo, cómo y porqué se debe recurrir al uso de estas armas. Sólo en mi Iglesia, que no carece de las estructuras necesarias, no se ha comprendido la importancia de este problema central de la pastoral. Excepto esto, el resto es marginal, es marco, ¿para qué le sirve al hombre el resto si luego, al final perdiese su alma?

 

Depende la salvación

 

Toda la educación y formación de dar a los niños que, abriéndose a la vida encuentran las primeras dificultades, debe estar basada en estos puntos, de los que ya se ha hablado en los mensajes anteriores: Creación y caída del hombre; Encarnación - Pasión y Muerte de Mí, Verbo Eterno de Dios para la liberación de la humanidad; mi Redención, mi Cuerpo Místico salido de Mi Corazón abierto.

¿Por qué insisto tanto en estos puntos que forman la espina dorsal de la historia del género humano? Porque a estas realidades históricas está ligada la vida de todos los hombres.

Los hombres no pueden sustraerse a esta lucha, de cuya suerte depende o la salvación o la condenación eterna.

Ningún hombre en el mundo puede presumir de poder enfrentarse a un enemigo superior por naturaleza y por potencia, sin una ayuda adecuada que Yo he provisto dársela, al precio que bien conocéis.

Para esto he querido la Iglesia en el mundo. Su objeto no es sólo la de engendrar los hijos de Dios sino de todos los modos y con los medios que posee, Ella debe hacerlos crecer, nutrirlos y defenderlos.

Dado que la Iglesia no está formada sólo por la Jerarquía sino por todos los bautizados, he aquí que padres, educadores y sacerdotes tienen el gravísimo deber de comprometerse a fondo de esta pastoral, dirigida a hacer comprender a los hombres que es su deber combatir a Satanás que encarna el mal, en todo momento de su vida, usando las armas adecuadas y en el momento preciso.

Esta lucha debe tener para el cristiano la precedencia sobre todas las otras cosas; del resto está claro que todas las otras cosas valen sólo en la medida en que sirven al logro del fin de nuestra vida.

No debe nunca ser olvidado que Yo he hecho del cristiano un soldado, un combatiente. Fuertes en la fe, fuertes en la esperanza, fuertes en el amor, bien armados y equipados, podrán enfrentarse al Enemigo con la certeza de la victoria, como David que combatió y venció a Goliat.

 

Formación equivocada

 

Hijo, dime si el enfoque dado por parte de los que se dicen padres cristianos, a la formación y educación de sus hijos ¡te parece a ti la justa!

De los hijos han hecho primero unos muñecos, luego unos ídolos, al final unos tiranos prepotentes.

Nada se niega a los hijos. Desde la primerísima infancia, todo capricho es satisfecho, todo deseo es contentado. Crecen así día a día las exigencias; pueden decir de todo, pueden hacer de todo, pueden experimentar de todo y he aquí que ya tenéis ya en las escuelas primarias niños drogadictos.

No se les ha pedido jamás una renuncia suya, un sacrificio; ¿es de extrañar que el vicio los domine ya aún antes de que estos capullos se abran a la vida?

Muchos padres de estos hijos se consideran buenos cristianos; se confiesan de vez en cuando, mis sacerdotes los absuelven con afable benevolencia y los obispos continúan su sueño.

Hemos llegado a este punto de perversión; se ha perdido de vista el problema principal. Se discuten infinidad de cosas, pero no se nos reúne alrededor del Pastor para estudiar una estrategia común respecto al más grande problema de toda la Pastoral.

No se curan enfermedades mentales con blandas medicinas genéricas, no se cura un tumor con una pastilla cualquiera. Aunque una intervención quirúrgica no sea grata, no se titubea en practicarla cuando está de por medio la vida. Pero ¡cuánto miedo, cuántos temores vanos cuando se trata del bien supremo del alma! Se duda, se teme y se aplaza la solución justa hasta un tiempo que jamás vendrá.

La debilidad y las incertidumbres de obispos y sacerdotes son una de las causas principales de los muchos males de los que hoy sufre la Iglesia.

Intervenciones ponderadas sí, pero rápidas, realizadas en el momento justo, habrían evitado muchos ayes. ¡Qué daño incalculable a las almas!

Reza, hijo mío, reza y ofréceme tus pequeños sufrimientos para mitigar la infinita tristeza de Mi Corazón misericordioso.

Te bendigo: no te preocupes de lo que será de ti. Te basta mi amor, Te basta saber que estás en Mi Corazón.

 

14 de diciembre de 1975

ENCENDER DE NUEVO EL FUEGO

 

Escribe, hijo mío:

Más veces te he hablado del Amor; con insistencia he vuelto sobre este razonamiento. Esto responde a la lógica; éste es argumento inagotable, porque inagotable soy Yo, el Amor.

He dado a los hombres un mandamiento nuevo, síntesis de toda la ley. He dado a la humanidad la clave de la felicidad; en efecto, si los hombres pusieran en práctica mi mandamiento, la tierra estaría transformada en la antecámara del Paraíso. En el Paraíso está el triunfo del amor.

Yo Soy el Amor y de Mí viven todas las almas. La perfección de la vida sobre la tierra está dada por el grado de intensidad con el que las almas me aman a Mí y Conmigo aman a los hermanos. Tanto más perfecto y santo se es, cuanto más se ama. En el amor verdadero, esto es, en mi amor está la verdadera razón de la vida, la auténtica alegría de la vida.

 

El don de la libertad

 

¡Esfuérzate, hijo, en imaginar la vida del hombre sin una brizna de amor! Qué sería sino una vida sombría y desesperada, árida e infecunda, sin una sonrisa jamás (la sonrisa es el inicio de un acto de amor), sin un rayo de luz.

Es la vida de los demonios, es la vida de los condenados. Es la vida de los que se dejan envolver por los espíritus malignos que son orgullo, odio y desesperación, envidia, celos y sed inextinguible de mal.

Estos espíritus condenados, corroídos por la ardiente necesidad de obrar el mal, son autores de iniquidad, son fomentadores de violencias, de blasfemias, de odios y de divisiones, de herejías, de obscenidades y de cuanto todavía hay de mal en el universo.

Al contrario, el amor es ardor de bien, es autor de bien, es arrebato irresistible del alma, que está invadida de él hacia Dios y hacia los hermanos.

El amor es un sentimiento misterioso que tiene su fuente en Dios y, como flecha disparada por el arco, se dirige hacia las almas que son el objeto del amor. Las almas son de naturaleza diversa de la materia a la que, en la tierra, están unidas.

El alma es el soplo divino de vida que informa la materia, el alma por tanto se asemeja a Dios. Libre e inteligente, puede aceptar el amor o rechazar el amor, lo puede aceptar en medida y grados diversos.

Hijo, el sol extiende sus rayos, su luz y su calor sobre los cuerpos que están en su órbita y los cuerpos, desde los más nobles a los más viles, reciben las irradiaciones solares sin rechazo y sin contaminar ni luz ni calor. Pero para las almas no es así.

Las almas pueden abdicar al amor y optar por el odio, pueden abdicar a la luz y optar por las tinieblas, pueden abdicar del bien y optar por el mal. ¡Si los hombres comprendieran el don de la libertad!...

Si los hombres comprendieran lo que encierra en sí este don: escoger una felicidad eterna que ninguna lengua puede describir y que sólo el Padre puede dar, o bien una infelicidad no comprensible por parte del hombre peregrino en la tierra.

 

Rechazan el amor

 

En la humanidad viandante no hay todavía amor perfecto: este amor perfecto consiste en amar a Dios, Uno y Trino y en amar a los hermanos más que cualquier otra cosa en el mundo; es el mandamiento nuevo libremente aceptado y vivido en el grado más alto de intensidad.

Esta perfección del amor se alcanza y se completa en el Paraíso. El grado de gloria corresponde a este grado de amor: cuanto más intenso es el amor alcanzado, más alto es el grado de gloria.

¿Por qué rechazan los hombres el amor? ¿Por qué no saben los hombres valorar el bien mayor para el que fueron creados? También en esto pesan graves responsabilidades sobre la conciencia de mis sacerdotes y pastores.

Si aquellos que están encargados de alimentar los altos hornos de las acerías dejan de alimentar el fuego, todo se detiene; cesa el fuego de los hornos, cesa toda la actividad en la factoría. Así podéis decir para las grandes centrales térmicas.

El amor puede ser asemejado al fuego, de cualquier naturaleza que este sea, que alimenta a la acería o a la gran central: si cesa el fuego, deja de latir la vida.

En mi Iglesia muchos hornos se han apagado. Cada Obispo y cada sacerdote debe ser un horno incandescente que desprende calor, energía espiritual con la santidad de la vida, con la potencia de la Gracia divina, con la divina Palabra.

Pero si estos hornos no son alimentados, en ellos y en sus comunidades se apaga poco a poco la vida. Por esta triste realidad la Iglesia sufre.

