¡HIJOS MÍOS, ÁNIMO!

 

Confidencias de Jesús a un Sacerdote

Monseñor Ottavio Michelini

 

 

26 de Octubre al 28 de Noviembre del 1975

 

 

26 de octubre de 1975

CONTRADICCIONES EN LA PASTORAL

 

Hijo, en el precedente mensaje a los obispos te he hablado de las contradicciones existentes actualmente en la pastoral de los obispos y de los sacerdotes.

Estas contradicciones, si lo quieren, no será difícil verificarlas. Más importante aún será buscar sus causas.

 Ninguno se deje vencer por la tentación de evadirse. Si con humildad me quieren, Yo estaré junto a ellos para infundir la luz y el valor.

He dicho que éste es tiempo de revisión, y de revisión urgente. Es tiempo de intervenir con firmeza, amor y prudencia. No se dejen intimidar por el Maligno, vuelto  fuerte y audaz por el letargo en que ha caído mi Iglesia.

La incoherencia ha sido superada con mucho por las contradicciones tan frecuentes, tan difundidas que se han transformado en costumbres de vida, por lo que ya ni se notan. Las consecuencias de estas contradicciones en acto en mi Cuerpo Místico son verdaderamente inconmensurables. Pero por desgracia no son éstas los únicos males.

No es el caso ahora hablar de muchos que se profesan ateos, sino de los que comúnmente son considerados "buenos cristianos".

La mañana del domingo van a la iglesia, quizá esperando al entrar en ella que se haya acabado el interminable comentario de mi Palabra. Se acercan a los Sacramentos, pocos con fervorosa fe, muchos por costumbre o tradición familiar.  Hay tan escasa convicción que por la tarde no tienen ningún escrúpulo en asistir  a películas pornográficas o, si no todas son  tales, a películas que son verdaderas escuelas de robo y violencia de todo tipo.

Al fin el veneno del materialismo entra en todos.  Entre adolescentes y jóvenes la corrupción ha entrado como ríos en crecida, y la inmoralidad se difunde.

Todas las puertas han estado abiertas, incluso las de los así llamados "buenos cristianos" que por la mañana van a confesarse, aun  sabiendo que en el resto del día pecarán gravemente.

 

Jueces de las conciencias

 

Eso lo saben ellos y lo saben también muchos confesores que continúan absolviendo todo y a todos. Por la ma­ñana Santa Comunión, que al fin no es santa, por la tarde se fre­cuentan bailes, lugares y encuentros en los que la exaltación de la sensualidad es ley.

Los adúlteros se confiesan ya con la seguridad de que no faltará el sacerdote siempre pronto a absolverles. Se han olvidado las palabras claras y precisas "Nolite ponere margaritas ante porcos". Se ha olvidado que los Sacramentos son los frutos preciosos de mi Redención.

Se han olvidado las palabras con las que Yo, Salvador y Liberador, he conferido a mis Apóstoles y a su Sucesores el poder de perdonar o retener los pecados.

Se han olvidado muchos sacerdotes de que han sido constituidos jueces de las conciencias. Y es función del juez, en el ejercicio de su profesión, el indagar sobre los delitos, sobre la entidad de los delitos.

La facilonería con  que se absuelve siempre todo y a todos no responde al designio de mi Misericordia sino a un plan de Satanás. Transformar los medios de salvación en medios de condenación, y desacreditar el valor infinito de la Gracia y de los medios por Mí queridos para distribuirla.

Te he hablado de Misas sacrílegas, ahora te digo que a las Misas puedes añadir las Confesiones sacrílegas, a veces doblemente sacrílegas.  De las Comuniones sacrílegas he aquí, hijo, dónde están las raíces. Este laxismo que vuelve indiferenciable lo lícito de lo ilícito, el bien del mal, ¿dónde tiene sus raíces? He aquí por qué urge la revisión sin vacilaciones.

La anarquía ha entrado sin oposición, del externo también al foro interno por lo que algunos sa­cerdotes se hacen autores de nuevas doctrinas y de una nueva moral que todo admite y que todo aprueba.

Las consecuencias son por sí mismas comprensibles: para muchos sacerdotes el sexto y el noveno Mandamientos no tienen ya razón de ser. Esto es suma soberbia, esto es quererse sustituir a Dios, esto es no creer en Dios, esto es no creer en la Omnipotencia, Omnisciencia y Omnipre­sencia de Dios.

Satanás a continuación induce a sacerdotes a que repi­tan su pecado de soberbia y de desobediencia. Él ha encon­trado aliados fieles en mi Iglesia, induciéndoles a hacerse colaboradores suyos en la obra de desmantelamiento.

Pero Satanás y estos sus colaboradores ¿ignoran tal vez mis palabras que no cambian: "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los tiempos y las puertas del In­fierno no prevalecerán"?

¡Mi Iglesia será purificada, será liberada mi Iglesia!

Lo exige mi amor por ella, lo exige la justicia, lo exige mi Misericordia. De esto no se tiene la apropiada visión.

 

Yo soy el fuego

 

Hijo, cuántas veces en los precedentes mensajes no te he hablado de nubes que cubren mi Iglesia, en oscuridad profunda.  No lo hecho por casualidad.

En otras ocasiones te he dicho que el Amor se puede comparar con un brasero ardiente, capaz de transformar y de comunicar a otras cosas de naturaleza diversa (ver el hierro de por sí frío y oscuro), la propia natura­leza que desprende fulgor y calor. Un pedazo de hierro puesto en un brasero, abrasa como el fuego, resplandece como el fuego y produce los efectos del fuego.

Yo soy el fuego venido a la tierra para incen­diar  las almas con mi amor, para compenetrarlas con mi  vida divina. Sobre este fuego no es agua lo que se arroja para apagarlo sino toda la porquería, la inmundicia, y toda la oscuridad que hay en la mente de quien es tinieblas y pecado, que es odio y rebelión.

¿Qué queda del brasero ardiente sobre el que se arroja el agua? Pocos carbones negros y humeantes. La mona de Dios todo hace y todo realiza en oposición a Dios Creador, a Dios Redentor, a Dios Santificador.

He venido a la tierra para traer el fuego de mi Amor, para comunicar a las almas el calor y el esplendor de mi Amor divino y hacer de los hombres, esclavos, hijos de Dios, hermanos míos herederos Conmigo de la gloria del Pa­dre.

Satanás que nada ha perdido de la potencia con la que fue dotado ni de su libertad natural, continuamente esta inclinado a una obra de transformación de las almas en tizones negros y humeantes, herederos con él de las penas eternas del Infierno.

Hijo mío, no se quiere comprender que la presencia del hombre en la tierra está en orden a la vida eterna, que la tierra es exilio y campo de una lucha, no querida por Dios sino por el odio, por la envidia y la rivalidad de Satanás y de sus diabólicas legiones.

Su designio ahora se podría decir que lo ha logrado. Es el de convencer a los hombres de su no-existencia y  mantener en letargo a obispos y sacerdotes, tanto de no advertir las contradicciones en que están sumer­gidos.

Pero la última palabra la dirá la Madre mía y vuestra que aplastará de nuevo con su pié la cabeza de la mal­dita Serpiente.

Un despertar a la fe, a la visión realista y trágica de las contradicciones en las que se vive, un retorno a un sin­cero arrepentimiento, podría detener el alud en marcha.  ¿No irán todavía la oscuridad, la presunción y el orgullo a vencer?...

 

Ninguno se engañe

 

Grítalo fuerte, hijo: ninguno se haga ilusiones, los días están contados. Ay de aquellos que se hagan sordos e insensibles a mis llamadas.  Demasiada resistencia han opuesto a mi Misericor­dia.

Es tiempo de revisión, es tiempo de poner la segur a la raíz, es tiempo de sacudirse el letargo, es tiempo de bajar al campo y presentar batalla contra el infer­nal Enemigo.

Yo he vencido a Satanás, Yo he vencido al mundo, Yo he vencido a la muerte.

Hijos míos, ¡valor!, La hora es grave, pero unidos a Mí, unidos entre vosotros, podéis salvaros.

Es la última posibilidad que se os ofrece. Los medios no os faltan y más que válidos para frenar, detener y delimitar el arrogante avance del Ene­migo.

Te bendigo. Ofréceme tus tribulaciones: me pagarán por la necia e insensata obstinación de tantas almas consa­gradas a Mí.

 

 

 

28 de Octubre de 1975

 

INSTRUMENTO DE PERDICIÓN

 

Yo te he dicho, hablando de la Confesión, que el modo en que se administra este Sacramento no responde del todo a un plan de mi Misericordia y de mi Amor si­no más bien a un perverso designio del Maligno.

El no ha dejado nada sin intentar por transformar este Sacramento, medio de resurrección y de vida, en un mortífero instrumento de perdición, oscureciendo él, Prínci­pe de las tinieblas, este precioso fruto de mi Redención.

Te he dicho en un reciente mensaje, que he constituido a mis sacerdotes en jueces de las conciencias. ¿Cómo?...  ¿No soy Yo el Eterno Sacerdote?...

Cuando vosotros, llamados por Mí, os habéis consagra­do a Mí, Yo os he participado a vosotros mi Sacerdocio, o sea, os he llamado a formar parte de mi Sacerdocio, como en su tanto participo a las almas (con  los otros Sa­cramentos) mi Vida sobrenatural.

Pero Yo soy el Ser infinitamente simple: no hay en Mí atributos o perfecciones distintas. Yo soy el Ser infinita­mente perfecto, y en Mí están todas las perfecciones.

Yo soy el Eterno Sacerdote, Yo soy el Eterno Juez. Soy el Eterno Amor y la Eterna Justicia, soy la Eterna Misericordia.

A Mí, Juez está reservado el juicio particular de todo hombre, juicio sin apelación, irrevocable que tendrá su con­clusión final con el juicio universal, y esto sea para la huma­nidad o sea para la naturaleza angélica.

Yo, el Juez infinitamente justo, juzgo a cada hombre con justicia. Ser juez quiere decir absolver o condenar con justicia las culpas de quien ha pecado.

 Todo sacerdote debe ser juez recto, justo e imparcial.  Este poder no es de ellos sino de Mí, Eterno Juez.

Muchísimos ejercitan este poder como si fuese de ellos; administran este poder sobrenatural con una facilonería e inconsciencia que hace estremecer a quien tiene un poquito de sensibilidad espiritual.

Se ayuda a los penitentes a encontrar todas las justi­ficaciones posibles a sus pecados, concluyendo que la misericordia de Dios es grande.

