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SOBRE SAN JOSE EN LOS DOCUMENTOS DE LOS PONT�FICES

Exhortaci�n Apost�lica del Papa Juan XXIII promulgada el 19 de Marzo de 1961

Venerables Hermanos y queridos hijos:

1. Las voces que de todos los puntos de la tierra Nos llegan, como expresi�n de alegre esperanza y deseos por el feliz �xito del Concilio Ecum�nico Vaticano II, impulsan cada vez m�s Nuestro �nimo a sacar provecho de la buena disposici�n de tantos corazones sencillos y sinceros, que con amable espontaneidad se vuelven a implorar el auxilio divino para acrecentamiento del fervor religioso, para clara orientaci�n pr�ctica en todo lo que la celebraci�n conciliar supone y nos promete incremento de la vida interior y social de la Iglesia y de renovaci�n espiritual de todo el mundo.

Y ved c�mo nos encontramos ahora, al aparecer la nueva primavera de este a�o y ante la proximidad de la Sagrada Liturgia Pascual, con la humilde y amable figura de San Jos�, el augusto esposo de Mar�a, tan querido a la intimidad de las almas m�s sensibles a los atractivos de la asc�tica cristiana y de sus manifestaciones de piedad religiosa, contenidas y modestas, pero tanto m�s agradables y dulces.

En el culto de la Santa Iglesia, Jes�s, Verbo de Dios hecho hombre, pronto tuvo su adoraci�n incomunicable como esplendor de la substancia de su Padre, que se irradia en la gloria de los Santos. Mar�a, su madre, le sigui� muy de cerca ya desde los primeros siglos, en las representaciones de las catacumbas y de las bas�licas, piadosamente venerada como sancta Mar�a mater Dei. En cambio, San Jos�, fuera de alg�n brillo de su figura que aparece alguna vez en los escritos de los Padres, permaneci� siglos y siglos en su caracter�stico ocultamiento, casi como una figura decorativa en el cuadro de la vida del Salvador.

Y hubo de pasar alg�n tiempo antes de que su culto penetrase de los ojos, al coraz�n de los fieles y de �l sacasen especiales lecciones de oraci�n y confiada devoci�n. Estas fueron las alegr�as fervorosas, reservadas a las efusiones de la edad moderna -�cu�n abundantes e impresionantes!-, y entre ellas nos ha complacido especialmente fijarnos en un aspecto muy caracter�stico y significativo.

SAN JOS� EN LOS DOCUMENTOS DE LOS PONT�FICES DEL SIGLO PASADO

2. Entre los diferentes postulata que los Padres del Concilio Vaticano I, al reunirse en Roma (1869-1870), presentaron a P�o IX, los dos primeros se refer�an a San Jos�. Ante todo, se ped�a que su culto ocupase un lugar m�s preeminente en la Sagrada Liturgia; llevaba la firma de ciento cincuenta y tres Obispos. El otro, suscrito por cuarenta y tres Superiores generales de Ordenes religiosas, suplicaba la proclamaci�n solemne de San Jos� como Patrono de la Iglesia universal1.

P�O IX

3. P�o IX acogi� con alegr�a ambos deseos. Desde el comienzo de su pontificado (10 de diciembre de 1847) fij� la fiesta y rito del patrocinio de San Jos� en la dominica III despu�s de Pascua. Ya desde 1854, en una vibrante y devota alocuci�n, se�al� a San Jos� como la m�s segura esperanza de la Iglesia, despu�s de la Sant�sima Virgen; y el 8 de diciembre de 1870, en el Concilio Vaticano I, interrumpido por los acontecimientos pol�ticos, aprovech� la feliz coincidencia de la fiesta de la Inmaculada para proclamar m�s solemne y oficialmente a San Jos� como Patrono de la Iglesia universal y elevar la fiesta del 19 de marzo a rito doble de primera clase 2.