 

El verdadero problema

 

¡Qué estupendo milagro se produciría, qué prodigios vería el mundo si los Obispos llamaran en torno a ellos a sus sacerdotes y con humildad verdadera, verdadera, verdadera, (como Yo les he enseñado) y sin la cual no hay genuina vitalidad interior, conviniesen juntos de mutuo acuerdo en encender de nuevo en sí mismos el fuego del amor para comunicarlo a sus hijos y hermanos!.

Oh, si poniendo aparte todas esas cosas que de bien poco sirven para la salvación de las almas, se dedicaran intensamente al verdadero problema de la Iglesia, el de contener y rebatir la ofensiva desencadenada por las fuerzas del Infierno, usando y afilando las armas puestas en desuso de la oración, de la mortificación, de la penitencia interior y exterior, caminando delante de Mi en la obediencia a mi Vicario y a la Jerarquía en la pobreza evangélica.

El mundo todavía podría ser salvado del derrumbamiento en acto que lo amenaza...

Pero no se puede rezar, no se puede mortificarse, no se puede aceptar el sufrimiento si no se cree y si no se ama.

Hijo mío, he aquí que otra vez hemos llegado al quid de la cuestión: hay crisis de fe. Y necesariamente hay crisis de amor.

Muchos hablan de amor, pero en realidad en pocas almas arde de veras. La crisis de fe ha apagado muchos hornos en la Iglesia misma.

Hace falta encenderlos nuevamente, sin perder tiempo, para que la Vida divina fluya otra vez en las almas.

Hijo, reza y haz rezar a las almas buenas. Ofrecerse con generosidad a mi Corazón misericordioso y al Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra quiere decir encender de nuevo el fuego en donde hay frío y hielo de muerte.

Te bendigo.

 

21 de diciembre de 1975

VIVEN EN LA SUPERFICIE

 

Hijo, escribe:

"¡En Él somos, en Él vivimos, en Él nos movemos!" Cuántos prejuicios en vuestras almas en relación a mi presencia real en todas las cosas. He dicho: en todas las cosas.

Soy Infinito: dondequiera que tú llegues, no digo con tu cuerpo, sino con tu alma, Yo estoy allí.

Por esto he dicho: "Camina en mi presencia y serás perfecto”.

¿Se puede uno sustraer a la presencia de Dios? Lo creyeron neciamente Adán y Eva que se escondieron después de haber consumado su pecado; lo piensan muchos hombres, muchos cristianos en el acto de consumar su pecado. Lo piensa incluso alguno de mis sacerdotes.

¡Cuánta necedad y ceguera! Nadie puede escapar de la mirada de Dios. "En Él somos, en Él vivimos, en Él nos movemos". ¿No sientes hijo mío, la presencia de Mí, Verbo de Dios, Uno y Trino, en tu alma?

 

Todo de Dios

 

Si los hombres usaran mejor las facultades de su alma, penetrando con la reflexión esta estupenda realidad divina, cuánto bien sacarían de ella. Pero los hombres hoy no piensan; pocos son los que meditan. Viven en la superficie.

Recordad: No sólo "en Él somos, en Él nos movemos, en Él vivimos" sino que todo lo que tenemos lo tenemos de Él.

No de nosotros nos hemos dado la vida, no nos hemos dado la fe, no nos hemos dado la vida sobrenatural de la Gracia, no nos hemos dado la Iglesia: ¡todo de Dios, todo de Dios!

Pero muchos cristianos y sacerdotes usan y abusan de los dones de Dios como si se tratara de cosas suyas, de su propiedad y es así que subvierten el orden natural, moral y espiritual establecido por Dios.

Sólo el hombre, criatura inteligente, creado con acto de amor infinito, para ser los fieles intérpretes del universo y rendir alabanza y dar gracias a Dios, se transforma en un elemento de desorden.

Piensa, hijo, si los astros un día cualquiera se salieran de su órbita y se pusieran a caminar por su cuenta, ¡qué cataclismo habría en el espacio!

A los hombres se les ha dado inteligencia, voluntad, libertad, no para crear el caos (como lo han creado y mucho más grande que el de Babel). Desorden en su vida física, desorden moral y espiritual, desorden personal y familiar, desorden social, desorden mundial...

Hijo, hasta los ciegos pueden constatar ésta realidad producida, con diabólica tenacidad, por los hombres de esta generación perversa. ¡Desorden hasta en mi Iglesia, desorden en la vida de muchos de mis sacerdotes!...

Los hombres de este siglo, en lugar de seguir el lógico curso de la naturaleza, de la razón y de la fe, en lugar de mirar hacia la estrella luminosa puesta por Dios para disipar las tinieblas de este mundo y volver más fácil y más seguro el camino hacia el logro de su fin, han invertido el orden y la armonía establecidos por Dios.

¿Cuál será, hijo mío, la consecuencia de este desorden de proporciones inauditas y que no tiene comparación con todos los males de los siglos pasados?

El cataclismo será a la medida de las causas que lo han provocado.

 

No hacerse ilusiones

 

Que no hagan ilusiones los hombres. Abandonando a Dios, bondad infinita, se han dejado desviar por las potencias del Infierno, por los espíritus pervertidos, corriendo hacia su ruina, creando desorden y caos como nunca fue, destruyendo el orden preestablecido por Dios.

Dios es el orden, y en su orden el hombre encuentra la paz en la tierra, preludio y germen de su felicidad eterna.

Los hombres de buena voluntad deben colaborar. Deben colaborar Conmigo los obispos, los sacerdotes y los buenos cristianos para restablecer el orden moral semidestruido por el pecado, y unidos en el amor y en la penitencia, llevar a Dios las almas a Él arrancadas.

Los medios para esta colaboración, que Yo pido a todos mis hijos, son como siempre:

Fe, Esperanza y Caridad; prudencia y justicia, fortaleza y templanza. Son la oración, los sacramentos y la penitencia exterior e interior.

¡Usad los medios seguros, probados por todos los Santos!

Creed, amad, esperad sin medida y seréis prodigiosamente fecundos.

Hijo mío, te bendigo, ámame. No dudes nunca. Yo soy fiel a mis promesas.

 

 

27 de diciembre de 1975

NUESTRA GRANDEZA

 

“Hijo mío, sé que vosotros deseáis un mensaje de X. Ella me ha amado mucho, por esto ha sufrido mucho.

La medida de su amor ha sido su gran sufrimiento.

En el Reino de la luz y del amor, donde se encuentra bienaventurada, os sigue y, como madre amorosa ruega e intercede por vosotros”.

“Hijos míos, la muerte no ha truncado nuestras relaciones espirituales y el recíproco y santo amor; es más, la muerte ha servido para volverlas más estrechas, para volver más intenso y más operante nuestro amor.

Don O., dices verdad cuando afirmas que no he sido extraña a los acontecimientos de tu vida en estos últimos años, como lo soy siempre, como no soy extraña en la vida y en las cosas de mi R. y de la hermana M.

Mucho he hecho por vosotros; mucho me queda por hacer.

Pero, hijitos, vosotros que sois Sacerdotes, no perdáis jamás de vista vuestra grandeza, ¡la dignidad sacerdotal! No olvidéis, ni siquiera por un instante, la finalidad de vuestra vocación: arrancar a Satanás las almas con todos los medios que la divina Misericordia ha puesto a vuestra disposición.

No olvidéis que todo el universo no vale lo que vale un alma.

Hijos míos, para arrancar almas al infierno es necesario rezar mucho, sufrir mucho, luchar mucho contra las fuerzas tenebrosas del mal con una lucha sin tregua y perseverante hasta el final.

Arrancar almas al mal, llevar estas almas a los Corazones de Jesús y de María Santísima; ¡ésta es vuestra inigualable misión!

 

Las cosas son nada...

 

Las cosas son nada, nada son todos los bienes terrenos. Servíos de ellos sólo para lo indispensable. No se aficionen vuestros corazones a los bienes que, tarde o temprano, se disolverán en la nada, sino aferraos al Bien Supremo. Vuestro amor a Dios y vuestro amor a los hermanos (dando testimonio de este amor, predicando a todos) ésta es la verdadera finalidad de la vida.

Confirmad este amor con el sello de la plena, perseverante adhesión a la Voluntad divina, la cual os hará santos y os abrirá los tesoros de Gracia y de gracias, encerrados en el Corazón Misericordioso de Jesús.

Yo estoy inmersa en la luz y en el amor de Dios.

Sería vano tratar de deciros mi felicidad.

¡No ochenta años de vida sino todo el tiempo, desde la creación hasta su fin sería insuficiente para ganar tanta felicidad!

Ninguna fatiga, ningún sufrimiento, ninguna pena que se os pida os parezca inútil a vosotros: son muy preciosas para las almas.

Ninguna cosa en el mundo os puede separar del amor de Cristo, con tal de que queráis estar unidos a Él con Fe. La Esperanza irradiará vuestro espíritu en la oscuridad que se está haciendo sobre el mundo y sobre la Iglesia.

               

¡Ánimo, hijitos míos!

 

¡Hijitos míos, valor! La vida terrena vista desde aquí es un relámpago que fluctúa en el espacio y se apaga. Yo os aseguro mi permanente intercesión cerca de Aquel y Aquella que todo lo pueden.