 

Confesiones sacrílegas

 

La Misericordia de Dios no es solo grande sino que es infini­ta, pero esto no autoriza a ninguno a abusar de ella en un modo tan vergonzoso.

Es importante, hijo, y por eso te repito esta cosa: "¡No os volváis de administradores de la justicia divina, en cómpli­ces del demonio, de instrumentos de salvación, en instru­mentos de perdición!".

De Dios no se puede uno reír impunemente. Las palabras con las que Yo he instituido este medio de salvación, son de una cla­ridad inequívoca: Perdonar o retener los pecados.

No puede haber Confesión válida sin arrepentimiento sincero, no puede haber arrepentimiento sincero sin un se­rio y eficaz propósito de no querer pecar más.

Muchas Confesiones son nulas. Muchas son dos ve­ces sacrílegas. Quien se confiesa sin tener las disposiciones requeridas y quien absuelve sin cerciorarse que las requeridas dispo­siciones existan, profana el sacramento y comete un sacrilegio.

Envilece este prodigioso medio de salvación, transmutándolo en medio de perdición, aquel sa­cerdote que se hace cómplice del malvado designio de Sa­tanás.  No busca a Dios ni el bien de las almas, sino se busca a sí mismo y es en verdad terrible anteponer a sí mismo a Dios.

—Entonces Señor...

Sí,  hijo mío, no estúpido rigor, sino rectitud y jus­ticia.

¿Porqué habría dicho a los Apóstoles y a sus suceso­res: "Andad, y a todos aquellos a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retuviereis les serán retenidos?”  Es evidente que con estas palabras se les pide un serio y equilibrado juicio que no admi­te compromisos con ninguno, ni con la propia conciencia, ni con el penitente y mucho menos Conmigo.

 

Ya nada es pecado

 

Muchas cosas, hijo mío, voluntariamente las repito para imprimir mejor en el alma de mis sacerdotes este pun­to focal de la pastoral actual.  Sí, se absuelve todo y a todos sin ninguna discriminación.

Para muchos sacerdotes es además tan fácil absolver, porque ya nada es pecado...

La pureza ya no es una virtud;  la paternidad res­ponsable, que justamente entendida es cosa buena, se ha vuelto motivo de todas las licencias en las relaciones matrimoniales.

Bajo el pretexto de favorecer la cultura se autorizan las lecturas más perjudiciales en las que los gérmenes de la lujuria y de los errores filosóficos y teológicos se arrojan sin parsimonia.

Hoy todo está basado en el fraude, en el hurto; la justicia exige que el confesor se asegure del serio, eficaz propósito de restituir lo quitado.  Muchísimas veces, ni siquie­ra se advierte al penitente de este estricto deber.

En nombre del progreso, para convencer al penitente que el confesor es hombre moderno a la altura de los tiempos se cierran ambos los dos ojos.

Estas cosas se pasan por alto por quien tiene la responsabilidad de combatir el mal desde sus raíc­es, siempre, en todas partes y sin descanso para no ser superados (como en verdad lo seréis) en esta oscu­ra y tremenda hora que estáis a punto de vivir.

Te bendigo y Conmigo te bendicen la Madre y San José.

 

 

 

2 de Noviembre de 1975

 

DESESPERADA MALDAD

 

Hijo mío, no es nuevo el asunto del que te hablaré esta tarde. Te he hablado de él varias veces en precedentes Mensajes.  Se trata de la lucha que Satanás ha desatado con­tra el hombre.

Al no poder afrontar directamente a Dios, lo combate indirectamente descargando su desesperada maldad (hecha de odio, envidia y celos) sobre el hombre destinado a colmar los vacíos abiertos con su rebelión a Dios.

Satanás es llamado Príncipe de las tinieblas porque su fundamental intento es el de oscurecer y ensombrecer la luz de Dios en las almas.

Dios es Luz, Satanás es Tinieblas.

Dios es Amor, Satanás es Odio.

Dios es Humildad, Satanás es Soberbia.

La guerra declarada por Satanás al hombre en odio a Dios ha asumido proporciones tan vastas y grandiosas en su horrible realidad que no tiene comparación en la historia humana.

La guerra, en general, está formada por una cadena de batallas. Esta batalla, de una guerra que con­tinuará hasta el fin de los tiempos, es la más grande y pavo­rosa.  Su epílogo no está lejano, sucederá por la directa inter­vención de la Madre mía y vuestra.

Ella  aplastará de nue­vo la cabeza de la Serpiente. Ella, la humilde Sierva del Señor, por su humildad ha vencido la soberbia y el orgullo, y definitivamente lo vencerá al fin de los tiempos.

Satanás es tinieblas y por tanto no ve. Su desesperado orgullo se lo impide. Sin embargo teme la derrota de esta batalla, que para él será motivo de vergonzoso envilecimien­to, mientras para mi Iglesia purificada será motivo de un largo período de paz y así también lo será para los pueblos nuevamente sanados de los muchos males de los que hoy sufren.

Por esto Satanás ha empeñado todas sus posibilidades y las de sus legiones.

Todas las astucias, todas las insidias de su naturaleza corrompida pero rica en innumerables dones de potencia, de inteligencia y de volun­tad, son usadas en su loca tentativa, nacida y madurada en él a partir del momento de su rebelión a Dios.

Destruirme a Mí, el Cristo, el Verbo de Dios hecho Carne, y la Iglesia salida de mi Corazón abierto son la meta desesperadamente anhelada, y te­nazmente perseguida.

 

Cierran los ojos

 

Pero la loca ceguera le ha hecho cometer numerosos errores tácticos, típico aquel de descubrirse de­masiado.

Un general perspicaz nunca deja entrever sus planes a sus enemigos, sa­biendo bien que esto es una imperdonable imprudencia. En cambio Satanás ha descubierto muchas de sus cartas.

Por esto Mi Vicario en la tierra recientemente ha po­dido decir que hoy en la Iglesia se verifican hechos que humanamente no se pueden explicar: en ellos son evidentes las intervenciones directas del Príncipe de las tinieblas.

Sin embargo Obispos, Sacerdotes y la casi totalidad de los fieles no ven.  No ven porque cierran los ojos a la luz, porque tienen mente y corazón envueltos en la oscuridad.

Cuando Pablo VI dijo: "El humo del Infierno ha entrado en la Iglesia" ¿qué quería decir? El contagio de Satanás ha entrado en la Iglesia. El contagio de Satanás es la soberbia, el orgullo.

Repito: Satanás en su 'loca, desesperada ilusión se propone como objetivo principal borrar de la faz de la tie­rra a Mí, Verbo Eterno de Dios y naturalmente Con­migo a Mi Iglesia salida de mi Corazón abierto. Quisiera aniquilar el Misterio de la Encarnación, razón y causa de la liberación de la humanidad de su tiranía.

Con la caída de Adán y Eva pensaba haber derro­tado a Dios, haber asegurado para siempre un completo dominio sobre los hijos de la culpa; estaba con­vencido de haber arrebatado con el engaño y con la astucia a Dios Creador  sus criaturas sujetándolas a su indiscutible dominio, en el tiempo y en la eternidad.

Pero Dios es Amor y con unánime concurso de la divina Trinidad, fue  decretado el Misterio de la Salvación: de aquí el implacable odio de Satanás contra Dios y contra el hom­bre.

 

La victoria en sus manos

 

Actualmente Satanás, siendo tinieblas no tiene la jus­ta visión de las cosas, está convencido de que tiene la victoria en sus manos por lo que no sin dramáticas, horribles y pavorosas convulsiones dejará que se le escape su presa, que es la humanidad contagiada por su mal: la soberbia y la presunción.

Esta guerra tendrá su epílogo al fin de los tiempos, pero le guerra es una cadena de batallas como dije; y la batalla actualmente en acto es la más grande, después de la combatida por San Miguel y sus letones contra las po­tencias rebeldes.

Muchas batallas luego se han combatido en el trans­curso de los siglos pero ninguna de estas es equiparable a esta presente batalla en la que están incluidas naciones y pueblos de todo el mundo.

Los hijos de mi predilección serán, más que los otros puestos en la mira y hechos blanco de una feroz persecución pero de nada deben temer, en la hora de la prueba Yo estaré en ellos.

Yo que soy la Sabiduría, la Misericordia, el Amor y la Omnipotencia sabré plegar las oscuras maniobras y el loco orgullo de Satanás y de sus legiones para sacar de todo esto un triunfo; Mi Iglesia purificada.

¡Ay de aquellos, hijo mío, que se rehusan a ver! Bas­ta un acto de sincera humildad para permitir que la luz se filtre en sus almas.

Necios e insensatos si se obstinan en resistir al Amor que los quiere salvos. ¿No saben y no piensan a lo que están renunciando? No saben y no piensan en aquello a cuyo en­cuentro se dirigen?

Ves en esto hijo mío, cómo mucha os­curidad se ha hecho en Mi Iglesia...

La tierra es lugar de exilio, la Humanidad entera es­tá en marcha hacia la Eternidad.

 

El materialismo

 

El materialismo, encarnación de Satanás, negando y sustituyéndose a Dios pretende dar a los hombres un pa­raíso aquí en la tierra, una felicidad que ella no posee y por tanto no puede dar.

¡Trágica mentira, astuto engaño al que muchos cristianos, sacerdotes y aún Obispos se han aferrado en nombre del progreso, olvidando el fin de la Creación y el de la Redención!

He aquí porqué ya no se habla de los Novísimos, del verdadero enemigo del hombre, del pecado con el que la obra de Satanás se identifica. De esto son responsables no pocos Obispos, muchísimos Sacerdotes.

 

La casi totalidad de los cristianos se han dejado se­ducir desviándose de la recta vía. Mientras tanto cada hombre como individuo está en marcha hacia la Eternidad, o de gozo eterno o de condenación eterna.

El hombre, presa de Satanás, está al centro de una furiosa lucha de Satanás, desencadenada para arrebatarlo a Dios quien, con un designio providencial, ha enviado a la tierra su Verbo hecho Carne, para liberar al hombre y así devolverle la primitiva grandeza, dignidad y libertad.

¿A quién le toca guiar al hambre en su cami­no y peregrinación terrena?

A Mi Iglesia.

Pero en mi Iglesia el Príncipe de las tinieblas ha traído temiblemente su contagio: soberbia y orgullo, oscureciendo las mentes y endureciendo los corazones.

 

La iglesia es mía

 

Pero la Iglesia, hijo, ¡Es mía!

Ella ha salido de Mi Corazón Misericordioso y abierto.