Fue aquel -el del 8 de diciembre de 1870- un breve pero gracioso y admirable Decreto "Urbi et Orbi" verdaderamente digno del "Ad perpetuam rei memoriam", el que abri� un manantial de riqu�simas y preciosas inspiraciones a los Sucesores de P�o IX.

LE�N XIII

4. Y he aqu�, por cierto, al inmortal Le�n XIII, que en la fiesta de la Asunci�n en 1889 publica la carta Quanquam pluries3, el documento m�s amplio y denso que un Papa haya publicado nunca en honor del padre putativo de Jes�s, ensalzado en su luz caracter�stica de modelo de los padres de familia y de los trabajadores. All� comenz� la hermosa oraci�n: A vos, bienaventurado San Jos�, que impregn� de tanta dulzura nuestra ni�ez.

SAN P�O X

5. El Sumo pont�fice P�o X a�adi� a las manifestaciones del Papa Le�n XIII otras muchas de devoci�n y amor a San Jos�, aceptando gustosamente la dedicatoria, que se le hizo, de un tratado que expone su culto4; multiplicando el tesoro de las Indulgencias en el rezo de las Letan�as, tan queridas y dulces de recitar. �Qu� bien suenan las palabras de esta concesi�n!

Sanctissimus Dominus Noster Pius X inclytum patriarcham S. Joseph, divini Redemptoris patrem putativum, Deiparae Virginis sponsum purissimum et catholicae Ecclesiae potentem apud Deum Patronum -y observad la delicadeza de sentimiento personal- cuius glorioso nomine e nativitate decoratur, peculiari atque constante religione ac pietate complectitur5; y las otras, con que anunci� el motivo de nuevas gracias concedidas: ad augendum cultum erga S. Joseph, Ecclesiae universalis Patronum 6.

BENEDICTO XV

6. Al estallar la primera gran guerra europea, mientras los ojos de P�o X se cerraban a la vida de este mundo, he aqu� que surge providencialmente el Papa Benedicto XV y pasa como astro ben�fico de consuelo universal por los a�os dolorosos de 1914 a 1918. Tambi�n �l se apresur� pronto a promover el culto del Santo Patriarca.

En efecto, a �l se debe la introducci�n de dos nuevos prefacios en el Canon de la Misa: el de San Jos� y el de la Misa de Difuntos, uniendo ambos felizmente en dos decretos del mismo d�a, 9 de abril de 1919 7, como invitando a una uni�n y fusi�n de dolor y consuelo entre las dos familias: la celestial de Nazaret y la inmensa familia humana afligida por universal consternaci�n a causa de las innumerables v�ctimas de la guera devastadora. �Qu� triste, pero al mismo tiempo qu� dulce y feliz uni�n: San Jos� por una parte y el signifer sanctus Michael por otra, ambos en trance de presentar las almas de los difuntos al Se�or in lucem sanctam!

Al a�o siguiente, 25 de julio de 1920, el Papa Benedicto XV volv�a sobre el tema en el cincuentenario, que se preparaba entonces, de la proclamaci�n -llevada a cabo por P�o IX- de San Jos� como Patrono de la Iglesia universal y a�n volvi� sobre ello iluminando con doctrina teol�gica por el "Motu proprio" Bonum sane 8, que respiraba, todo �l, amor y confianza singular. �Oh, c�mo resplandece la humilde y benigna figura del Santo, que el pueblo cristiano invoca como protector de la Iglesia militante, en el momento mismo de brotar sus mejores energ�as espirituales e incluso de reconstrucci�n material despu�s de tantas calamidades y como consuelo de tantos millones de v�ctimas humanas abocadas a la agon�a y para las cuales el Papa Benedicto XV quiso recomendar, a los Obispos y a las numerosas asociaciones piadosas esparcidas por el mundo, implorasen la intercesi�n de San Jos�, patrono de los moribundos!

P�O XI Y P�O XII

7. Siguiendo las mismas huellas, que recomiendan la fervorosa devoci�n al Santo Patriarca, los dos �ltimos Pont�fices, P�o XI y P�o XII -ambos de cara y venerable memoria- continuaron con viva y edificante fidelidad evocando, exhortando y elevando.