No os dejéis desviar y mucho menos intimidar por el Maligno: combatidlo de todos los modos, con todos los medios. Tened confianza, sed levadura, sed fermento de vida. Pavorosa es la ceguera de los hombres, de los cristianos; terrorífica la perversión de muchos sacerdotes y el número de almas que van al Infierno con las señales indestructibles de su consagración a Dios.

Rezad y haced rezar, invitad a la penitencia, no os cuidéis de lo que la necedad humana podrá suscitar contra vosotros.

Don X., hijo mío, nuestro pacto continúa; iniciado en el tiempo continúa en la eternidad.

 

 

30 de diciembre de 1975

ALBA DE RESURRECCION

 

Te he hablado de fuerzas tenebrosas, de nubes que envuelven mi Iglesia.

Estas expresiones ¿son sólo formas de decir, o una realidad en la que es necesario creer?

Hijo, quiero aclararte bien esto, por eso traigo a tu mente al Profeta Isaías: "Levántate, revístete de luz porque viene tu Luz. La Gloria del Señor brilla sobre ti, porque he aquí que las tinieblas recubren la tierra, tupida niebla envuelve a las naciones pero sobre ti resplandece el Señor".

Yo vine al mundo en una noche oscura.

La noche de los tiempos había caído sobre la humanidad.

Yo nací en el corazón de la noche para indicar las tinieblas que envolvían a toda la humanidad, provocadas por Satanás con la insidia tendida a los primeros padres.

La luz de la Gracia, fue suplantada en Adán y Eva y sus descendientes por la noche del pecado, de la ignorancia, del mal, de todo el mal.

No por nada fue anunciado mi Nacimiento por la aparición de una estrella en el cielo, y un resplandor prodigioso aclaró las tinieblas del establo en que Yo nací.

Yo, Luz del mundo, vine para hacer huir las tinieblas en las que la humanidad estaba envuelta.

Oscuridad intensa se hizo también en el Calvario. Era pleno mediodía cuando fui alzado de la tierra, pero desde aquel momento la luz del día se hizo cada vez mas tenue; a ella sucedieron las profundas tinieblas cuando exhalé mi espíritu.

Tinieblas exteriores para indicar las tinieblas interiores de sacerdotes y escribas, fariseos y doctores y de todo el pueblo que, con malvado sadismo, habían querido asistir a mi Pasión y Muerte.

 

El pecado de soberbia

 

El pecado, hijo, lleva siempre oscuridad; de modo especial el pecado de Satanás. El pecado de soberbia espesa las tinieblas y las transforma en oscuridad total por lo que el alma contagiada no ve nada más.

No valieron los milagros realizados por Mí durante mi Pasión, como no valieron los milagros realizados durante mi vida pública. Ni siquiera la resurrección de Lázaro, a la que asistieron no pocos sacerdotes y doctores de la ley, sirvió para disipar la oscuridad en el espíritu de los presuntuosos sacerdotes del templo.

Así, hijo, tantas almas, tantos sacerdotes no ven ahora los milagros que Yo realizo a continuación en mi Iglesia. Mi Muerte fue acompañada por hechos preternaturales:

— Un violento terremoto hizo tambalearse la tierra.

— El templo de Jerusalén fue sacudido desde sus cimientos.

— El velo del templo se rasgó y algunos muertos resucitaron.

Ellos, los soberbios del Templo, nada vieron y nada entendieron, pero el Centurión, pagano, golpeándose el pecho dijo: "Verdaderamente éste era el Hijo de Dios”.

Oscuridad produjo entonces y oscuridad produce hoy el rechazo de Dios.

He aquí porqué te repito que muchos no aceptarán estos mensajes.

¿Por qué, hijo mío, he querido decirte esto?

Hay una gran analogía entre los tiempos actuales y aquellos de mi vida terrena, porque la Pasión sufrida por Mí está por renovarse en mi Cuerpo Místico.

¿Por qué te he dicho esto?

Porque escribas, sacerdotes y fariseos no faltan hoy tampoco y no son menos hipócritas que los de entonces.

Tú, no ves sino muy poco de la realidad en mi Iglesia: formalismo, mucho formalismo... ¡Y cuánta oscuridad!

¡Sí! No tardará la hora de las tinieblas.

¡No tardará el Viernes Santo para Mi Iglesia!

Pero Yo a él lo haré seguir una radiante, luminosísima alba de Resurrección.

Te bendigo, hijo mío.

 

 

31 de diciembre de 1975

FIAT VOLUNTAS TUA [4]

 

Deseo hablarte de un artículo de la Oración que he enseñado a Mis Apóstoles: mi Voluntad.

Hay una Voluntad divina conocida por todos; nadie puede ignorarla, incluso los no cristianos la conocen.

Esta Voluntad la conocen los buenos y la conocen los impíos, aunque pocos hombres se adhieren a ella.

Esta Voluntad mía es genérica. Todos saben que Dios quiere sólo el bien y este bien lo exige de todos. Todos saben que Dios no quiere el mal, jamás, por ninguna razón. El mal no tiene ni puede tener ninguna justificación; no hay fin ni razón que pueda justificar el mal; jamás, absolutamente nunca.

Hay luego una Voluntad mía, menos genérica pero sin embargo conocida siempre por todos: Yo quiero la observancia de los diez mandamientos.

Todos saben que Yo quiero el respeto a la vida de todos, que quiero el respeto al Santo Nombre de Dios y la santificación de las Fiestas, aunque hoy una gran mayoría profana las Fiestas de modo escandaloso.

Todos saben que quiero el amor recíproco de los cónyuges, el respeto a los padres y a los hijos, la obediencia a la autoridad constituida, etc.

Esta Voluntad mía es pisoteada por la mayoría.

Hay luego una Voluntad divina menos conocida, pero no por esto menos vinculante: es aquella por la que Dios quiere que los hombres estén colocados en el puesto justo en la Familia, en la Iglesia, en la sociedad civil: esta Voluntad puede ser conocida por vosotros por medio de la oración.

Mi Padre concede luces y ayudas particulares para que cada criatura recta se coloque en el puesto justo, es decir, siga su vocación.

 

La voluntad permisiva

 

Finalmente hay una Voluntad permisiva, que también debe ser aceptada, confiando en mi Bondad, en mi Amor, en mi Sabiduría.

Yo no quiero las calamidades y las desgracias que afligen a los hombres. Vosotros, hombres, las provocáis con vuestra perversión, con vuestra rebelión a las leyes divinas y naturales.

Yo permito estas desgracias para la realización de un designio mío de misericordia y de justicia, a fin de sacar un bien espiritual para las almas.

No raramente los hombres, probados por el sufrimiento y por las desventuras, se lanzan contra Dios acusándolo de insensibilidad, de sordera. La ceguera les hace hablar así, olvidando que por sus pecados suceden las cosas adversas e ignorando el bien, mucho más grande que todos sus sufrimientos, que de ellos Yo sé sacar.

Si la ignorancia culpable de la Voluntad divina es desdicha para todos, ¿qué se podrá decir cuando este rechazo de la luz respecto a un problema esencial para la salvación del hombre es provocado por almas consagradas?

Abdicar al bien por el mal es culpa grave contra la divina Voluntad.

El querer sustituirse a Dios y pretender imponer a otros la propia voluntad es mal sin medida.

El rechazo a los impulsos de la Gracia, pecado tan frecuente, es contra la Voluntad divina.

Oponerse a la Voluntad divina, al oponerse a la propia vocación o la de otros, es pecado que provoca la indignación de Dios.

Para vivir una vida ordenada en la Familia, en la Iglesia, en la Sociedad civil, para alcanzar el fin de cada una de estas sociedades, he dado mandamientos y preceptos, he enseñado a los hombres qué deben pedir diariamente a Dios Creador, Redentor y Santificador.

 

Síntesis maravillosa

 

En la oración del Padre Nuestro está todo en una síntesis maravillosa y simple, accesible a todos y que ninguna magistratura en el mundo podría imitar.

A pesar de esto mira, hijo, cuál es la situación. Ni siquiera en los tiempos de Babel hubo una confusión similar.

Las tinieblas cubren la tierra; los hombres ya no se comprenden.

La soberbia, la necedad y la presunción humana no tienen límites y hoy han llegado a un nivel jamás conocido en los siglos pasados.

Los hombres de esta generación, en su ridículo y pueril orgullo, han perdido el sentido del bien y del mal, están legalizando el crimen: divorcio, aborto, matrimonios anormales, poligamia de hecho, etc.

Buscan el justificar toda clase de mal. El hombre ignora su dignidad de hijo de Dios, ignora y reniega de sí mismo. A esto ha llevado el ateísmo, sea teórico o práctico, difundido en todo el mundo.

El hombre está trabajando activamente para su destrucción. Su soberbia, el orgullo, el rechazo de Dios ha provocado el desmoronamiento que lo arrollará.

Hijo mío, dilo a todos: deben conocer que la hora se acerca.

Te bendigo, ámame.

 

 

1 de enero de 1976

¿QUE HARÁS, SEÑOR?

 

Con acción devastadora, Satanás despedaza con rabia a la humanidad, y en particular a la Iglesia.