Yo quiero a Mi Iglesia: una y santa, pura y resplan­deciente de mi Doctrina y no dividida por herejes en oposición perenne contraste entre ellos mis­mos. Y así será después de la purificación cercana.

Yo he triunfado como ya te dije, en el sufrimien­to y en el dolor y así será también para Mi Iglesia.

He conocido horas de tinieblas, he conocido violencias y hu­millaciones de todo género. Yo hasta he gritado: "Padre, Padre mío ¿porqué me has abandonado?" Este grito lo elevarán al Cielo muchos hijos míos en el colmo de su pasión.

Pero ¿puede Dios que es Amor, abandonar a sus hi­jos a quienes ha amado y ama desde toda la eternidad?

La mujer en el parto gime, pero des­pués se alegra porque ha dado a la luz un hijo.

Es tiempo de que el grano arrojado en el seno de la tierra se descomponga para luego dar mucho fruto.

Está próxima la hora en la cual mi Iglesia gemirá en la feroz e inaudita persecución para poder renacer Una, Pura, Santa e Inmaculada.

Será la madre de los pue­blos que se reunirán bajo sus alas y en la paz y en la justicia, será maestra y guía segura para todos los hombres de buena voluntad.

He aquí porqué te digo: urge hacerlo pronto. Quie­ro que Obispos y Sacerdotes se preparen en la humildad y en la penitencia, en la oración que debe ser unánime. No han de olvidar que a Mi Pasión siguió Mi Resurrección.

Te bendigo hijo mío.

Ofréceme tus sufrimientos, consuela Mi Corazón tras­pasado por la dureza e insensibilidad de mis redimidos, de mis ministros y de aquellos que Yo he llamado y  he amado como hermanos y amigos.

 


 

15 de Noviembre de 1975

 

SOY HOMBRE PECADOR

 

Te creo, oh Jesús mío, Uno, con el Padre y con el Espíritu Santo en la Unidad de naturaleza, esencia y de vo­luntad y en la Trinidad de personas.

Jesús, dame una correspondencia sensibilísima e in­mediata, generosa, valerosa y perseverante.

Jesús, tómame de la mano y arrástrame donde, como y cuando quieras Tú. Sé en mí fermento de transformación sobrenatural, de purificación, día y noche pero especialmente en la Santa Misa.

Jesús mío, ¡acéptame como soy para que volverme como Tú quisieras que yo fuera! Enséñame tus caminos y condúceme por ellos.

Jesús, sé Tú quien dirija mis pasos en la realización de tu Voluntad.

Revélame, oh Señor, tus pensamientos y tus deseos,  y ayúdame a ponerlos en práctica en la vida de cada día.

Sé Tú, oh Jesús, en mí en el creer y en esperar, en amar y confiar; se Tú en mí en el callar y aceptar, en el sufrir y ofrecer. Sé Tú en mí en el rezar y adorar, en el hablar,  en el vivir en mí.

Jesús mío, auméntame sin límites la fe, la esperan­za, la caridad; acrecienta ilimitadamente la sabiduría, la justicia y la fortaleza, la piedad, el temor de Dios y la tem­planza.

Jesús, dame sin medida la seguridad y la confianza, la humildad y el arrepentimiento, el abandono y el espirita de mortificación y  de obediencia, de pobreza y de pureza.

Revive en mí, o Jesús,  tu paciencia y mansedumbre, tu clemencia.

Jesús mío, ten piedad de mí: soy hombre peca­dor.

 

 

 

15 de noviembre de 1975

 

AMARTE SIN LÍMITES

 

Señor soy menos que gusano, un puñado de polvo, Dios mío soy solamente pecado.

De Ti he recibido todo: de Ti la vida, la gracia y la luz. Tú solo eres Grande, eres el Santo, Tú el Omnipotente y el Omnisciente; Tú solo el Omnipresente.

Señor, si yo te amo es porque Tú me has dado el amor.

Si yo espero en Ti es porque me has dado la esperanza.

Señor, si yo creo en Ti es porque Tú me has dado la fe. Señor mío Tú eres el Todo, yo la nada;  Tú la Luz, yo las tinieblas; Tú La Vida, yo la muerte; Tú la Verdad, yo el error. Señor yo soy la necedad, Tú eres la Sabiduría.

Dios mío, has puesto desde la eternidad tu mirada misericordiosa en mí, que soy como un gusano que se arrastra en el polvo.

Ven, Oh Jesús mío, con el Padre y el Espíritu Santo, ven a tu "gotita de agua que cae hacia abajo", Ella te quiere amar sin limites y sin limitaciones pero no podrá si Tú no vienes a ella.

Sé por tanto Tú el alma de mi alma, dame tu Espíritu que es fuego que arde y que transforma, que ilumina y calienta, que purifica y vivifica.

Sé Tú el alma de mi corazón, de mi cuerpo, de toda mi vida. Sólo así, Jesús, puedo amarte verdaderamente sin límites.

Así quiero amarte por el tiempo que no te he amado, por aquellos que desde el principio no te han amado, por quien actualmente no te ama y por los que no te amarán basta la consumación de los siglos; te quiero amar por los condenados que te odiarán por la eternidad.

Corazón misericordioso de Jesús, ten piedad de mí. Soy un hombre pecador.

 

 

17 de noviembre de 1975

 

AMIGOS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

 

“Hijo mío, escribe:

Yo, Jesús, quiero una institución que desarrolle de todas las maneras la fe, la devoción, el amor y el culto a Mí, realmente presente en el Misterio de fe y de amor por excelencia, la Eucaristía.

1.      A esta Pía Unión podrán adherirse todos, niños y niñas, muchachos y muchachas, hombres y mujeres sin discriminación de edad.

2.      Su finalidad es la de favorecer en si mismos y en los demás, en todas las formas aprobadas por la Iglesia, la fe y el amor a Mí, realmente presente en el Misterio Eucarístico.

3.      Su objeto es:

— La visita diaria a Mí en la Iglesia, o al menos una visita y comunión espiritual hecha en casa si no es posible ir a la iglesia.

— La Santa Comunión (al menos) semanal.

La hora de adoración al menos mensual.

La reunión una vez al mes.

Es bueno tener un pequeño registro con el nombre de los que se adhieren.

5.      Es función del  Párroco o quien haga las veces, la dirección del grupo y el desarrollo de las catequesis de la Eucaristía en las reuniones, y estimular, con el ejemplo y con la palabra, el amor a Mí en el Santísimo Sacramento.

Esta Pía Unión será llamada: "Amigos del Santísimo Sacramento".

Yo, Jesús, deseo vivamente esto; no se pierda tiempo”.

 

Algunos sacerdotes han acogido ya la invitación (3 diciembre 1975) y algunas asociaciones, en el silencio y el fervor, están ya germinando.

Se tenga presente que:

La Pía Unión será dirigida por un consejo formado por el Director, un secretario, un tesorero (para las ofrendas que puedan venir; no se moleste sin embargo ninguno en pedir) y por dos o tres consejeros, nombrados por la asamblea de los adherentes.

El tema de las reuniones será siempre y solamente eucarístico, además de las propuestas y discusiones sobre los medios más convenientes para hacer vivir la Pía Unión.

Satanás no quiere ciertamente esta Pía Unión y no faltará de crear obstáculos. Hace falta resistir y contraatacar, quemando etapas con la oración, especialmente con el Rosario.

Jesús (y con Él la Madre Celeste) mira con complacencia a todos aquellos que tomen seriamente a pecho Su Invitación. Esta Pía unión no es más que una actualización de las Confraternidades del Santísimo Sacramento.

 

 

 

17 de noviembre de 1975

 

EL AMOR DE LOS INOCENTES

 

“Escribe, hijo mío. Te había anunciado que volvería sobre este tema y heme aquí fiel.

En cada criatura humana hay tres fisonomías; dos de las cuales son sabidas.

La fisonomía del rostro que es visible a todos; vemos el rostro de todos, hecho sobre el mismo modelo, sin embargo, todos son diferentes uno de otro.

Vemos menos claramente la fisonomía interior del hombre, esto es, la del alma, del temperamento, del carácter, de la inteligencia, etc.

Luego está la fisonomía aún más interior del alma, es decir, la de su vida o muerte sobrenatural.

Esta tercera fisonomía es percibida por muy pocos.

El alma, penetrada de la Gracia Divina, revestida de su cándido vestido nupcial es maravillosa.

Este esplendor lo ve Dios porque forma parte de Él. Lo entrevén también algunas almas muy avanzadas en la vida de la Gracia, es decir, de la perfección.

Pero como las fisonomías corporales no son iguales, tampoco las fisonomías interiores son iguales, es decir, los caracteres de los hombres, ni tampoco son iguales las fisonomías sobrenaturales.

He aquí las tres fisonomías, la del Cuerpo, la del Alma, y la de la Gracia.

La Gracia es la vida divina de las almas. Pero Yo soy el Amor. La Gracia es por lo tanto el Amor de Dios participado a las almas.

 

Diverso esplendor

 

Cada alma en Gracia tiene en sí mi Amor, con diversa intensidad de esplendor porque diferente es en cada alma mi Amor.

Se puede amar poco, poco; Se puede amar bastante, se puede amar muchísimo, y se puede amar en formas diversas.

Quien no ama en cambio está en la muerte, no tiene en sí luz interior. Es la más tremenda desdicha, ya que para el alma que no encuentra el amor que fue infundido en ella en el Bautismo, es la muerte eterna, el Infierno.

¡Sí, di fuerte esta palabra: Infierno, en el que ya casi nadie cree! Se puede amar bastante, se puede amar mucho, pero siempre con el alma. También con los sentidos se puede amar, como en el amor nupcial, que es amor casto y santo si esta bien dirigido en la justa vía. Se puede amar muchísimo interior y exteriormente sin sensualidad.

Es el amor de los inocentes es el amor de los puros, es el amor de los ángeles, es el amor de los primeros padres antes del pecado. El niño que abraza afectuosamente a la mamá excluye en su amor puro toda viscosidad.

 

Necesidad de expansión

 

El alma pura y casta, abismada en el amor de Dios y del prójimo, y que del Mandamiento del Amor ha hecho la ley de su vida, no es capaz de contener el amor en su interior. Él estalla incluso en la materia que lo aprisiona y tiene necesidad de expandirse como naturalmente se expande luz y calor de la llama.

Este amor fuerte, puro, inocente, no es comprendido sino por pocas almas. Por eso las pocas afortunadas que lo poseen deben con frecuencia sofocarlo no raras veces porque podría ser motivo de escándalo. Son poquísimas las almas consagradas que alcanzan esta plenitud de amor.