Cuatro veces por lo menos P�o XI en solemnes alocuciones, al exponer la vida de nuevos Santos y con frecuencia en las fiestas anuales del 19 de marzo -por ejemplo en 19289 y luego en 1935 y aun en 1937- aprovech� la oportunidad para ensalzar las variadas luces que adornan la fisonom�a espiritual del Custodio de Jes�s, del cast�simo esposo de Mar�a, del piadoso y modesto obrero de Nazaret y patrono de la Iglesia universal, poderoso amparo en la defensa contra los esfuerzos del ate�smo mundial empe�ado en la ruina de las naciones cristianas.

8. Tambi�n P�o XII, siguiendo a su antecesor, observ� la misma l�nea e igual forma en numerosas alocuciones, siempre tan hermosas, vibrantes y acertadas; por ejemplo, cuando el 10 de abril de 194010 invitaba a los reci�n casados a ponerse bajo el manto seguro y suave del Esposo de Mar�a; y en 194511 invitaba a los afiliados a las Asociaciones Cristianas de trabajadores a honrarle como a sublime dechado e invicto defensor de sus filas; y diez a�os despu�s, en 195512, anunciaba la instituci�n de la fiesta anual de San Jos� artesano. De hecho, esta fiesta, de tan reciente instituci�n, fijada para el primero de mayo, viene a suprimir la del mi�rcoles de la segunda semana de Pascua, mientras que la fiesta tradicional del 19 de marzo se�alar� desde hoy en adelante la fecha m�s solemne y definitiva del Patrocinio de San Jos� sobre la Iglesia universal.

El mismo Padre Santo, P�o XII, tuvo muy a bien adornar como con una precios�sima corona el pecho de San Jos� con una fervorosa oraci�n propuesta a la devoci�n de los sacerdotes y fieles de todo el mundo, enriqueciendo su rezo con copiosas indulgencias. Una oraci�n de car�cter eminentemente profesional y social, como conviene a cuantos est�n sujetos a la ley del trabajo, que para todos es "ley de honor, de vida pac�fica y santa, preludio de la felicidad inmortal". Entre otras cosas, se dice en ella: "Sednos propicio, �oh San Jos�!, en los momentos de prosperidad, cuando todo nos invita a gustar honradamente los frutos de nuestro trabajo, pero sednos propicio, sobre todo, y sostenednos en las horas de la tristeza, cuando parece como si el cielo se cerrase sobre nosotros y hasta los instrumentos del trabajo parecen caerse de nuestras manos"13.

19 DE MARZO: FECHA DEFINITIVA PARA LA FIESTA DEL PATROCINIO

9. Venerables Hermanos y queridos hijos: Estos recuerdos de historia y piedad religiosa Nos pareci� oportuno proponerlos a la devota consideraci�n de vuestras almas formadas en la delicadeza del sentir y vivir cristiano y cat�lico, precisamente en esta coyuntura del 19 de marzo, en que la festividad de San Jos� coincide con el comienzo del tiempo de Pasi�n y nos prepara a una intensa familiaridad con los misterios m�s conmovedores y saludables de la Sagrada Liturgia.

Las prescripciones, que mandan velar las im�genes de Jes�s Crucificado, de Mar�a y de los Santos durante las dos semanas que preparan la Pascua, son una invitaci�n a un recogimiento �ntimo y sagrado en las comunicaciones con el Se�or por la oraci�n, que debe ser meditaci�n y s�plica frecuente y viva. El Se�or, la Sant�sima Virgen y los Santos esperan nuestras confidencias; y es muy natural que �stas se inclinen hacia lo que mejor conviene a las solicitudes de la Iglesia cat�lica universal.