En efecto hoy en la Iglesia suceden cosas que no se pueden explicar humanamente si no con el uso loco por parte de Satanás y de todas las potencias del Infierno insidiando, instigando y atormentando almas.

Basta ser un poco objetivos para darse cuenta de los sacrilegios realizados en varias naciones a través de prensa, televisión, películas. Satanás no perdona a nadie; ha entrado por todas partes, manda en la base de la Iglesia y no ha perdonado al vértice.

El Papa, Mi Vicario sobre la tierra, debe moverse en medio de mil dificultades.

No desciendo a los detalles de esta poderosa ofensiva del Infierno contra mi Iglesia, contra los hijos de Dios. Es más que suficiente lo que podéis ver con vuestros propios ojos, aunque refleja sólo en parte aquello que vosotros no podéis ver.

— ¿Qué harás Tú, Señor, para no permitir que la Iglesia tenga que sucumbir?

Te repito que, si las aguas podridas continúan subiendo, no se debe sólo a la venenosa acción del Infierno.

Pesan responsabilidades también en el alma de los pastores, sacerdotes y religiosos que no han reaccionado como se debe a las insidias del Enemigo, que no han contenido el mal. No raras veces han secundado los planes del demonio, otras veces se han convertido en los ejecutores. Dolorosísima realidad que ha aumentado la osadía de las fuerzas del mal y debilitado enormemente las fuerzas del bien.

¿Qué cosa he hecho y hago Yo?

Yo soy la Vida, y la vida es movimiento que tiende al bien de las almas a las que amo y quiero salvar. He suscitado grandes santos; he mandado a mi Madre que se ha manifestado en tantos lugares y a tantas personas.

Ya he dicho que no pocas intervenciones de Mi Madre, han sido atacadas y negadas como auténticas por temores injustificados, por respeto humano. Para evitar molestias se busca la paz, pero así no se podrá tener la paz verdadera.

— He escogido para mi Iglesia Pontífices santos.

— He suscitado movimientos para la santificación del clero.

— He querido y promovido el Concilio.

Si todo lo que he promovido en mi Iglesia hubiera sido acogido con una inteligente y eficaz respuesta, con una adecuada movilización de todos los consagrados, como por lo demás Pío XII, con una afligida llamada pidió a toda la Iglesia, las aguas turbias no habrían alcanzado su nivel actual.

Tú me preguntas, hijo, que qué hago por salvar a mi Iglesia. Continúo vertiendo mi Sangre, aun si es profanada sacrílegamente.

 

Los verdaderos carismáticos

 

He mandado mi Espíritu que es amor. Es fuego que arde, que transforma, que ilumina y calienta, que purifica y vivifica y alienta en muchas almas que vosotros llamáis carismáticas.

Las he suscitado en toda la Iglesia; pero también entre éstas Satanás se ha insinuado sembrando ambiciones, rivalidades, divisiones. Estas almas deben permanecer unidas espiritualmente y poner los dones recibidos al servicio de la Comunidad eclesial.

Los verdaderos carismáticos son escogidos por el Espíritu Santo en la Iglesia, para la Iglesia. No son Iglesia.

La Iglesia fundada por Mí es la jerárquica.

El carisma está destinado al bien de la comunidad.

Los carismáticos se completan y se integran en la unidad espiritual entre ellos (también en la distinción de sus misiones particulares) y con la Jerarquía.

El carismático es un instrumento del Espíritu Santo y, como tal, debe ser dúctil y disponible para la realización de un plan que ni siquiera él conoce en su amplitud, pero que es conocido por la Providencia divina que ha dispuesto este plan.

El carismático es el administrador de un tesoro para el bien de todos; no puede apoderarse de él para sí ni por un instante; ay si se deja disuadir de este fin. Quien tiene un tesoro a su custodia, vigila para frustrar cualquier tentativa del enemigo de arrebatárselo.

Vosotros, peregrinos sobre la tierra, de señales, llamadas y prodigios ¡cuántas habéis tenido de mi Madre, de mis Santos, cuántas!... Pero las tinieblas de la soberbia han vuelto ciegos a fieles, sacerdotes y hasta a algunos pastores. Se ha rechazado la luz, se han rechazado las intensas llamadas interiores y exteriores por lo que os habéis alejado cada vez más de Dios.

— ¿Qué sucederá Señor? ¿Qué sucederá, Jesús mío?

“Ya sabes lo que sucederá.

Misericordia y Justicia divina no pueden tolerar que se continúe, con monstruosa ingratitud poblando el Infierno. Dios no puede tolerar más allá que el orden establecido (orden moral, social, internacional, mundial), sea tan descaradamente trastornado por el Enemigo. No puede tolerar que el Rebelde y sus legiones tengan que gobernar todavía en la humanidad por Mí redimida.

Te lo repito, y se lo metan bien en la cabeza Obispos y Sacerdotes, que el inimicus hominis[5] ha entrado en la viña y también porque aquellos a los que estaba confiada no han vigilado, no la han cercado y defendido con los medios a su disposición. Hagan un severo examen de conciencia sobre esto.

¡No se desarma frente a un enemigo aguerrido y siempre al acecho! Debilidades, necedades y ambiciones han sido las puertas abiertas al Enemigo. Relajamiento de religiosos y religiosas, de consagrados en general, que se han adaptado mansamente a las astucias del Enemigo a través de un neopaganismo, fueron otras tantas barreras caídas.

La proliferación de teorías infectas de algunos teólogos sedientos, más que de verdad, de sí mismos, ha aumentado el caos en mi Iglesia. El daño acarreado a las almas no es evaluable por la mente humana.

Sólo Yo, eterno Juez, veo la gravedad de ello, la amplitud de su medida, valoro la responsabilidad y las consecuencias.

Estos teólogos han pisoteado a Dios, han traspasado mi Cuerpo Místico, han profanado mi Sangre, han encaminado muchas almas por el camino de la perdición. Siervos y colaboradores de Satanás han levantado la cabeza soberbiamente contra mi Vicario para repetir el diabólico grito: "Non Serviam"[6].

Si estas serpientes no se convierten, perecerán entre las llamas del Infierno, de ese Infierno en el que se han negado a creer.

Yo soy Juez de infinita Misericordia pero también de tremenda Justicia.

 

Abundan los tibios

 

Irás, hijo mío, a llevar los mensajes a Obispos y Sacerdotes. Mediten en las responsabilidades que pesan sobre su conciencia.

Te dije que no faltan obispos santos y excelentes sacerdotes, pero desgraciadamente abundan los tibios, los indiferentes, los presuntuosos; no faltan los herejes y los descreídos.

¿No parece esto absurdo y anacrónico? Sin embargo es la realidad.

¡Reza, hijo mío! No te canses, ofréceme tus sufrimientos. Quiero hacer de ti una lámpara encendida, instrumento en mis manos para la salvación de tantos hermanos tuyos.

No te preocupes de las opiniones de los hombres.

No separes tu mirada de Mí que te amo.

Te bendigo, juntamente con los que colaboran contigo para la difusión de mis mensajes.

 

 

3 de enero de 1976

LA REDENCIÓN CONTINÚA

 

Hijo mío escribe:

( ...) Es bien sabido que en Dios no hay ni puede haber contradicciones, que Dios es inmutable; Yo, Dios Uno y Trino, soy infinitamente sencillo.

En Mí no hay atributos más perfectos, otros menos. Yo soy la verdad, la sabiduría y la potencia, la justicia y la misericordia, la luz y la vida.

El Infierno creado para los réprobos, no va contra la misericordia y es conforme a la justicia. Yo, verdadero Dios y verdadero Hombre, habiéndome cargado todas las culpas de la humanidad, con mi tremenda Pasión y Muerte, he satisfecho a la justicia y a la misericordia. Acto de infinita Misericordia el Misterio de la Encarnación, acto de infinita Justicia el Misterio de la Pasión y Muerte.

 

                "Justitia et Misericordia oscultatae sunt".[7]

 

Vuestra pasión

 

Yo soy la Cabeza de mi Iglesia, vosotros sois los miembros vivos, libres y responsables. Yo Cabeza me he adherido a la voluntad del Padre con acto de misericordia. Vosotros formáis Conmigo un solo cuerpo.

El Misterio de la Redención está en acto, continúa. Para nada se opone a la Misericordia divina el hecho de que los miembros deberán, como la Cabeza, sufrir su pasión.

Hay luego una cosa de gran importancia. Mi Madre y vuestra, que es Madre de misericordia y espejo de justicia, ya ha advertido repetidamente a la humanidad que, en caso de que no se verificasen las condiciones pedidas de arrepentimiento y de conversión, se abatiría un castigo tremendo sobre las Naciones.

Mi Madre os ha advertido que son numerosísimas las almas que van al Infierno. ¿Puedo entonces Yo, el Amor infinito, permitir que las almas rescatadas por Mí con un precio de sufrimiento infinito, tengan que condenarse en número pavorosamente creciente?