Pero como el alma del amor es siempre el sufrimiento, he aquí que, a veces, sofocándolo por un justo motivo, lo alimenta en mayor medida, por que sale fortalecida el alma del amor que es precisamente el sufrimiento.

Quien ama así no siente los estímulos de los sentidos.

Es más puede ser un error querer detener el curso natural del amor sobrenatural por motivos de respeto humano no justificable; como entre los primeros cristianos que se saludaban con el beso aun entre personas de diferente sexo. Ningún inconveniente se derivaba de ahí, porque eran castos y puros.

 

Palabra que no cambia

 

— Pero Señor, en este mundo nuestro en el mundo de hoy donde vicio, corrupción, obscenidad e impureza reinan soberanos, ¿no consideras esta doctrina peligrosa?

— No, hijo mío.

Mi Palabra es la Palabra viva, es la Palabra que no cambia con el cambiar de los acontecimientos y costumbres de los hombres.

Mi Palabra es como un rayo de luz que toca el fango, lo ilumina, pero no queda contaminado por él.

Si hoy esto no se comprende, lo será mañana en mi Iglesia regenerada a nueva vida y esplendor.

Te bendigo como siempre. Recuerda cuanto has escrito hoy. Para Ti y para tantas almas es importante.

Ámame. No olvides lo que tan frecuentemente te pido.

 

 

 

19 de noviembre de 1975

 

TODAVÍA JUNTO A MÍ

 

Escribe hijo mío:

Ya te he hablado de mi Madre Corredentora. Ella lo fue en realidad desde el momento en que se consagró a Dios, ofreciéndose toda ella, su pureza, su voluntad.

Este ofrecimiento se hizo cada vez más vivo, más luminoso, más consciente. Crecía en Ella la Gracia con el crecer de la edad.

Se hizo luego oficialmente corredentora en el momento en que pronunció su Fiat[1], provocando en Ella la Virginal Concepción de Mí, Verbo de Dios. Intensificó su acción de corredentora cada día de su vida haciendo realidad práctica su ofrecimiento inicial.

Corredentora en sus siete dolores, lo fue en modo sublime cuando me acompañó a Mí en el Calvario y cuando, bajo la Cruz, renovó también su Fiat, aceptando ofrecerme a Mí y a sí misma, como víctima al Padre por la liberación de la humanidad caída bajo las garras de Satanás.

Corredentora es y continuará siéndolo por siempre.

 

Presencia de la Madre

 

El misterio de la Cruz se renueva y se perpetúa en el misterio de la Misa.

Por consiguiente es real la presencia de mi Madre en la Santa Misa, como fue real su presencia en el Calvario.

Cierto no presente en la Hostia sino junto a la Hostia consagrada, como estuvo junto a Mí bajo la Cruz.

En aquel momento, hijo, junto a mi Madre en el Calvario estuvo Juan, y la presencia de Juan se continúa en la Santa Misa con la presencia del sacerdote celebrante.

Única y real fue, es y será siempre la presencia de mi Madre en la Santa Misa. Real es y será la presencia del Sacerdote en la Santa Misa. Pero esta presencia del Sacerdote puede ser diversa, porque diversas son las disposiciones  con las que los sacerdotes celebran.

Hay sacerdotes (no muchos pero los hay) que están presentes como Juan con una santa, activa participación, con un claro ofrecimiento, generoso, valeroso de sí mismos a mi Padre en unión Conmigo.

¡Piensa, hijo mío, en estas Santas Misas! Qué unidad sublime, estupenda y maravillosa en el Amor y en el sufrimiento, que es la esencia del amor, en una trinidad sublime, maravillosa.

Unidad y trinidad de amor ofrecida a mi Padre que, satisfecho, se reconcilia con la humanidad, a través del Nuevo Adán, la Nueva Eva y el pueblo de Dios en la persona de Juan, esto es, del sacerdote.

 

Un daño inmenso

 

Te dije hijo, que en su casi totalidad mis ministros ignoran culpablemente este rango suyo en el más alto Misterio de la fe y de la religión.

De este modo se privan a sí mismos y al pueblo que representan de innumerables gracias, mutilando y mortificando, en cuanto está en ellos, el designio de amor infinito de la Trinidad Divina, mortificando de nuevo la unidad y trinidad de amor del Calvario, al ser su presencia puramente material. Viene prácticamente a faltar, aun estando materialmente presente, la participación del pueblo al que el sacerdote representa.

De aquí debes deducir la gravedad de la inconsciente presencia de muchos sacerdotes míos en el Santo Sacrificio de la Misa.

Debes comprender el daño inmenso causado al pueblo de Dios, defraudado de tantos dones a él destinados a través del sacerdote, mediador y depositario de la Redención.

El sacerdote, (y son tantos, ¡hijo!) de canal a través del que debe correr mi gracia, se convierte en dique que se levanta entre mi Corazón abierto y el pueblo que él representa.

Piensa todavía en la vergüenza y el sonrojo que pasarán algunos sacerdotes en el Juicio final, viendo su grandeza, la dignidad real y la potencia que nunca por su culpa quisieron comprender, y a la que abdicaron en favor de otras cosas sin importancia, y que ahora llenan su vida de humo más bien que de luz.

 

Estoy afligido

 

Hijo, grítalo fuerte, grítalo a todos aquellos sacerdotes, que están fuera del plano de la salvación, que no son instrumentos de redención sino fuegos fatuos.

¡Mis sacerdotes no encuentran cinco minutos para prepararse a la Santa Misa, no encuentran cinco minutos para un poco de agradecimiento!... Y es lógico que sea así ¿De qué cosa podrían agradecerme si de la Santa Misa no han sacado ningún fruto? Luego pasan toda su jornada y parte de la noche, en cosas infecundas, inútiles y no pocas veces pecaminosas.

De esta pavorosa realidad ¿cómo no se iba a aprovechar Satanás?

Dilo a todos, sin reticencias, que las consecuencias catastróficas se deben en gran parte a mis ministros. ¿Qué maravilla si mañana su sangre tiñe de rojo la tierra?...

Te lo he dicho: bien distinta sería la situación de mi Iglesia si mis sacerdotes hubieran cultivado en sí la vida interior de sus almas.

Estoy afligido.

No a Mí se deberán imputar los grandes sufrimientos de la hora que se avecina.

Te bendigo, y contigo bendigo a los que te son queridos.

 

 

 

20 de noviembre de 1975

 

INVITACIÓN A LA ORACION

 

Escribe hijo mío:

Muchas veces he lamentado la crisis de fe que contagia a mi Iglesia, del vértice a la base.

Mi Iglesia languidece, mi Iglesia sufre porque mis ministros están gravemente contagiados.

Cuando el cuerpo no se alimenta, las fuerzas disminuyen; el cuerpo debilitado no reacciona contra los enemigos que lo atacan y que, más o menos lentamente, lo matan.

La lámpara no alimentada se apaga.

También la lámpara, no alimentada, de la fe se apaga y en el alma entonces se hace la oscuridad, se hace la noche.

Hasta el más pequeño hilo de hierba, incluso la flor si no son alimentadas, mueren pronto.

¿Qué cosa es una hoja de hierba agostada?

¿En qué se convierte una flor fresca y perfumada dejada sin alimento?

Pocas hojitas marchitas y secas, un tallo sutil y frágil que se parte al contacto con otro cuerpo.

 

Ángel prisionero

 

¿Qué es el alma del cristiano sin fe?

¿Qué es el alma del sacerdote que no reza?

Es lo más frágil y vulnerable que existe.

Inmersa en la oscuridad se pierde y es arrollada inexorablemente por la concupiscencia del espíritu, o por la de los sentidos,  frecuentemente por una y por la otra.

Es el ángel encarcelado por Satanás en la podredumbre de los sentidos o en la impureza del espíritu, en el error y la herejía.

¿Qué cosa es el ama del sacerdote que está en crisis de fe por falta de vida interior?

 Es el hazmerreír y el juguete de Satanás, quien desfoga sobre ella su odio, sus celos, ensuciándola

con todas las porquerías, y de ella hace una esclava.

Es la revancha desesperada de Satanás que vomita toda su baba venenosa sobre esa pobre y desventurada alma, que no ha querido usar los medios eficacísimos de defensa que Yo he puesto a su disposición.

 

Oxígeno del alma

 

El primer medio de defensa es la oración.

— la oración que eleva el alma hasta Dios.

— la oración que es la respiración del alma.

— la oración que es el oxigeno del alma.

— la oración que une el alma a Dios de un modo íntimo y profundo.

Cuando un alma se aferra fuertemente a Mí ¿quién la podrá arrancar de Mí, de mi Corazón?

El alma que no reza es como un fruto agusanado: nadie advierte la creciente podredumbre en su interior. Pero al final el fruto caerá a tierra, y se sabe como terminan estos frutos: en el estercolero.

Yo, Jesús Hijo de Dios, he rezado día y noche aun no teniendo necesidad. He querido que a la enseñanza precediera el ejemplo; pero para muchísimos cristianos y sacerdotes mi ejemplo no ha servido para nada.

Si alguien se niega a comer no me puede imputar a Mí la disminución en él de la fuerza física; si alguien se niega a orar no se me puede imputar a Mí el que se apague en él toda energía espiritual. Quien no reza es como un náufrago entre las olas tempestuosas de un mundo que no es de Dios. Si no nada ¿cómo puede salvarse?

Un número impresionante de sacerdotes que han dejado caer en el vacío mis invitaciones a la oración ¿cómo podrán salvarse? ¿No advierten que su febril actividad es estéril, que no está bendecida por Dios? Muchas veces hasta es contraproducente.

Ya no creen en los Sacramentales, de los que ya casi no hacen uso, salvo siempre las excepciones; Viven fuera de la viva Realidad espiritual; están como hipnotizados por el Maligno.

 

¡Enciéndanse fuegos!

 

Hijo, creen sólo en sí mismos, creen en las revistas vacías y en los periódicos. De estas fuentes beben ávidamente.

Bastaría una mirada tranquila y retrospectiva a la vida de la Iglesia para darse cuenta que sin la oración ningún Santo se ha santificado. Ningún mártir (y son millones) ha dado testimonio con su sangre de su fidelidad a Mí, a la Fe, sin ser sostenido por la oración.

A esto no miran. Pero ¿de qué alimentan su alma?¡ La vida de la Gracia está apagada en muchos!

¡Cuánta ceguera! Qué noche tan profunda...

Es terrible, han rechazado y rechazan la luz y la vida los elegidos para llevar luz y vida a las almas.

