San Felipe Benicio, confesor
23 de Agosto

Siglo XIII. Nacen nuevas órdenes religiosas.

El 15 de agosto de 1233, nace Felipe en Florencia, hijo de Jacobo, de la noble familia de los Benizi y de Albanda.

Estudió en Francia y después en Padua, obteniendo el grado de doctor. En septiembre de 1253 regresaba a Florencia, y, lejos de dejarse deslumbrar por las brillantes esperanzas que le lisonjeaban, sus inclinaciones seguían siendo entregarse al Señor. Visitaba con asiduidad la capilla de los servitas del barrio florentino de Cafaggio, donde se venera una imagen de la Virgen pintada por manos de ángeles.

El 16 de abril, jueves de Pascua, deliberando sobre el estado que debería tomar, entró en la abadía de Fiésole. Se celebraba la misa. La epístola del día estaba tomada del libro de los Hechos, donde se narra la conversión del mayordomo de la reina de Etiopía. Al llegar al texto: "El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a este carro" (Act. 8, 29), le pareció que iban dirigidas a él (siendo Felipe su nombre). Marchó a su casa y estuvo en oración hasta la medianoche. En sueños se vio abandonado en un paraje desierto, entre precipicios, rocas escarpadas, lodazales, serpientes y alimañas peligrosas. Atemorizado con tan espantosa representación, empezó a dar gritos, aunque sin volver del rapto. Entonces mostrósele la Virgen con el hábito de los servitas, sobre un carro resplandeciente, rodeada de ángeles y bienaventurados, que le repetía las palabras de la misa: "Felipe, acércate y júntate a este carro." Al día siguiente llamó al convento de Cafaggio, preguntando por el prior, que era Bonfiglio Bonaldi, uno de los siete fundadores de la Orden. El 17 de abril recibió el hábito negro de los hermanos conversos. Como las visitas no le dejaban en paz ni sosiego, fue trasladado al monte Senario, a 13 kilómetros de Florencia. Allí vivió desconocido de todos y, para entregarse con más libertad y sosiego a la oración, pidió residir en una gruta natural, que ahora se conoce con el nombre de "fuente de San Felipe". Un día quiso tentar su virtud una mujer infame. El Santo la despidió con energía y después se tendió largo rato sobre la nieve. Desde entonces toda concupiscencia carnal desapareció de él.

El Santo hubiera sido feliz en aquella vida de trabajo y obscuridad, ocupado solamente en sus deberes de lego y en la contemplación de los dolores de la Virgen. Pero a fines de 1259 fue destinado a Siena, para que atendiese al cuidado de una nueva fundación de la Orden. Por el camino tuvo un encuentro casual con dos padres dominicos, que bien pronto quedaron maravillados por la modestia del converso, tan docto y piadoso. Pareciéndoles que tener bajo el celemín tan gran lumbrera era daño que hacían a su propia Orden y aun a la misma Iglesia, dieron cuenta a sus superiores de las extraordinarias cualidades de Felipe, persuadiéndoles a que tratasen de elevarle al sacerdocio. Aunque el se resistia, consiguieron dispensa de Roma y en el Sábado Santo 12 de abril de 1259 fue ordenado sacerdote. A fin de prepararse tranquilamente, hasta Pentecostés no dijo la primera misa.

En 1262 fue nombrado maestro de novicios y definidor general. Al año siguiente llegó a asistente del padre general y, por fin, el 5 de junio de 1267 fue elegido general de la Orden. Trató por todos los medios de eximirse de tales cargos.

En mayo de 1268 las constituciones de la Orden tomaron por base la regla agustiniana. En agosto del mismo año, en el capítulo general de Pistoya, San Felipe intentó dimitir el generalato; pero le hicieron comprender el daño que causaría su dimisión.

Después de la muerte de Clemente IV, los cardenales hablaron de elegirle Papa. Pero él se escondió hasta que se hizo pública la elección de Gregorio X. En ese tiempo se dió un milagro. Habiéndose secado el manantial que le proveía de agua, dícese que dio tres golpes con su bastón en el suelo, brotando un chorro tan copioso que formó una especie de laguna, que aún lleva el nombre de "Baños de San Felipe", en el monte de Montagrate, y se atribuyen a tales aguas virtudes milagrosas.

Entendió que el Señor le llamaba a extender el culto y singular devoción que profesa su Orden a la Santísima Virgen por otros países.

El papa Gregorio X había aprobado los servitas, pero no por escrito. Vuelto a Italia, en 1276 Felipe nuevamente ejerció su papel de pacificador en Bolonia, Florencia y Pistoya. Decía: "Esto es una Babilonia maldita, donde no reina Jesucristo, sino el impío Nabucodonosor, el demonio, donde vuestras manos cada día sacrifican muchas vidas humanas." El 18 de enero de 1280 la paz fue proclamada y ratificada con solemne juramento en Florencia.

En 1276 la Orden estuvo amenazada de supresión por Inocencio V.

A fines de 1282 el santo en Forli, donde sus predicaciones no fueron del gusto de ciertos jóvenes. Capitaneados por Peregrino Latiosi arremetieron contra él, le desnudaron vergonzosamente y le azotaron, arrojándole de la ciudad. Sin embargo, el propio Latiosi, arrepentido de su acción, volvió a buscar al santo, pidiéndole con toda humildad que le admitiera en su Orden, donde llegó a ser religioso ejemplar.

En 1284 San Felipe recibió en la tercera Orden de las "mantellatas" —así llamadas a causa de su vestido—, a Santa Juliana de Falconieri. A dicha Orden se agregó también una hermana del Santo.

Por aquellos tiempos fundó una casa para arrepentidas en Todi, siendo las dos primeras novicias dos pobres mujeres que quisieron tentarle.

Cayó con fiebre el 15 de agosto de 1285, Asunción de Nuestra Señora, después de haber estado predicando toda la mañana.  Al final pidió el crucifijo. Besándolo tiernamente dijo: "Este es mi libro. Aquí es donde yo he aprendido el camino del cielo." Y aplicándolo al corazón murió en la noche del 22 de agosto de 1285. Para satisfacer la devoción de los fieles su cuerpo estuvo expuesto hasta el día 28, incorrupto y como perfumado, a pesar del calor.

León X beatificó a Felipe Benicio. En 1586 el cardenal Baronio le incluyó en el martirologio romano con el título de "fundador" de los servitas, que no es totalmente exacto.

Fue canonizado por Clemente X en 1671, aunque el acta de canonización no fue promulgada hasta Benedicto XIII en 1724. Inocencio XII, en 1694, le incluyó en el calendario litúrgico de la Iglesia universal.