Si no ha podido nada sobre ellos la misericordia y el amor, ¿puedo Yo impedir que la aflicción debida a sus pecados, y el caos provocado por ellos mismos, tengan que ser convertidos por Mí en instrumentos de salvación de una humanidad en ruina? No, hijos míos.

Por desgracia la hora tremenda de la purificación está ya en curso, pero la ceguera de los hombres les impide ver; el ateísmo es ceguera profunda. La hora se aproxima; resulta inevitable sólo por la obstinación de esta generación incrédula que ama el error, que rechaza la justicia en todas partes dañada y ofendida.

Yo quiero una Iglesia regenerada donde justicia, paz y amor resplandezcan con luz nunca vista. Yo quiero poner término a la hemorragia de almas que se están perdiendo, Yo quiero restablecer el orden perturbado.

Yo quiero que mi pueblo vuelva a ser el pueblo de Dios, y todo esto lo obtendré valiéndome de la necedad y de la iniquidad de los hombres.

Mostraré a las generaciones lo bueno y misericordioso que es su Dios.

 

 

7 de enero de 1976

REGINA APOSTOLORUM[8]

 

Jesús: "Es Mi Madre y tuya la que te habla. Escúchala con humildad y amor, con fe viva".

“Hijo, escogida para ser la Bendita entre todas las mujeres, ab aeterno[9] en el corazón de Dios soy el objeto de su Amor infinito. Agradé a Dios por mi filial candor, pero agradé todavía más a Dios por la humildad.

Mi Hijo, antes de subir al Cielo, me dijo que yo no lo podría seguir inmediatamente a la Casa del Padre, sino que debería permanecer en la tierra para ser Madre de la Iglesia naciente, y continuar engendrando a la Iglesia en el Amor.

Con Jesús la engendré en el dolor atroz, sin límites. Como Madre y Corredentora debía engendrar su Cuerpo Místico en el Amor.

Mi Jesús y vuestro, en la realización del Misterio de Salvación, me quiso cercana a Él. El Hijo de Dios, pero también verdadero hijo mío según la Carne, me quiso Corredentora y Madre de su Cuerpo Místico.

 

Verdadera Sacerdotisa

 

Me corresponde verdaderamente el título de Madre de la Iglesia. Pero no basta. Si te acuerdas, oh hijo, en un mensaje se te ha revelado que Yo, María, Madre de Dios, soy la única y sola mujer en la Iglesia que es verdadera Sacerdotisa.

Jesús, Sacerdote Eterno, me ha comunicado a Mí su Vida divina. Y Jesús es Dios inmutable, simplicísimo.

Yo, como se ha indicado otras veces, le di a Él la vida humana y El me dio a mí la Vida Divina; ahora bien, de la Vida Divina es también el Sacerdocio. Entonces se podría pensar que el Sacerdocio a Mí comunicado sería como el dado a cada bautizado; como naturaleza sí, como medida no.

A Mí me fue comunicada la plenitud sacerdotal, en forma diversa y a la vez superior a la comunicada a los Apóstoles de los cuales soy verdaderamente Reina. ¡Justamente se me invoca como Regina Apostolorum!

Yo fui profundamente respetuosa de la Jerarquía, querida e instituida por Jesús Redentor.

Cabeza visible de esta Jerarquía por Voluntad divina fue Pedro. Yo era la Reina de los Apóstoles, y me reconocieron y me honraron como Madre de la Iglesia y como su Madre y Reina, los mismos Apóstoles.

También Pedro, en los años que permaneció en Jerusalén, venía a Mí por confortación y me llamaba madre, venía a Mí por consejo y por ayuda y me honraba como Reina.

 

Si me estimaran verdaderamente

 

Si mis Pastores y mis Sacerdotes tuvieran plena conciencia de los vínculos espirituales que nos unen, si realmente me estimaran como Madre y Reina suya, Yo los cubriría de gracias, como soy generosa en ayuda para todos los hijos que me aman y que difunden la devoción a mi Corazón Inmaculado.

Presente en el Cenáculo, en el día de Pentecostés, me preparé con los Apóstoles y los preparé para recibir el Espíritu Santo. Sobre Mí descendió en mayor medida: Yo, la Esposa del Espíritu Santo fui llena de Él.

No se nos olvida la propia madre terrena porque se sabe que la ternura de su amor no disminuye jamás. Pero hijo mío, ¡el amor con el que os ama vuestra Madre Celeste es inmensamente superior a cualquier amor humano!

Yo os amo a todos, y a todos os quiero salvos.

No resistáis a la voz de Dios que os llama a una verdadera, sincera conversión.

¡Temed al Señor que pasa!...

Leed con humildad los mensajes que la Bondad divina os ha enviado.

Es misericordia, gran misericordia la de advertiros de la hora de la purificación ya cercana.

Te bendigo, hijito.

 

 

10 de enero de 1976

REFLEXIONES SOBRE ALGUNOS MENSAJES

 

Nuestra participación, como ministros de Dios en el Misterio de la Encarnación, de la Cruz y de la Eucaristía tiene puntos de gran semejanza con la participación de la Virgen Santísima en estos tres grandes Misterios.

Como la Santa Virgen, así el sacerdote es llamado por vocación a estar activamente presente en el Sacrificio de la Santa Misa, perpetuación del Santo Sacrificio de la Cruz.

Está presente en unión con Cristo en el ofrecimiento de sí mismo; está listo para aceptar, sufrir y ofrecer dificultades e incomprensiones, insultos y ofensas, el sufrimiento en general como Jesús ha hecho. Sin este ofrecimiento, la participación del Sacerdote resulta tan sólo exterior, material y por lo tanto infecunda.

El sacerdote, con las palabras de la Consagración, renueva el prodigio de la Encarnación: provoca, como la Virgen con su Fiat[10], la real Encarnación del Verbo en sus manos.

Amándolo, como María lo ha amado en su seno, recibiéndolo en la Santa Comunión con la pureza de alma y de cuerpo con la que la Virgen lo concibió, con el ofrecimiento hecho en unión con Jesús al Padre, el Sacerdote se vuelve, como la Virgen, verdaderamente corredentor.

Si el sacerdote celebrante no está animado por esta fe y por estos sentimientos y propósitos, su Misa es estéril para él; no ha sido más que un protagonista material del más grande Misterio.

 

¡No esperéis!

 

Si nosotros sacerdotes celebrásemos la Santa Misa como la debiéramos celebrar, el mundo no seria lo que es; Satanás no tendría la fuerza que tiene, y muchas más almas se salvarían.

El tormento del Sacerdote que se condena será muy diferente del tormento de los otros condenados; solo hallará comparación con la desesperación de Judas que habría podido ser, uniendo y fundiendo sus dones naturales con los sobrenaturales, un grandísimo apóstol.

... Sacerdotes que celebráis la Santa Misa sacrílegamente, coméis y bebéis diariamente vuestra condenación.

No aplacéis de hoy para mañana vuestra conversión. No esperéis... Mañana podría ser demasiado tarde.

Un gran acto de humildad, lo que Judas siempre se negó a hacer, una ardiente invocación a la Virgen Santísima, refugio de los pecadores, transformará vuestra existencia y cambiará vuestro destino eterno.

Hermanos en el Sacerdocio, ¿no habéis meditado jamás el sueño, la visión de San Juan Bosco "las dos columnas"? Leedla, os daréis cuenta que nosotros estamos viviendo de lleno la profecía; la última parte de la visión predice los tiempos que seguirán a los actuales acontecimientos.

Estos tiempos se acercan; debemos prepararnos en la oración y en la penitencia.

No seamos escépticos e incrédulos; ¡creamos y nos será dado ver y entender! ¡No dejéis caer en el vacío los impulsos de la gracia que llaman la puerta de vuestro corazón!

El Corazón Misericordioso de Jesús, el Corazón Inmaculado de María nos salven y nos bendigan.

 

 

12 de enero de 1976

LOS PECADOS SOCIALES

 

Hijo mío, escribe.

He aquí los tres grandes pecados sociales de la humanidad:

— La humanidad ha pecado en Adán y Eva.

— La humanidad ha pecado, con el deicidio, en el pueblo elegido, el pueblo de Dios.

— La humanidad peca, hoy, con el rechazo de Dios.

1) El pecado de la humanidad en Adán y Eva desbarata enteramente el estupendo plan de Dios; le cambia el resultado.

Al orden sucede el más desconcertante desorden. A la felicidad del Paraíso terrenal sigue la infelicidad, a la luz siguieron las tinieblas de la ignorancia.

Al amor, el odio; al bien —para el que el hombre fue creado— el mal con toda la gama de sus manifestaciones; a la paz siguen las guerras y violencias.

A la vida eterna —finalidad de la creación— se puede preferir la muerte eterna, en la profunda desesperación del Infierno.

Esto es el pecado original. Esta ha sido la respuesta dada al Amor de Dios por la humanidad entera en Adán y Eva.

Una monstruosa ingratitud consumada por el primer hombre y la primera mujer a los que no les faltó la gracia, no solo necesaria, sino sobreabundante en la medida de su inmensa responsabilidad.

Dios, por un acto suyo de amor sin límites, ha cosechado un tremendo insulto.