Hijo mío, Yo soy el Amor que ellos rechazan, Yo soy la vida que ellos apagan. Yo soy el fuego. ¿Qué quiero si no que este fuego arda?

 Por esto quiero que se enciendan muchos fuegos en los pueblos y en las ciudades. ¡Ay de aquellos pastores que se opongan a esta mi voluntad!

Quiero, por ejemplo, los amigos de Mí Eucaristía como te he dicho.

Te he elegido para una gran cosa: ¡para llevar mi Palabra a los sucesores de los Apóstoles, a los sacerdotes, a mis fieles!

¡Es una última oportunidad de salvarse y de salvar a las almas!

No me han creído a Mí, no han creído a mi Madre. No creerán; muchos persistirán en su ceguera, pero Yo quiero que sepan que ¡la hora está cercana!

Te bendigo, hijo mío.

 

 

 

21 de noviembre de 1975

 

BATALLA IMPORTANTÍSIMA

 

Hijo mío escribe.

Está escrito: "Meditare Novissima tua et in aeternum non peccabis"[2].

Estas palabras salidas de los labios de la Sabiduría se dieron al pueblo de Dios como norma de vida.

Permanecen como fuente de luz para que el hombre caído en las tinieblas pudiera caminar seguro hacia la meta final de su existencia humana.

Ahora este precepto, tan importante y tan eficaz, ha sido dejado a un lado con otros en nombre de la evolución de los tiempos que exigen nuevas formas de vida y de costumbres.

Habría bastado un poco de discernimiento para ver, en este desenfrenado deseo de lo nuevo, un astuto engaño del Enemigo del hombre.

El precepto de meditar día y noche las grandes verdades de la fe viene de Dios; la ardiente sed de novedades viene del Maligno.

Si los consagrados, en modo particular, hubieran pedido luz, no se la hubiese negado; pero deslumbrados por el Enemigo, se han dejado convencer por él, con todas las consecuencias que tú mismo puedes ver.

Dios quiere guiar al hombre al logro de la salvación eterna de su alma, pero cuando el hombre niega la poca colaboración que puede dar, Dios lo abandona sí mismo.

Dios quiere al hombre salvado pero con su consentimiento.

Dios lo quiere salvado pero no contra su elección.

Buscar a Dios en el silencio

En un mensaje precedente te he dicho claramente que solamente en el silencio del alma Dios hace oír su voz.

¿Pero quién, hijo mío, busca a Dios en el silencio?

 Los hombres en general, y hasta mis ministros, se han aliado a Satanás en la obra de envilecimiento de la dignidad humana. No sólo en envilecerla, se ayudan en destruirla, tanto que ya no se la reconoce.

 El hombre ya no sabe quién es. A tanto ha llegado la obra nefasta del materialismo, engendro de Satanás.

Aquellos que debían empeñar todas las energías posibles para impedir una situación tan dramática, no sólo no lo han hecho, sino que han aceptado aliarse con las tenebrosas potencias del mal, agravando y acelerando el proceso de desintegración de todos los valores espirituales y sobrenaturales que hacían y hacen grande al hombre, criatura libre e inteligente, hecho a imagen y semejanza de Dios.

Hijo mío, ya te dije que la hora de las tinieblas está cerca y que la humanidad conocerá la más tremenda lucha desencadenada en el mundo por el Infierno, el cual hará todo lo que sea preciso para no perder esa victoria que está convencido que tiene en las manos.

 Te he dicho que esta batalla encontrará paralelo sólo en la inmensa lucha combatida en el Cielo entre los hijos de la luz y los de las tinieblas. ¿Vislumbras ahora la razón de esta afirmación mía?

Muchos, aún entre mis consagrados y entre los mismos sucesores de los Apóstoles, no saben que esta hora, ha sido deseada siempre por Satanás con sus legiones, desde la caída de Adán y Eva, la ha deseado ardientemente y buscado con todos los medios a su disposición. Piensa en esta batalla como una revancha segura sobre Dios, sobre Mí, Redentor, sobre la Iglesia, fruto de mi Redención, sobre Mí y mi Iglesia, porque Yo le he arrancado a él la humanidad hecha su esclava.

Que todos sepan

Quiero que todos conozcan los próximos acontecimientos, te lo repito otra vez, como los más graves en la historia del género humano.

Pero ¿por qué no se quieren convencer mientras son evidentes las señales y las advertencias que mi Madre ha dado?

Ahora, cerrando los ojos a la luz, se habla de la Misericordia, ¿Por qué no hablaron de ella antes cuando en Fátima, en Lourdes y en otros lugares esa Misericordia se ha manifestado prodigiosamente para llamar al arrepentimiento y a la oración?

Es presunción rechazar a Dios, y luego hablar de su Misericordia.

La Misericordia de Dios es como un imán; debe encontrar su punto de atracción y no de repulsión.

Yo no quiero la desdicha.

 Someteré la necedad y la maldad humana en una obra de purificación por el triunfo de la Misericordia y de la Justicia.

Quien ha renunciado a la luz para hacerse hijo de las tinieblas no puede tener palabras de verdad y de luz.

Meditare novissima tua et in aeternum non peccabis.

Pero ninguno medita ya, hecha excepción de pocos. Son ilusos, son como muchachos que corretean tras la multicolor mariposa y hecha prisionera, abriendo sus manos se dan cuenta que de la mariposa no ha quedado más que un gusano. Pobre humanidad que cada vez más desilusionada y extraviada no sabe encontrar la recta vía...

Reza hijo mío; te bendigo.

 

 

22 de noviembre de 1975

 

NO HAN ENTENDIDO MUCHO

 

Muchos sacerdotes y hasta algunos sucesores de mis Apóstoles no han entendido mucho de la historia de la humanidad.

Los cristianos poco o nada entienden, pero son menos responsables porque nadie ha provisto a iluminarlos.

¡Pocas son las almas de mis consagrados que poseen la visión exacta de la historia del mundo!

Toda esta historia se basa en la lucha entre Satanás y Dios. Dios es combatido por Satanás y sus legiones en sus criaturas.

Satanás sabe bien que no puede enfrentarse a Dios directamente, entonces, lo combate indirectamente en el género humano.

¿ Qué es, hijo mío, la historia del Misterio de la salvación, sobre la que los teólogos se exprimen el cerebro para encontrar, incluso en este campo, alguna novedad, y se afanan de todas las formas en complicar las verdades reveladas por Mí?

¿Qué han entendido de la simplicidad y profundidad de mi doctrina, es decir, de las Sagradas Escrituras, de mi Evangelio?

¿La historia de la Iglesia qué otra cosa es sino el áspero antagonismo entre el bien y el mal?

Te he dicho hijo, que la historia de la humanidad tiene dos puntos focales:

La creación del hombre con todos sus dones naturales, preternaturales y sobrenaturales. Es importante tener presente esto para entender la gravedad de la caída de los primeros padres. He aquí que Satanás finalmente ha encontrado el objeto sobre el cual desfogar su odio, su veneno, sus desenfrenadas y desesperadas pasiones:

—  el hombre rico hecho pobre

—  el hombre sabio hecho ignorante

—  el hombre fuerte vuelto débil

—  el hombre feliz vuelto infeliz

el hombre inmortal vuelto mortal

No pudiendo Satanás enfrentarse con Dios, ahora puede ensañarse desesperadamente sobre el hombre, sobre todo el género humano.

Cuando después vino a conocer la Encarnación de Mí, Verbo Eterno de Dios, concibió su loco plan de aniquilarme a Mí y a mi Iglesia, y de hacer nulos los frutos de la Redención.

 Necio y perverso plan de guerra. Guerra tejida de innumerables batallas, sirviéndose de todo y de todos los que se prestan a su acción devastadora, a servir a su desenfrenado orgullo.

El segundo punto focal de la historia humana es la Encarnación, Pasión y Muerte de Mí, Hijo de Dios hecho hombre. Es también la pasión, muerte y resurrección de Mi Cuerpo Místico, es decir, de mi Iglesia salida de mi Corazón Misericordioso.

 

Historia auténtica

 

Esta es la auténtica historia del género humano, que se desenvuelve progresivamente, y cuya última página será escrita al fin de los tiempos.

Por lo tanto, es historia en acción, que revela de manera clara la lucha sin tregua entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre el amor y el odio, entre la fe y el ateísmo, entre el gozo y el dolor, entre la luz y las tinieblas.

Detrás del bien, de la luz, de la verdad, del amor está Dios; al contrario, detrás del mal está Satanás.

Ahora, hijo, con infinita amargura se ve cómo por parte de mi Iglesia, por culpa de muchos de mis pastores y sacerdotes, no se ha planeado como se debiera la defensa contra las incansables e insidiosas fuerzas del Infierno, la defensa de los valores de la Redención, y cómo no han sido preparados los medios de defensa contra los asaltos del Enemigo.

Esta es responsabilidad de los pastores y de los sacerdotes que hoy se debaten como si hubieran caído en arenas movedizas. Y aún, mientras la casa arde y el derrumbe está ocurriendo, se pierden en mil actividades improductivas, porque no encuadran la visión real de la situación.

Te confirmo que la guerra en curso desembocará en la más pavorosa batalla jamás combatida hasta ahora sobre la tierra, y que no tiene comparación sino en la batalla celeste de los Angeles rebeldes contra los Angeles de la luz.

Quiero que absolutamente todos sepan lo que no Yo sino los hombres, aliados con Satanás están locamente realizando.

¡No Yo! No a Mí por tanto debe imputarse esta próxima lucha. Yo, Justicia y Misericordia de la maldad de otros sabré sacar una Iglesia nueva y un mundo renovado.

Sabré dar a esta Iglesia y a este mundo un largo período de paz y de justicia.

Sabré salvar de las penas del Infierno a todos aquellos que con humildad y arrepentimiento acojan a tiempo estos mensajes, testimonio de mí amor.

Te bendigo hijo mío, y contigo bendigo a todos aquellos que creerán.

 

 

 

23 de noviembre de l975

 

LAS GRANDES VERDADES

 

De los labios de la Sabiduría ha salido el dicho: "Meditare novissima tua et in aetenum non peccabis".

El Espíritu Santo ha querido poner ante vuestras almas cuatro grandes realidades:

Muerte – Juicio – Infierno – Paraíso.

Por tanto se muere.

La muerte es una realidad concreta, una realidad de la que, indirectamente, hacéis experiencia todos los días: un día haréis también la experiencia personal.

Sin embargo hijo, podrá parecer no cierto pero en realidad nadie se ocupa de ella; se vive más o menos alegremente, como si no se debiera morir.