EXPECTACI�N DEL CONCILIO ECUM�NICO

10. En el centro y en el lugar preeminente de estas solicitudes est�, sin duda, el Concilio Ecum�nico Vaticano, cuya expectaci�n est� ya en los corazones de cuantos creen en Jes�s Redentor, pertenecen a la Iglesia Cat�lica nuestra Madre o a alguna de las diferentes confesiones separadas de ella, aunque deseosas -por parte de muchos- de volver a la unidad y a la paz, seg�n la ense�anza y oraci�n de Cristo al Padre celestial.

Es muy natural que esta evocaci�n de las palabras de los Papas del siglo pasado est� encaminada a promover la cooperaci�n del mundo cat�lico en el feliz �xito del gran prop�sito de orden, de elevaci�n espiritual y de paz a que est� llamado un Concilio Ecum�nico.

EL CONCILIO, AL SERVICIO DE TODAS LAS ALMAS

11. Todo es grande y digno de ser destacado en la Iglesia, tal y como la instituy� Jes�s. En la celebraci�n de un Concilio se re�nen en torno a los Padres las m�s distinguidas personalidades del mundo eclesi�stico, que atesoran excelsos dones de doctrina teol�gica y jur�dica, de capacidad de organizaci�n y de elevado esp�ritu apost�lico. Esto es el Concilio: el Papa en la cumbre; en torno suyo y con �l, los Cardenales, Obispos de todo rito y pa�s, doctores y maetros competent�simos en los diferentes grados y en sus especialidades.

Pero el Concilio est� destinado a todo el pueblo cristiano, que est� interesado en �l en virtud de aquella circulaci�n m�s perfecta de gracia, de vitalidad cristiana, que haga m�s f�cil y libre la adquisici�n de los bienes verdaderamente preciosos de la vida presente, y asegure las riquezas de los siglos eternos.

Todos, pues, est�n interesados en el Concilio: eclesi�sticos, y seglares, grandes y peque�os de todas las partes del mundo, de todas las clases, razas y colores; y si se piensa en un protector celestial para impetrar de lo alto, en su preparaci�n y desarrollo, esa virtus divina, que parece destinado a marcar una �poca en la historia de la Iglesia contempor�nea, a ninguno de los celestiales patronos puede confi�rsele mejor que a San Jos�, cabeza augusta de la Familia de Nazaret y protector de la Santa Iglesia.

12. Escuchando de nuevo, como un eco, las palabras de los Papas de este �ltimo siglo de nuestra historia, como nos ocurre a Nos, �c�mo Nos conmueven todav�a los acentos caracter�sticos de P�o XI, incluso por aquella manera suya reflexiva y tranquila de expresarse! Tales palabras nos vienen al o�do, precisamente de un discurso pronunciado el 19 de marzo de 1928 con una alusi�n que no supo, no quiso silenciar en honor de San Jos� querido y bendito, como le gustaba en invocarle.

"Es sugestivo -dec�a- contemplar de cerca y ver c�mo resplandecen una junto a otra dos magn�ficas figuras que aparecen unidas en los comienzos de la Iglesia: en primer lugar, San Juan Bautista, que se presenta desde el desierto unas veces con voz de trueno, otras con humilde afabilidad y otras como le�n rugiente o como amigo que se goza con la gloria del esposo y ofrece a la faz del mundo la grandeza de su martirio. Luego, la robust�sima figura de Pedro, que oye del Maestro Divino las magn�ficas palabras: Id y ense�ad a todo el mundo, y a �l personalmente: T� eres Pedro y sobre esta piedra edificar� mi Iglesia. Misi�n grande, divinamente fastuosa y clamorosa".

As� habl� P�o XI y luego prosegu�a muy acertadamente: "Entre estos grandes personajes, entre estas dos misiones, ved aparecer la persona y la misi�n de San Jos�, que pasa, en cambio, recogida, callada, como inadvertida e ignorada en la humildad, en el silencio; silencio, que s�lo deb�a romperse m�s tarde, silencio al que deb�a suceder el grito, verdaderamente fuerte, la voz y la gloria por los siglos"14.

�Oh San Jos�, invocado y venerado como protector del Concilio Ecum�nico Vaticano II!