 

La justicia genera misericordia

 

2) Pecado social es la decadencia consumada por el Pueblo elegido.

A la rebelión de la humanidad en Adán y Eva, Dios responde no con la maldad sino con la justicia y la misericordia.

Con la justicia castiga el pecado en la humanidad entera. Desde su origen hasta el fin, el hombre comerá el pan con el sudor de su frente. La Justicia pesará sobre la humanidad hasta el fin de los tiempos.

Pronto sin embargo estalla también la infinita misericordia. Obtenida la confesión y el arrepentimiento por parte de los primeros padres, Dios hace seguir el perdón con la promesa de la Redención.

Para preparar el gran acontecimiento de la liberación de la humanidad de la esclavitud del Infierno, Dios se escoge un pueblo, el pueblo preferido, que Dios quiere santo, pero que no se vuelve nunca santo a pesar de la lluvia de gracias y de milagros.

Hecho objeto de su amor, este pueblo responde con la ingratitud a la predilección.

Dios hace surgir profetas que con voz fuerte llaman al pueblo a la misión a la que estaba predestinado.

Los profetas, que son los altavoces de Dios, anuncian favores, gracias y liberaciones. Ante la ciega obstinación, también amenazan y anuncian castigos que el pueblo conocerá en el dolor.

Se recordarán de los padres en el sufrimiento, y entonces estallará de nuevo la misericordia. La justicia divina engendra siempre la misericordia aunque los hombres, oscurecidos por su egoísmo, no quieran comprender esta realidad.

Madurando los tiempos despunta el alba radiante del nacimiento del Salvador.

Las hostilidades contra el Verbo hecho Carne son promovidas y fomentadas por Satanás que se empeña en una tremenda lucha, que nunca había cesado, pero que llega renovada con furor. Y he aquí que el Niño divino toma el camino del exilio para escapar del cruel y corrupto Herodes.

Más tarde Satanás instigará a los sacerdotes del Templo y a los grandes del pueblo hebreo que tramarán y consumarán el deicidio.

Dios ha amado a su pueblo hasta lo inverosímil, y su pueblo Lo pone en la cruz.

 

La destrucción de la Iglesia

 

3) La humanidad peca hoy con la repulsa de Dios.

De su Corazón abierto, suspendido en la Cruz, Jesús entrega su Iglesia a la humanidad.

Desde este momento, nuevo plan de Satanás y de sus legiones contra el Cuerpo Místico de Jesús.

Satanás quiere su destrucción. Ya se ha hecho ilusiones de haber matado a la Cabeza, ahora trama la destrucción del Cuerpo. He aquí la guerra agotadora, que se combate sin tregua desde hace casi dos mil años.

La Iglesia no siempre responde como debiera a esta lucha. De ella ha conocido, en veinte siglos, heridas dolorosas...

Hoy por tanto Satanás marca muchos puntos a su favor.

La batalla, la gran batalla está en acción.

La visión parcial e irresponsable de la realidad por parte de no pocos pastores y sacerdotes, ha alentado al Enemigo en sus tenaces esfuerzos por destruir a la Iglesia y a su divino Fundador.

La batalla en curso, que solamente los inconscientes no advierten, deflagrará cada vez más furiosa y se apuntará muchísimas víctimas entre el clero y los fieles. El mundo, pero especialmente Europa, se abrasará con ella en una hora sin precedentes.

Hora de justicia y también hora de misericordia será la llegada de una nueva primavera de paz y de justicia, para la humanidad y para la Iglesia.

La Madre mía y vuestra aplastará de nuevo, por segunda vez, la cabeza de Satanás. Desaparecerá el ateísmo del mundo (...).

 

 

14 de enero de 1976

LE APLASTARA LA CABEZA

 

¿Por qué, hijo mío, pido con insistencia a las almas que viven de Fe: “¡Reparación, reparación, reparación!”?

1º -  Porque al Amor Infinito de Dios, Amor que obra la creación del hombre, el hombre responde con un acto de soberbia y de desobediencia.

2º -  Porque al Misterio de la Redención prometido inmediatamente después de la caída de los primeros padres y cumplido en la plenitud de los tiempos, la humanidad en el Pueblo hebreo reacciona cometiendo el Deicidio.

3º -  El Verbo, hecho Carne, responde al Deicidio con el don de Sí mismo en el Misterio de la Eucaristía y de la Iglesia. Y la humanidad, bajo el impulso de las potencias del mal, va ahora paganizándose con la casi total repulsa de Dios.

 

Un alba radiante

 

Vendrá la hora de la purificación y la Virgen Corredentora, aplastará por segunda vez la cabeza de la Serpiente infernal.

La Iglesia y la Humanidad, hechas nuevas, verán un alba radiante, jamás conocida hasta ahora. Un período de paz y de justicia será la respuesta a todas las provocaciones del Infierno contra una pobre Humanidad que se había hecho colaboradora de las fuerzas del Mal.

Después se llegará a la última fase de esta lucha entre Luz y Tinieblas, entre Amor y Odio, entre Bien y Mal, entre Vida y Muerte.

Sólo al final de los tiempos vendrá la tercera y decisiva intervención de la Virgen Santa que aplastará de nuevo, por tercera vez la cabeza de Satanás.

Seguirá el Juicio, la separación definitiva del Paraíso y del Infierno, es decir de los Salvados y de los Condenados.

 

 

20 de enero de 1976

NO ESTAIS SOLOS

 

“Escribe hijo mío:

El Movimiento Mariano entra a formar parte del designio de la Providencia, como fuerza de choque, al lado mío y de mi Madre en la gran batalla en curso, contra Satanás y contra los aliados del Infierno que en el mundo, y desgraciadamente también en Mi Iglesia, son tantos.

El Cielo os mira a vosotros, Sacerdotes benditos, que tenéis la suerte de formar parte de él. Sois más que nunca, en estos tiempos de emergencia, soldados escogidos, guiados y dirigidos por la Reina de las Victorias para la defensa de Mi Vicario y de Mi Iglesia.

El Infierno os odia y os combate, pero nada habéis de temer. Vuestros sufrimientos físicos, morales y espirituales son fermentados por el Espíritu Santo y transformados en Luz, Amor y Gracia para muchas almas de vuestros hermanos que, sin vuestra coparticipación en mi Pasión y en la de mi Madre y vuestra, irían a su perdición eterna.

Sacerdotes, amados de Mi Corazón Misericordioso y del Corazón Inmaculado de la Reina del Universo, os miran admirados los Ángeles; todos los Santos del Paraíso piden por vosotros e interceden por vosotros.

Vosotros sois bálsamo para mi Corazón tan brutalmente ultrajado y vilipendiado; sois una sonrisa de amor al Corazón traspasado de mi Madre.

 

¡No temáis!

 

¡Adelante, hijos míos! Un lugar de honor y de gloria está preparado para vosotros ab aeterno[11] en la Casa del Padre. ¡No temáis, no temáis! Mi mirada y la de la Madre está siempre sobre vosotros.

Os bendigo a todos, hijos. Os bendigo Yo, Jesús, con el Padre y el Espíritu Santo. Conmigo os bendice la Madre.

Con vosotros bendecimos a los buenos seglares que están a vuestro lado con la fe, con el amor y con la eficaz aportación de sus sufrimientos.

Por consiguiente no estáis solos. Estáis en medio de la refriega, pero con vosotros está el Paraíso, con vosotros están las almas Purgantes, con vosotros están los santos de la Iglesia militante".

 

20 de enero de 1976

 

INSTRUMENTOS DOCILES

 

Cuántos son los así llamados buenos que dicen: "Señor, Señor", pero ¡qué pocos son los dispuestos a hacer verdaderamente la voluntad divina!

Son numerosísimos los que se consideran instrumentos de Dios; lo afirman casi con convicción. Pero la verdad es otra: son instrumentos de sí mismos, esto es de su propio orgullo, lo que quiere decir instrumentos de Satanás. Hijo, no hay alternativas o sois de Dios o sois siervos de Satanás.

Un instrumento no maneja nunca nada. Un instrumento se deja manejar.

Si obispos y sacerdotes se dejaran manejar verdaderamente como instrumentos disponibles en las manos de Dios, la Iglesia sería, para el Cielo y para la tierra, espectáculo asombroso de santidad y de amor. Mis Ángeles quedarían admirados y los hombres de la tierra fascinados.

En cambio ¡qué triste visión! Visión de horrorizar, de desórdenes morales, visión de pasiones deshonestas, visión de luchas, de odios, de males de toda especie...

 

No de palabra

 

Hijo, mis palabras no cambian jamás. Serán salvos no los que me pertenecen de palabra, sino los que me pertenecen con la plena adhesión a la voluntad del Padre Celeste.

Si muchos de mis obispos no se ven obedecidos, si deben constatar que sus iglesias están sacudidas desde los cimientos, antes de buscar la causa en el exterior, busquen esas causas en el interior de su vida. Es fácil hablar de instrumentos de la Providencia, pero no ha sido igualmente fácil para muchos volverse instrumentos de la Providencia divina.

Sí, hijo, es la historia del primer pecado que se repite siempre en el tiempo, pero cuya lección no se aprende nunca.