¿Quién es el que conduce a los hombres, a los cristianos, a los sacerdotes, a olvidar lo dicho por el Espíritu Santo, aquello de reflexionar sobre la muerte, la mordaza de la que ninguno podrá escapar?

¡Es Satanás! Siempre él, que cerca al alma humana con sus astucias y seducciones, con sus mentiras: Sicut leo rugiens quarens quem devoret.[3]

Se os ha puesto en guardia.

Se os ha dicho que ruge, pero no os puede morder si no en el caso de que vosotros os expongáis voluntariamente a sus pasadas.

Sobre este tema disponéis de mucha luz. Las Sagradas Escrituras, las vidas de los Santos y de los Mártires, y toda una historia de luchas tremendas entre el hombre y el Príncipe de las tinieblas. Recordad al Angel de Tobías que libera a Sara, y otros miles de episodios.

 

El Ángel custodio

 

En esta lucha, al lado del hombre, al que Yo no he querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, he puesto un Angel mío, un Angel siempre preparado para intervenir en cualquier momento que es requerido.

Por desgracia la incredulidad hace, sí, que pocos recurran a él.

¡Cuántas veces mis Angeles, vuestros custodios están obligados a la pasividad casi absoluta por la incredulidad de los hombres! ¡Cuántas veces se ven obligados a retirarse para no asistir a la destrucción que el hombre hace de si mismo!

¡Pobre hombre que vas andando a tientas en las tinieblas, cuando Yo te he trazado un camino de luz!...

¿Medios de defensa? ¡Pero si son tantos!

Están los Sacramentos, los Sacramentales, la oración. Pero ningún medio es útil cuando el alma está en la oscuridad, y hoy muchísimas almas están en la más profunda oscuridad. La falta de fe lleva tinieblas a las almas.

 

Si no hacéis penitencia

 

La crisis de fe más grande, desde la creación del hombre hasta hoy, es la actual.

Una formalista costumbre de vida cristiana hace ilusionar a muchos de estar en el camino justo. Algunos sacerdotes creen estar en el camino justo como lo creían los sacerdotes, los escribas y los fariseos en los tiempos en los que Yo estuve en la tierra en mi visible Humanidad.

En todos los tiempos y en todos los lugares la lucha entre el bien y el mal lleva el mismo sello inmutable.

Si la humanidad atea de hoy no se pone en pie y no procura sacudirse el polvo y el humo que le nubla el alma perecerá en gran parte.

No serán los sarcasmos ni las ironías de los pseudo-teólogos y de los sacerdotes insensatos y soberbios, no serán las artes de los manipuladores de corrupción en todos los sectores de la vida privada y pública, lo que evite la ruina que el hombre neciamente esta provocando.

Di fuerte que el tiempo está contado, grítalo fuerte como Jonás: "Si no hacéis penitencia pereceréis".

Dilo fuerte que de Dios no se puede reír impunemente.

Grítalo fuerte que la hora de las tinieblas no es querida por Dios sino por los hombres mismos.

Grítalo fuerte que mi Madre ha hecho mucho para alejar del mundo la catástrofe.

Recuérdales a todos: Lourdes, Fátima y miles de intervenciones muchas veces sofocadas precisamente por obra de aquellos cuya tarea era la de juzgar con mayor objetividad y menor respeto humano. Han tenido miedo del juicio del mundo...

Aquí está su culpa: no la verdad, sino a sí mismos han puesto delante. Y ahora hablan sólo de la Misericordia de Dios y no de sus responsabilidades.

¿También al pronunciarse sobre estos mensajes otra vez más será rechazada la luz?...

Yo los quiero a todos salvos, pero ellos oponen resistencia. Aman la oscuridad. En las tinieblas perecerán.

Tú no temas; continúa siéndome fiel. Estás en Mi Corazón y aquí nadie te podrá tocar, ni siquiera rozar.

Te bendigo, hijo mío; ámame y camina derecho ante Mí. Soy el Camino que muchos se niegan a transitar.

 

 

 

24 de noviembre de 1975

 

LA VOLUNTAD DE DIOS

 

Hijo, escribe cómo quiero Yo a mis obispos, a mis sacerdotes y a mis fieles.

Si los de esta generación no aceptan la transformación de su vida que desde hace tiempo y con tanta insistencia he pedido, entonces me proveeré Yo a la necesaria reforma de vida.

 

A Mí los medios no me faltan; si no se proveen ellos a conformarse a la voluntad divina, proveeré Yo a fin de que el divino querer sea cumplido.

Os maravilláis, al leer en la Biblia de la dureza de corazón de los sacerdotes y de los doctos del pueblo de Israel; pero vosotros no lo sois menos que ellos. ¿Tardos y duros de corazón qué esperáis todavía? ¿No os han bastado los signos que os fueron dados?

Yo quiero a mi Iglesia hecha nueva, purificada de la suciedad de la que está actualmente invadida.

No os engañéis. Os repito que soy el Dios de la Misericordia, pero, de mi Misericordia ¿qué habéis hecho? ¿Por qué no queréis entender que en Mí, Misericordia y Justicia son la misma cosa?

No tenéis el poder de destruir mi Justicia, como tampoco el poder de destruir el Infierno del que ya no queréis oír hablar.

¿Acaso dejo Yo de ser la Misericordia cuando, por Justicia soy obligado a excluir de la Casa de mi Padre a los réprobos, a los impenitentes? ¿Y qué Juez sería Yo si diera el mismo veredicto a los buenos y a los malos?

Entonces, anulada la justicia, según vuestro pecaminoso modo de razonar, se debería anular también el Juicio, tanto particular como universal, y se debería también admitir que la vida terrena no es tierra de exilio, ni tiempo de prueba y las cosas deberían continuar así como están, No habría tampoco la separación del trigo bueno de la cizaña, ni de los réprobos de los justos. Mis enseñanzas estarían infectadas de errores...

 

La voluntad de Dios

 

No, hijo mío, Yo no puedo errar. Os habéis dado tal modelo de vida que contrasta con mi doctrina y con mis ejemplos.

Yo soy el Camino. El que quiera venir detrás de Mi, obispos, sacerdotes, fieles, deben seguirme.

En un anterior mensaje "El camino” se dice claramente: "Yo he iniciado con la humildad, con la pobreza, con la obediencia a mi Padre, usque ad mortem”[4]

"Yo me he adaptado a la divina voluntad del Padre, pero ¿quien trata hoy de cumplir la voluntad de Dios?

Ni siquiera se trata de conocerla.

¿Cómo pues deben ser mis pastores, mis sacerdotes y mis fieles? ¿Pero hay algo más limpio y más claro en mi Evangelio? Sin embargo no ven, oscurecidos por la soberbia o por una y la otra de las dos concupiscencias.

Vengo a la luz de esta vida terrena; mis Ángeles no van a comunicarlo a los poderosos y a los ricos      de la tierra, sino a los pastores, gente humilde y casta, gente justa y honesta.

Los pastores vienen a ofrecerme su saludo, a darme su amor.

Nacido en acto de infinita humildad, alrededor mío he querido a los simples, a los humildes y a los puros de corazón. Así quiero a mis obispos, a mis sacerdotes, a mis fieles, y así serán en la Iglesia purificada.

Mi Padre me ha dado a José como Padre legal, el hombre justo.

¿Qué quiere decir hombre justo? Hombre santo que practica la justicia, hombre humilde, hombre puro.

Pero si los obispos y mis sacerdotes quisieran reflexionar un poco, deberían entender claramente lo que Dios quiere de ellos.

 

Simplicidad y pureza

 

No hablo de mi Madre, Reina de todas las virtudes, de mi Madre que única entre todas las mujeres, y bendita entre todas, fue hecha partícipe (en el modo precisado en mensajes anteriores) de mi Sacerdocio. Ella es por tanto modelo de todas las virtudes para obispos y sacerdotes.

¡Como fue mi Madre, así deberían serían ser todos mis obispos y mis sacerdotes!

Bastaría meditar para aprender.

Entre mis Apóstoles hubo uno particularmente predilecto, Juan. Tuvo las confidencias de mi Corazón misericordioso. La humildad, la simplicidad y la pureza de Juan raptaron mi Corazón.

Entre mis apóstoles otro de corazón soberbio y de espíritu impuro, a pesar de mi Misericordia acabó desesperado en el Infierno. No quiso acoger los impulsos de mi amor y de mi misericordia sino que escuchó la voz insidiosa de las más torpes pasiones.

Y luego, ¿quiénes fueron los santos? Fueron mis verdaderos amigos.

Podría continuar citando mis enseñanzas con relación a esto, para traer a tu memoria hechos y ejemplos pero considero esto suficiente.

Te bendigo, hijo mío. Ofréceme tus sufrimientos para unirlos a los míos para que se haga luz en el espíritu de quien vive en las tinieblas.

 

 

 

25 de noviembre de 1975

 

LA FLOR MÁS BELLA

 

¿Cuál es la flor más bella del Paraíso y de la tierra?

¿Cuál es, hijo mío, la obra más bella de la Creación?

¿Cuál es, hijo mío, lo que mayormente es querido a la Trinidad Divina?

Es el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra Madre, objeto del amor eterno de Dios, Uno y Trino.

Pues bien, de lo que le es más querido a su Corazón, Dios ha querido hacer don a vosotros.

Flor estupenda y fragante, tiene en sí los perfumes de todas las virtudes, flor que no tiene competencia ni en el Cielo ni en la tierra, tanto se separa por su belleza de los Ángeles y de todas las criaturas de la tierra.

Dios la ha mirado a Ella desde siempre, Dios la ha amado y la ha hecho objeto de sus complacencias desde siempre; Dios la ha querido junto a Él para la realización de su infinito proyecto de amor. La ha hecho Corredentora, Madre, Reina, la ha hecho poderosa.

Ante Ella se someten las jerarquías angélicas y las generaciones humanas la llaman Bienaventurada.

Dios ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y después del Hijo, la Madre. Pero los hombres no siempre han demostrado y demuestran haber entendido el don de Dios.

Flor hecha de candor inmaculado, de pureza, de amor, de generosidad. Flor única en el Cielo y en la tierra, nunca habrá otra igual. Ella es la verdadera obra maestra de Dios, comparada con la cual todo está descolorido y todo es poco.

Pues bien, esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites. Los que no admiten esto, porque dicen que no creen en las numerosas intervenciones de Mi Madre en favor de la Humanidad peregrinante en la tierra, no saben lo que es el amor; su corazón es árido, su mente está oscurecida hasta el punto de no ver.

