«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»
- San Agustín

¿Quién lo ha creado todo? ¿Quién te ha creado a ti mismo? ¿Qué son todas estas criaturas? ¿Quién eres tú? ¿Y cómo decir qué es el que ha creado todo esto? Para decirlo, hace falta que tu pensamiento lo conciba: qué tu pensamiento se vuelva hacia él, acercate a él. Para ver bien algo, te acercas a eso... Pero Dios es percibido sólo por el espíritu, se le obtiene sólo por el corazón. ¿Y dónde está este corazón por el cual se puede ver a Dios? "Dichosos los corazones puros, verán a Dios" (Mt 5,8)...

Leemos en un salmo: "Acercáos y seréis iluminados" (Sal. 33,6 tipos de Vulg). Para acercarse y ser iluminado, hace falta que detestes las tinieblas... Eres pecador, debes volverte justo; pero no podrás recibir la justicia si el mal todavía te gusta. Destrúyelo en tu corazón y purifícalo; caza el pecado de tu corazón donde quiere venir a vivir al que quieres ver. El alma humana, nuestro " hombre interior " (Ef 3,16), se acerca a Dios tanto como puede, nuestro hombre interior que ha sido recreado a imagen de Dios, él que ha sido creado a imagen de Dios (Gn 1,26) pero que se alejó de Dios en la desemejanza.

Cierto, no es en el tiempo donde nos acercamos o alejamos de Dios: si no te pareces más a él, te apartas de Dios; si te le pareces, tú te acercas a él. Mira pues cómo el Señor quiere que nos acerquemos: nos hace primero semejantes a él para que podamos estar cerca de él. Nos dice: "Sed como vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y deja caer la lluvia sobre justos e injustos". Aprende pues a amar a tu enemigo (Mt 5,44-45). A medida que esta caridad crece en ti, te devuelve y te reforma a semejanza de Dios; y cuanto más te acercas a esta semejanza avanzando en amor, más comienzas a sentir la presencia de Dios. ¿Pero a quién sientes? ¿Al que viene hacia ti o a aquel al cuál tú vuelves? Él jamás se alejó de ti; eres tú quien se ha alejado de él.

San Agustín (354-430) Discurso sobre los salmos, Salmo 99, §5



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