Satanás provoca la caída del hombre. El hombre, rompe el estupendo orden preestablecido, la maravillosa armonía de la naturaleza y de la gracia.

El pecado es desorden gravísimo, que provoca y genera otro desorden en cadena, en el mundo del espíritu, de la gracia, y de la naturaleza.

Pecan los primeros padres, sigue la inmediata rebelión de los sentidos, la rebelión de la naturaleza: "deberás arrancar de la tierra el pan con el sudor de tu frente; tú, mujer, parirás con dolor".

No podréis comprender jamás lo que habéis perdido: la admirable, gozosa armonía de la gracia y de la naturaleza. Paraíso terrenal fue llamada la primera morada del hombre; ¡terrestre pero paraíso!

 

Males en cadena

 

Obispos y sacerdotes deberían estar bien instruidos acerca de las terribles consecuencias del primer pecado.

Como deberían saber que estas consecuencias son regeneradas por la consumación de cada pecado y en modo extraordinario por el pecado de soberbia.

Un pecado de soberbia, de orgullo y de presunción, hecho por un obispo o por un sacerdote, provoca en su Iglesia local consecuencias de males en cadena. Muchos desordenes tienen aquí su origen.

He aquí, hijo mío, el porqué de mi insistencia, casi exasperada en lo que a ti respecta, con la que te repito que se ha comprendido muy poco de un problema fundamental para mi Cuerpo Místico.

Es doloroso deberlo constatar, pero bastantes obispos y sacerdotes son como el necio que al edificar su casa se ocupa en cosas de poca importancia, como ciertos motivos ornamentales, y descuida los cimientos y las estructuras de sustentación, por lo que el resultado será una bella casa destinada a un seguro derrumbamiento. ¿No es esto necedad?

¡Pues bien, esta necedad impera en la Iglesia!

Te lo debería repetir quién sabe cuántas veces, a fin de que cada uno se decida finalmente a tomar en la debida consideración el grave problema.

Hijo, has podido darte cuenta también esta mañana en la reunión con X. No se quiere creer en una realidad tan evidente. Pero esta ceguera, estas mentirosas convicciones que el Enemigo ha logrado con astucia maligna arraigar en las almas, no podrán ni evitar, ni retrasar un solo momento la purificación requerida por el Amor, que no puede tolerar más allá el descarado dominio de Satanás en el mundo y sobre las almas que, numerosísimas, se están perdiendo.

¡Se considera inútil, incluso ridículo un mandato mío a los apóstoles de echar los demonios, a los que hoy en cambio se les han abierto de par en par todas las puertas!

 

¡Soy persona viva!

 

Hijo, dilo a todos, no te preocupes en lo más mínimo de las reacciones cualesquiera que sean. Soy Yo Jesús, que lo quiero, te lo ordeno.

Dilo fuerte que basta con aquella seudo-prudencia por la que se ha llegado al temor de hacer saber a todos que Yo, Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, soy Persona viva, real como vosotros, más que vosotros, con todo derecho y deber de hacer oír mi voz a quien, como y cuando quiero, o en el modo en que quiero Yo.

Dilo, hijo, que tengo el derecho y el poder de llamar a quien quiero, cuando y como quiero, para cualquier tarea que se deba llevar a cabo en Mi Iglesia.

Estén ellos persuadidos de que Yo los he elegido para ser sacerdotes, a algunos de ellos para ser obispos y, como los he llamado, puedo de nuevo, y tengo el poder, de elegir entre mis sacerdotes a aquellos a los que confiar tareas especiales que llevar a cabo en el modo y en el tiempo establecidos por Mí.

No te canses de rezar y de ofrecerte. Mira, los otros no se cansan de ofenderme. Tus sufrimientos han aumentado, pero sabes que son la medida de tu amor por Mí.

Te bendigo, hijo, y contigo bendigo a todos aquellos que, con espíritu de verdadera humildad, sepan acoger la urgente invitación del Hombre-Dios que quiere a todos salvos.

 

 

21 de enero de 1976

SANTAMENTE ORGULLOSOS

 

Escribe:

“El mundo no es Dios, por esto no está en la luz. Oscuridad profunda lo envuelve.

Los hijos de la Luz (que no son del mundo, sino de mi Reino) no pueden hablar, y no deben juzgar como los del mundo.

El papá y la mamá de R.[12] son juzgados por el mundo como infelices y desafortunados, pero por los hijos de la Luz, ¡no!

Los hijos de la Luz pueden intuir que R. es un don, un gran don.

Quien verdaderamente vive de fe comprende qué inestimable misión ha sido confiada a R., amigo predilecto de Mi Corazón Misericordioso, hijo amado y admirado de mi Madre, objeto de las complacencias divinas, R. irradia potencia y gracia en la vida interior de mi Cuerpo Místico, y cuanto más oscura es su misión en la tierra, tanto más grande y resplandeciente es su vida de gloria en el Cielo.

La necedad está en el corazón de quien no ve en la luz de Dios, y la sabiduría está en el corazón de quien ve.

 

Reconocimiento de Dios

 

Hijo ¿deben entonces considerarse afortunados los padres de R.?

¡Sí, deben estar santamente orgullosos de ello!

No amargura, no desencantos, no lamentos, sino gratitud y reconocimiento se debe a Dios que pone su mirada sobre R., y por reflejo sobre sus padres y familiares.

Mi bendición y la de la Madre está sobre vosotros y sobre vosotros permanezca.

 

 

21 de enero de 1976

SIGNO DE PREDILECCION

 

Hijo mío, escribe:

Dirás a.. que son signo de la predilección Divina los sufrimientos aceptados con humilde resignación. Ellos son transformados por el Espíritu Santo en fermento de luz, de fe, de gracia para las almas que así son apacentadas y nutridas por el buen pastor que las ama, las custodia, las protege de las garras rapaces del Enemigo, que no ahorra esfuerzos y astucias para insinuarse entre el rebaño para dispersarlo y perderlo.

Hijo, dirás a.. que tanto a Mí, como a Mi Madre nos son conocidas las fatigas y los sufrimientos ofrecidos para tutelar y salvaguardar su rebaño.

... bien conoce la visión de Don Bosco de las dos columnas: Mi Madre Santísima y la Eucaristía. Yo, Jesús, Verbo Eterno de Dios realmente presente y vibrante de vida y de ardor en el Misterio de la fe y la Inmaculada, salvaremos a la Iglesia en la hora de la purificación que será hora de gran misericordia.

Hay mucho que hacer y mucho puede hacer... llevando a su rebaño, cada vez más unido, a los pies del Tabernáculo y a los pies de la Inmaculada.

Designe para esta grande y fecunda misión a alguno de sus mejores sacerdotes.

Satanás no lo querrá, por esto suscitará obstáculos.

Pero Yo lo quiero, y estaré cercano al buen pastor, y a cuantos colaboren para la realización de la Voluntad de mi Padre y Padre celeste.

Con Mi Madre y Vuestra, bendigo al pastor bueno que ama a sus ovejas, y que Yo y la Madre amamos con tierno afecto.

 

 

22 de enero de 1976.

EL SABOR DE LO DIVINO

 

Muchas veces he hablado de la actual crisis de fe de la que está infestada Mi Iglesia; es un mal del que está contagiada toda la humanidad entera.

La tierra se está transformando cada vez más en un árido desierto, en el que no faltan, aquí y allá, oasis sosegados que mantienen circulante en mi Cuerpo Místico la vida divina de la Gracia.

Sí, hijo mío, Si en un cuerpo todos los miembros estuvieran muertos, no tendríamos un cuerpo vivo, sino un cadáver en putrefacción. La Iglesia no podrá nunca morir ni volverse árida totalmente. Esto está garantizado por mis palabras explícitas; nadie puede dudarlo.

Está garantizado todavía por la presencia del Espíritu Santo; también hoy, entre la suciedad de los cadáveres que la recubren, no faltan las almas buenas, verdaderamente santas, a las que va el reconocimiento de contribuir a la circulación de la vida divina.

Hace algunos días te he hablado de los sacerdotes del Movimiento Mariano, milicia elegida, querida por mi Corazón Misericordioso y por el Corazón Inmaculado de mi Madre, para sostén y defensa de mi Iglesia, de mi Vicario en la tierra, hecho blanco de tantos dardos. Es milicia querida, bendecida y guiada por Mi Madre para preparar, con la lucha a la descarada y desvergonzada tiranía de Satanás, la hora grande de la liberación, la hora grande de la Reina de las Victorias.

 

La nueva primavera

 

Entre estos sacerdotes, está X. Me es querido por su deseo de perfección, y también por su amor por aquella Obra maravillosa que el mundo ignora, que los soberbios rechazan y que los humildes aman: el “Poema del Hombre-Dios”.

Es obra querida por la Sabiduría y Providencia divinas para los tiempos nuevos; es fuente de agua viva y pura.

Soy Yo, la Palabra viviente y eterna, que me he dado nuevamente en alimento a las almas que amo. Yo soy Luz, y la luz no se confunde y mucho menos se funde con las tinieblas. Donde Yo entro, las tinieblas se disuelven para dar lugar a la luz.