 

No conocéis el Amor

 

Ya te dije que fe, esperanza y amor no pueden estar nunca separadas; son (un poco como las Personas de la Santísima Trinidad) distintas pero unidas por ser una en tres. ¿Cómo podría ser de otra manera? Son virtudes sobrenaturales participadas al alma de todo cristiano por Dios mismo, por lo que el cristiano se hace hijo de Dios, partícipe de Su naturaleza y por tanto semejante a Dios.

Pobres hijos míos, pobres sacerdotes qué mísera vida es la vuestra ¡no conocéis el amor! Qué triste vida es la vuestra; ¡no conocéis la causa motriz de la alegría, de la esperanza! No conocéis la fuerza que hace vencer las pruebas y las dificultades; ¡qué corrupta naturaleza es la vuestra!

Mundo y Demonio ponen continuamente obstáculos en vuestro camino; por eso estáis frecuentemente por los suelos. ¿Porqué estáis intranquilos y rebeldes? Porque donde no hay amor hay resentimiento que degenera, aún en ministros míos, no pocas veces en odio.

No hijos, no hay zonas neutrales o se está en el área del amor infinito de Dios o se está en el área del Enemigo de Dios y del hombre, es decir de Satanás.

Por lo tanto, no creer o incluso sólo dudar de las numerosas intervenciones mías y de mi Madre en favor de la Humanidad (intervenciones siempre realizadas según la necesidad de los tiempos) es como negar la esencia de Dios que es amor, y la realidad de la Flor más bella de la tierra y del cielo, que es el Corazón Inmaculado de mi Madre.

El amor tiende necesariamente al objeto amado, el amor se vuelca sobre el objeto amado. No entender esto es no entender la naturaleza del amor.

Ya he lamentado el comportamiento de la Jerarquía sobre este punto al que no se le ha dado la necesaria importancia. No se ha indagado suficiente ni objetivamente. Los juicios dados por muchos Obispos han estado condicionados por miedos, por temores personales, el miedo a comprometerse etc.. No se ha buscado la verdad, sólo la verdad, despojándola de todo elemento extraño. Siempre el terrible yo aflora en todas las acciones, el miedo a la responsabilidad; en fin, ellos mismos primero, los intereses de Dios y de las almas después...

¡Cuánto tiempo perdido, cuántas almas obstaculizadas, cuántas condenas injustas! ¡De cuánto bien han sido privadas tantas almas! Es tremenda la responsabilidad de los que tienen autoridad de indagar, de juzgar con verdad y justicia y no con cobardía e injusticia. Con mentira se comportan cuando anteponen su propia persona a los verdaderos intereses de Dios. Con injusticia se causa daño a las almas con injustas condenas.

 

Amor sin medida

 

Hijo, quisiera hacerte comprender con una comparación el grandioso plan de amor de tu Señor:

Imagina unos padres que tienen un único hijo al que aman locamente y forma el objeto, la finalidad de su vida. Pues bien, un día se les pide dar ese hijo para salvar de la muerte a otras muchas criaturas humanas.

Estos padres aun amando con un amor indescriptible al hijo, firman ellos mismos su muerte. El hijo, que a su vez ama desmesuradamente a sus padres, consiente sacrificarse por tantos hermanos suyos. Amor sin medida del padre y de la madre por el hijo, amor sin medida del padre y de la madre por los condenados a morir sin el sacrificio del hijo, amor sin medida del hijo por sus padres y por sus hermanos menores que salvar.

El Amor tiende a dar y a darse, Dios ama infinitamente al Hijo y lo da por la salvación de la Humanidad, el Hijo ama infinitamente al Padre y acepta morir por la humanidad.

El Padre celestial y la Virgen aman respectivamente a su Hijo y lo dan por la salvación de los hombres.

El amor del Hijo por el Padre celestial y por los hombres se encuentra en su Corazón misericordioso así como el amor de mi Madre y vuestra por Dios Uno y Trino y por vosotros se encuentra en su Corazón Inmaculado. Pero ¿qué saben de este misterio de amor mis incrédulos sacerdotes?

¡He aquí su aridez espiritual, he aquí porqué no quieren sufrir! El sufrimiento es el alma del amor...

Esto sí lo han entendido las almas víctimas. Pero los sacerdotes ¿qué saben de esto y qué cosa tienen para dar a las almas si están privados del amor?

¿Qué cosa tienen para dar sino a sí mismos? He aquí porqué se buscan siempre a sí mismos, aunque hablan hipócritamente con palabras de amor. Sus palabras rebuscadas serán siempre frías y privadas de cualquier fuerza de penetración. Son unos mercenarios que no hacen nada sin contentarse a sí mismos, que no saben qué cosa quiere decir adecuarse a la voluntad divina, ya que esto exige amor.

Son egoístas. Por fuerza: son orgullo, por lo tanto egoísmo; son mercenarios que en un mañana próximo, cuando los lobos entren en medio de la grey para descuartizar a las ovejas, huirán a millares, dejando detrás de sí sólo ruinas.

Traicionarán a Dios y a los hermanos; no verán sino a sí mismos.

¿Cómo podrían amar si nunca han conocido el amor? Y esto es por culpa de ellos, hijo, por su culpa, porque han dejado caer en el vacío los impulsos de mi Gracia.

Qué tremenda visión, qué zona oscura son estos sacerdotes míos, hijos de mi Iglesia. ¡Cuánto frío y hielo en torno a ellos!

"Qui non diligit manet in morte"[5]. Están sí, en la muerte porque el alma sin amor esta muerta; están en la oscuridad tanto por no ver, como por no creer lo que las almas simples ven y creen; son peso muerto para mi Iglesia, son miembros gangrenados de mi Cuerpo Místico, son un sufrimiento y un daño incalculable para ellos y para las almas. Son sarmientos separados de la vid, son como la higuera maldita que producía sólo hojas y nunca frutos.

¡Pobres hijos! Orgullo y presunción los han hecho perder el camino firme, son incapaces de ascender hacia las conquistas del bien, no tienen la fuerza de subir a la cumbre de la Santa Montaña.

Es necesario despertarlos de ese sueño de muerte por el que están atenazados.

¿Cómo, oh Señor?

“Hijo mío, lo sabes: ¡humildad, oración, y sufrimiento!

Con la humildad se abate la soberbia, con el sufrimiento se enciende el fuego, con la oración se constriñe a Dios a la Piedad y a la Misericordia.

Hijo, he aquí porqué quiero que los Obispos intenten dar vida en las Parroquias a la institución de mis amigos, a la "Pía Unión Amigos de Jesús Eucaristía”. Deben comprender que ésta es una cuestión de fe y de amor. Es mucho más importante que tantas otras actividades encender el fuego del amor, encender los braseros de fe y de caridad.

En todas partes es posible, no importa el número de los que se adhieran, importa que en todas las parroquias, los amigos de Mí presente en el Misterio de la fe y del amor, se conviertan en mis aliados para salvar a las almas en peligro.

Es necesario para que en la hora de las tinieblas que se avecina, las almas de los fieles sepan dónde pueden templarse y alimentarse y tengan un punto seguro para no perderse en la oscuridad de la noche.

Cuesta poco, por eso háganlo mientras tienen tiempo. Ahora basta hijo, quien tenga oídos para oír que oiga.

Te bendigo, ofréceme tus sufrimientos, estáte Conmigo. Esta noche te has desvelado y me has consolado con tu amor.

 

 

 

26 de noviembre de 1975

 

EL ENEMIGO CON EL QUE HAY QUE ENFRENTARSE

 

Yo, Verbo Eterno de Dios, Palabra del Padre, he hablado a los hombres, he anunciado la verdad.

La verdad irradia luz y había necesidad de luz porque las sombras de la muerte habían bajado sobre la humanidad culpable, envolviéndola y aprisionándola como en una mordaza tremenda y venenosa.

La lucha ha tenido inicio pronto. Es la lucha entre luz y tinieblas entre verdad y mentira, entre vida y muerte. Los primeros padres culpables, corren a ocultarse entre la espesura de la vegetación, tienen miedo; sienten la necesidad de cubrirse, tienen vergüenza, advierten los primeros efectos de su culpa.

Pero Yo, Palabra de Dios, Luz del mundo, irradié verdad y luz sobre los progenitores envueltos en tinieblas de muerte, y obtenida su confesión, anuncié la victoria por medio de María: "Has insidiado a la mujer, la mujer te aplastará la cabeza, te arrastrarás sobre la tierra, morderás el polvo y serás maldita entre los animales que pueblan la tierra".

He aquí la guerra en el mundo, he aquí el inicio del duelo sin descanso ni tregua que tendrá su epílogo al final de los tiempos con el Juicio Universal. Aquel será el gran día que consagrará con el sello divino la gran victoria de Mí, Palabra de Dios y Luz del mundo, sobre la mentira.

Vosotros, hijos míos, desde la creación y caída del hombre hasta hoy, no habéis comprendido aún que toda la historia de la humanidad se centra en esta guerra. He dicho: toda la historia de la humanidad. Todos los esfuerzos de las tenebrosas potencias del mal consisten concretamente en esto: desviar del espíritu humano la real visión de esta lucha dramática lucha sin tregua entre Mí, Palabra de Dios hecha Carne, y Satanás con sus legiones.

Toda la historia del Misterio de la Salvación se emperna aquí. La historia del Cuerpo Místico se centra aquí. La historia de la humanidad tiene aquí su razón de ser. Pero ¡que todo esto no sea comprendido por muchos Obispos y por muchos, muchos sacerdotes es paradójico!

 He aquí porqué hemos llegado a esta catastrófica situación. Si los que debieran vigilar no conocen el peligro del que cuidarse ¿a qué cosa se reduce su vigilancia?

 Si los que deben guiar no conocen el camino justo ¿qué guías son?

 Si los que deben combatir no usan las armas adecuadas para vencer están destinados a la derrota.  Así fue al principio, Adán y Eva tenían fuerza y poder en abundancia para vencer la trampa del enemigo, pero eran inexpertos en el modo de defenderse contra el ardid de la mentira, que ellos no conocían.

 

No podéis ignorar

 

Mucho más grave es para vosotros que no podéis ignorar, después de siglos y siglos de esta lucha, de qué carácter es el enemigo al que debéis enfrentaros.

Adán y Eva buscaron una justificación a su culpa; la achacaron al tentador tratando después de haber pecado, de descargar la culpa sobre el adversario.