Donde no hay vida hay muerte, y la muerte es podredumbre. Hay una podredumbre espiritual no menos nauseabunda que la putrefacción orgánica de los cuerpos en descomposición. Yo, verdad y vida, agua viva y luz del mundo, ¿cómo podría morar en almas corrompidas por las concupiscencias de la carne y del espíritu?

También esto, hijo, prueba que quien no ha sentido en el "Poema" el sabor de lo divino, el perfume de lo sobrenatural, tiene el alma obstruida y oscurecida.

Hay obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas que una vez más todavía alegan esa prudencia, para ellos causa de tantas imprudencias. Se refugian dentro, y no saben que están dentro del fortín del demonio. La prudencia es virtud, y la virtud no tiene náusea de lo Divino.

Hijo mío, ¡qué bajo hemos llegado! Que sepa Don X.. que cada vez que ha releído el "Poema del Hombre-Dios" me ha dado alegría por todos aquellos que me han negado esa alegría.

Que no tema nada, si hay quien se niega a comprenderlo.

Sed conscientes de que el bien nuestro es muy diferente de el del mundo. El amor que nosotros llevamos a las almas está siempre unido al sufrimiento: es ley.

El sufrimiento es el medio no sólo útil sino necesario para la transformación, para la purificación y divinización del alma.

Hijo, ¡cuánto se necesita rezar, mortificarse y reparar por uno mismo y por los hermanos!

Si la hora de la purificación ha sonado, también los retoños vigorosos que anuncian la nueva primavera ya han despuntado.

¡Animo, Yo y mi Madre estamos con vosotros!

 

 

5 de febrero de 1976

SE REZA MAL

 

Hijo mío, escribe:

"Yo Soy el Señor Dios tuyo; ¡no tendrás otro Dios fuera de Mí!".

También escribe:

"Ama al Señor Dios tuyo con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente".

Os habéis habituado a escuchar estos Mandamientos como se escucha el sonido de las campanas que cada día hacen oír su repique. Todos las oyen pero casi ninguno las hace caso; así también los Mandamientos han quedado como letra muerta, mientras que deberían estar vivos en vuestros corazones.

He querido poner esta premisa para hacerte comprender mejor cómo se reza mal, incluso por los pocos que rezan. poquísimos son los que rezan bien, ya que no es posible rezar si se ignora el primer Mandamiento; peor todavía si, conociéndolo, se olvida.

Ponerse en la presencia de Dios quiere decir cumplir una serie de acciones espirituales, esenciales para una oración buena y eficaz.

Es necesario hacer un acto de fe que eleve nuestra alma hasta Él. Lo que quiere decir tomar contacto espiritual con Dios Uno y Trino.

A este acto de fe tienen que seguir, necesariamente, actos de humildad, de confianza y de amor que sirven para intensificar el contacto con Dios. Estos actos son indispensables para una buena oración, porque impiden un ejercicio puramente mecánico que repugna a Dios. Yo alejo de Mí a los que me honran solo con los labios y no con el corazón.

Desgraciadamente son muchos, entre los pocos que rezan, los que rezan solo materialmente, engañándose a sí mismos de haber cumplido un deber que en realidad no se ha cumplido.

 

En el plano justo

 

Por lo que vengo exponiendo, ves qué graves deficiencias hay en la vida espiritual de los cristianos; por el momento me limito a ésta, pero ¡cuántas otras hay que señalar!

"Ama al Señor, tu Dios, con todo el corazón..."

Para quien ama verdaderamente a Dios, poniéndolo en el vértice de toda su vida, no hay peligro de elevar a Él oraciones que sean la expresión del orgullo y del egoísmo, como el pedir sólo el éxito de las cosas materiales, la salud, riqueza y honores.

Si se piden solamente estas cosas, no se puede establecer ningún contacto con Dios.

Dios no entra en almas llenas de preocupaciones materiales, sedientas sólo de bienes terrenos; estas almas están envueltas por la oscuridad.

Quien ama a Dios verdaderamente, se pone en el plano justo delante de Dios buscando la gloria y el amor de Él.

Quien ama verdaderamente a Dios, busca, como primera cosa en su oración, el Reino de Dios en las almas, para su mayor Gloria; “Quaerite primum Regnum Dei et haec omnia adiicentur vobis”[13]

Dios no sería Dios si no fuera fiel a sus promesas. "Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá...".

Quien reza y queda decepcionado, lo debe al hecho de ponerse fuera del Primer Mandamiento "Yo soy el Señor Dios tuyo, no tendrás otro Dios fuera de Mí". Y porque no observa el Mandamiento fundamental: "¡Ama a Dios con todo el corazón!", su oración no es escuchada.

Se ha olvidado que Yo he enseñado a los Apóstoles y a vosotros cómo se debe rezar: "Padre nuestro que estás en el Cielo...”

Ponerse en la presencia de Dios es un elemento de primer orden en la oración. El orante se olvida de sí mismo para subir con su alma a Dios Padre que es el único Grande, el único Santo, el único Bueno.

Algunas reflexiones

Aquí entra el Mandamiento del amor como parte esencial de la oración a Dios Padre. La Paternidad divina equivale también al amor del prójimo. Decimos "Padre Nuestro" para recordarnos el amor hacia los hermanos como nosotros hijos de Dios, del mismo único Padre, del Cual ha brotado por creación nuestra vida y hacia el Cual nos dirigimos.

En Él debemos fijar nuestra mirada con confianza como el náufrago mira con confianza y esperanza a la estrella polar.

"Santificado sea tu Nombre": Debemos santificar, esto es, glorificar el santo Nombre de Dios, uniéndonos al coro de todas las voces (nihil sine voce[14]) y satisfaciendo así la finalidad de la Creación que es la glorificación de Dios.

"Venga Tu Reino": Quien verdaderamente ama se olvida de sí mismo, porque su pensamiento corre hacia la persona amada para la que quiere la felicidad.

"Hágase tu Voluntad” el buscar la realización de nuestros deseos y quereres, es anteponernos a los demás y esto es egoísmo. El anteponer a nuestra voluntad la Voluntad Divina, esto es amor.

Si el que reza, reza con estos sentimientos, y se pone en la presencia de Dios, preocupado sólo de su gloria, del advenimiento de su Reino, de la realización de su Voluntad, ve que su oración produce efectos inesperados y maravillosos. Todo le será dado y en medida sobreabundante.

¿Puede tal vez Dios, Padre infinitamente bueno, dejarse superar por sus hijos? ¡No, esto no! Por esto Él dejará caer sobre el orante una lluvia de gracias y de dones celestes. Dios nos pide a nosotros que lo amemos.

No tolera que nosotros lo pospongamos a nuestras mezquindades humanas, porque sería ofensa e ingratitud.

 

Maestros de oración

 

“Mis ministros ¿no deberían ser maestros incansables para enseñar a los fieles a rezar? Una buena mamá no se cansa jamás de enseñar a sus niños, a medida que crecen, las cosas necesarias para la vida. Y mis ministros ¿no son ellos los que engendran, mediante el Bautismo, la vida divina en las almas? ¿No vivís vosotros una auténtica paternidad espiritual sobre los fieles confiados a vuestro cuidado? ¿Qué cosa es la que os hace descuidar deberes tan importantes?

Los efectos desastrosos de esta paternidad tan mal ejercida sobre vuestros hijos espirituales los podéis constatar, si tenéis el valor de observarlos.

A Dios, justo Juez, nada escapa de lo que debéis dar. Está en juego la salvación de tantas almas cuyo precio es infinito.

Hijos míos, es verdad, que las causas de la crisis de Fe, que está encaminándose a su epílogo, son diversas y algunas de ellas están fuera de vuestra voluntad; pero también es cierto que algunas de estas causas se os deben imputar ¿Qué será de vosotros, si no os arrepentís y no hacéis penitencia?

¿Qué será de vosotros, si continuáis sirviéndoos a vosotros mismos en vez de servir a Dios?

Hijos y sacerdotes míos, el tiempo que os queda no es mucho. No Yo, sino vosotros estáis determinando vuestra eternidad.

Hijo, no me canso de pedirte oraciones y reparación”.

 


 

[1] Ver página... del día 17 de noviembre en el que Jesús pide que sea instituida la Pía Unión de los “Amigos del Santísimo Sacramento”. Algunos sacerdotes la han acogido y han realizado esta invitación.

 

[2]  Dame fuerza contra tus enemigos.

[3]  Milicia es la vida del hombre en la tierra (Job 7,1)

[4]  Hágase tu voluntad.

[5]  El enemigo del hombre.

[6]  No serviré.

[7]  La Justicia y la Misericordia se besan.

[8]  Reina de los Apóstoles.

[9]  Desde la eternidad.

[10]  Hágase.

[11]  Desde la eternidad.

[12]  Muchacho gravemente disminuido en el físico y dotado de dones sobrenaturales.

 

 

[13]  Buscad primero el Reino de Dios, y todas estas cosas se os darán por añadidura.

[14]  Nada sin voz.

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