Así harán muchos obispos y muchos sacerdotes en su vana tentativa de alejar de ellos la responsabilidad. Han tenido y tienen miedo de tomar su responsabilidad. Motivos de prestigio personal les ha hecho ceder al Enemigo, y esto infinidad de veces; primero el prestigio personal, primero la dignidad...

Hechos globos suspendidos en el aire en nombre del prestigio han venido a menos en sus compromisos que debían tener el primer puesto.

Han cedido al respeto humano y a otras mezquindades indignas de un pastor de almas.

¡Han sido los primeros en no usar las armas apropiadas! Humildad, pobreza, sufrimiento, oración... ¿Cómo podrían usarlas los otros? Dirán que han rezado. Pero la oración debía tener el primer lugar y el mayor tiempo, en realidad ha sido relegada al último puesto.

He invitado a sacerdotes y obispos a una confrontación, háganlo antes de que sea demasiado tarde, una confrontación entre su vida y mi vida en la tierra, entre el camino recorrido por ellos y mi camino.      Ahí podrán ver sin peligro de engañarse, la realidad.

Si en verdad tuvieran el valor, debería salir de esta leal comparación todo el pus que tienen dentro.

¿No valen los ejemplos de los grandes obispos? ¿Y para los sacerdotes el Santo Cura de Ars no dice nada? Negado y despreciado pasaba horas y horas orando, pero la Gracia divina en él era tal que convertía hasta las piedras.

No debéis vosotros adaptaros a los tiempos, sino que los tiempos deben adaptarse a vosotros. ¡Qué responsabilidad el haber abdicado de la lucha! Si vosotros sois obispos y sacerdotes, lo sois en virtud de esta lucha. Sin esta lucha no tendríais razón de ser. Y muchos lo ignoran.

Hijo, te bendigo, no temas, mírame y ¡adelante en tu camino hasta el gran encuentro! Entonces las espinas se convertirán en rosas maravillosas desconocidas en la tierra del exilio.

 

 

 

27 de noviembre de l975

 

NO ESTAMOS LEJOS

 

Hijo, me has manifestado tu deseo de conocer y comunicarte con el santo Mártir Octavio, aquí está:

“Soy San Octavio, Mártir romano. Quiero sepas que en el Paraíso no se vive una vida de inercia sino una vida intensamente activa.

En el Paraíso se tiene la plenitud de la vida. Entra dentro de lo normal el deseo de comunicarse entre nosotros; el Cuerpo es único, una sola es la Cabeza; también las actividades, mientras los peregrinos en la tierra no se desvíen en cosas dañinas al cuerpo entero y lesivas de los derechos de todos los miembros, ante todo los de la Cabeza.

Hermano mío, no te ha faltado jamás, desde tu nacimiento y no te faltará hasta el fin de tus días terrenos, la asistencia y ayuda que se nos ha consentido.

Mucho más grande habría sido si más intenso hubiera sido tu deseo de recibirlas y más frecuente tu requerimiento. La Bondad Divina nos ha concedido el encuentro, entonces pongámonos de acuerdo para una colaboración recíproca más fecunda. Es alegría para la Bondad divina y gozo para nosotros, hermano mío, volver nuestras relaciones más íntimas, hacerlas más frecuentes, más confidenciales y sobre todo más fecundas de bien.

¡No estamos lejanos de vosotros, hermano¡ Es un error el pensarlo, somos miembros libres e inteligentes del mismo Cuerpo. La misma Vida divina nos alimenta a nosotros y a vosotros. Es sólo que nosotros os amamos mucho y vosotros nos amáis mucho menos, nos amáis tan poco que os olvidáis de nosotros.

 

La comunión de los santos

 

Pero tú sabes, hermano, que el amor tiende necesariamente a la unión, a la unión perfecta. ¿Cómo se puede volverla fácilmente realizable? No puede realizarse si el amor es unilateral.

¡Hermano mío, dilo a todos que el bien en la tierra podría ser inmenso, incalculable si vosotros, todavía peregrinos, vivierais como nosotros ardientemente deseamos vivir (y lo vivimos en la medida que vosotros lo consentís) el dogma de la Comunión de los Santos!

En el Paraíso no se puede uno entristecer por nada, de otra manera no sería felicidad perfecta, pero si algo nos pudiera entristecer sería ciertamente esto, el haber perdido inmensas posibilidades de bien y haber descuidado una fuente maravillosa de recursos Espirituales y también materiales para el bien personal y social de la Iglesia.

Por bondad divina nos sea concedido encontrarnos y comunicarnos con mayor frecuencia para honor y gloria de nuestro tres veces Santo Dios, Uno y Trino.

 

 

 

27 de noviembre de 1975

 

PEQUEÑAS Y GRANDES COSAS

 

Jesús, antes de darme su bendición como suele cada noche, me ha dicho:

Hijo, ámame, acuérdate que ante Mí nada es grande ni nada es pequeño. Acuérdate que es precisamente en las pequeñas cosas, en las cosas más diminutas donde se demuestra el amarme y amarme ardientemente.

...Aquella sonrisa dada a una persona que te molesta, aquel acto de humildad hecho en el momento justo, aquel acto prontamente retirado, aquella generosidad en responder a los impulsos de mi gracia, aquella puntualidad en el trato con terceros, ese saber escuchar (y podía continuar todavía), son pequeñas y grandes cosas que enriquecen la nobleza del espíritu.

Ellas me dan alegría y son testimonios de un auténtico amor.

Hijo mío, quiero que me ames así. Así harás feliz a tu Jesús.

Quien me es fiel en lo poco, me es y me será fiel en lo mucho.

                                                                                                

 

                            

28 de noviembre de 1975

 

OBRA MAESTRA DE LA TRINIDAD

 

Hijo mío, escribe:

Te he dicho ya cómo quiero a mis sacerdotes aunque me he limitado a las cosas principales.

Ahora quisiera hacerte comprender cómo al sacerdote sensible y atento a las llamadas de la gracia, lo quiero plasmar, naturalmente no sin su consentimiento.

A veces me basta con que no ponga obstáculos a la obra de mi cincel, obra que no sólo enriquece al sacerdote de méritos y de virtudes, sino que lo hace una obra maestra de la divina Trinidad.

De él se deleita el Padre, de él se goza el Espíritu Santo, quien se servirá de sus labios para manifestar la sabiduría que irradiará luz en las almas.

De él está contento su Jesús, que hará de él una cascada de gracias que penetrará las almas con las que esté en contacto.

De él Jesús hará otro Sí mismo, que pasará por el mundo atrayendo hacia sí con la fuerza de la oración, con la potencia del sufrimiento. Como Yo, triunfará en las humillaciones y en las incomprensiones de aquellos que lo rodean.

Hijo, el sacerdote que Yo quiero debe estar atento a mis palabras. El sacerdote que Yo quiero debe estar atento hacia Mí en la donación de todo él mismo a Mí y a los hermanos, como Yo me he dado todo al Padre y todo a vosotros.

El sacerdote, según mi ejemplo, debe ser el hombre de la oración.

 

Árido desierto

 

Hijo mío ¡qué vuelco de situación en mi Iglesia! No se reza o se reza mal, es una oración material.

Por esto no hay más vocaciones. Cómo podría Yo suscitar vocaciones para hacer de ellos no sacerdotes, sino servidores de Satanás, porque ésta es la realidad; muchos sacerdotes en vez de ser mis ministros se han puesto al servicio del Demonio.

Mis verdaderos sacerdotes saben bien que a la oración se le debe dedicar un tiempo considerable; es solamente con la oración y con el sufrimiento, hoy aborrecido, con lo que el sacerdote se vuelve fuerte por la misma fortaleza mía.

El sacerdote que quiero Yo, vive de fe. Es imposible que un sacerdote no sea el hombre de la fe.

¿Pero crees tú que tuviesen fe los que me han abandonado para correr tras los fatuos placeres del mundo? ¿Crees tú que tienen una gran fe todos los que han quedado? No, por desgracia...

¡Qué horrorosa aflicción, qué árido desierto ha creado el Enemigo en mi Iglesia!

El sacerdote que Yo quiero, el sacerdote de la Iglesia purificada para una nueva vida, debe tener en sí, también el fuego del amor. ¿No he venido a la tierra para encender el fuego y qué quiero sino que el fuego arda y se inflame hasta crear un gran incendio? Sin embargo los corazones de algunos pastores y de muchos sacerdotes están hinchados de soberbia y por lo tanto de egoísmo.

El verdadero sacerdote me anhela día y noche a Mí, como el ciervo sediento anhela aguas frescas y limpias.

¿Crees tú que me buscan tantos sacerdotes de esta generación? No, hijo mío, desean el coche, sueñan con el matrimonio, aman los salones, los lugares públicos, algunos incluso los cafés, aman las películas hasta inmorales, se pegan a la televisión.

Algunos tienen corazón para todas las vanidades y comodidades, menos para su Dios. En vez de ¡Dios sobre todas las cosas! ¡Todas las cosas sobre Dios!...

 

No tienen el valor

 

¿Y los Obispos? Algunos de ellos duermen. Si saben, no tienen el valor de echar mano a la segur, y entonces buscan nuevos medios, nuevos caminos. Nuevos caminos no existen, como tampoco existen otros medios fuera de los indicados por Mí, frutos de mi Redención.

Los Obispos, en nombre de la prudencia, continúan cometiendo imprudencias. ¡Cuántas han cometido, con daño gravísimo para las almas y para la Iglesia a la que han sido llamados a presidir!

En nombre de la prudencia duermen porque, en muchos casos, son los miedosos que fingen un amor y un cuidado que no tienen, y una paternidad que, en no pocos casos, no es sincera.

Hay quien obra por cálculo; pero el amor no hace cálculos, el amor marcha en otra dirección,  el amor todo lo supera, todo lo vence y no se pierde en tonterías. El amor es fuego que arde, que quema, que no se detiene.

Lean bien a San Pablo sobre este punto y muchos de ellos deberán admitir que marchan por un camino opuesto, o casi, al indicado por el Apóstol.

Te he dicho, en mensajes anteriores, que Yo quiero a mis sacerdotes santos; ahora te he especificado mejor lo que el sacerdote debe y lo que no debe ser para llegar a ser santo.

Te bendigo, hijo mío. Reza y sufre por la conversión de los sacerdotes.

 


 
 

[1] Hágase.

[2] Ten presente tu fin y jamás cometerás pecado.

[3] Como león rugiente buscando a quién devorar.

[4] Hasta la muerte.

[5] El que no ama permanece en la muerte.

 

 

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Laudetur Jesus Christus.
Et Maria Mater ejus. Amen