Venerables Hermanos e hijos de Roma, Hermanos e hijos queridos de todo el mundo: Aqu� es donde dese�bamos llevaros, al enviaros esta Carta apost�lica precisamente el 19 de marzo, cuando con la celebraci�n de San Jos�, Patrono de la Iglesia universal, vuestras almas pod�an sentirse movidas a mayor fervor por una participaci�n m�s intensa de oraci�n, ardiente y perseverante por las solicitudes de la Iglesia maestra y madre, docente y directora de este extraordinario acontecimiento del Concilio Ecum�nico XXI y Vaticano II, del que se ocupa la prensa p�blica mundial con vivo inter�s y respetuosa atenci�n.

Sab�is muy bien que se trabaja activamente en la primera fase de la organizaci�n del Concilio con tranquilidad operante y consoladora. Por centenares se suceden en la Urbe prelados y eclesi�sticos distinguid�simos, procedentes de todos los pa�ses del mundo, distribuidos en diversas secciones muy ordenadas, cada una entregada a su noble trabajo siguiendo las valiosas indicaciones contenidas en una serie de imponentes vol�menes que encierran el pensamiento, la experiencia, las sugerencias recogidas por la inteligencia, la prudencia, el vibrante fervor apost�lico de lo que constituye la verdadera riqueza de la Iglesia cat�lica en lo pasado, en lo presente y en lo futuro. El Concilio Ecum�nico s�lo exige para su realizaci�n y �xito, luz de verdad y de gracia, disciplinado estudio y silencio, serena paz de las mentes y corazones. Esto, en lo que toca a nuestra parte humana.

De lo alto viene el auxilio divino que el pueblo cristiano debe pedir cooperando intensamente con la oraci�n, con un esfuerzo de vida ejemplar que preludie y sea prueba de la disposici�n bien decidida, por parte de cada uno, de aplicar, despu�s, las ense�anzas y directrices que ser�n proclamadas cuando felizmente termine el gran acontecimiento que ahora lleva ya un camino prometedor y feliz.

Venerables Hermanos y queridos hijos: El pensamiento luminoso del Papa P�o XI, del 19 de marzo de 1928, nos acompa�a todav�a. Aqu�, en Roma la sacrosanta Catedral de Letr�n resplandece siempre con la gloria del Bautista; pero en el templo m�ximo de San Pedro, donde se veneran preciosos recuerdos de toda la Cristiandad, tambi�n hay un altar para San Jos�, y Nos proponemos con fecha de hoy, 19 de marzo de 1961, que este altar de San Jos� revista nuevo esplendor, m�s amplio y solemne, y sea el punto de convergencia y piedad religiosa para cada alma, y para innumerables muchedumbres. Bajo estas celestes b�vedas del templo Vaticano, es donde se reunir�n en torno a la Cabeza de la Iglesia las filas que componen el Colegio Apost�lico provenientes de todos los puntos del orbe, incluso los m�s remotos, para el Concilio Ecum�nico.

�Oh, San Jos�! Aqu�, aqu� est� tu puesto de Protector universalis Ecclesiae. Hemos querido ofrecerte a trav�s de las palabras y documentos de Nuestros inmediatos Predecesores del �ltimo siglo, desde P�o IX a P�o XII, una corona de honor como eco de las muestras de afectuosa veneraci�n que ya surgen de todas las Naciones cat�licas y de todos los pa�ses de misi�n. S� siempre nuestro protector. Que tu esp�ritu interior de paz, de silencio, de buen trabajo y de oraci�n, para servicio de la Santa Iglesia, nos vivifique siempre y alegre en uni�n con tu Esposa bendita, nuestra dulc�sima e Inmaculada Madre, en el solid�simo y dulce amor de Jes�s, rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos. �As� sea!

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 19 de marzo de 1961, tercer a�o de Nuestro Pontificado.

[1] Acta et Decreta Sacrorum Conciliorum recentiorum.- Collectio Lacensis 7, 856-857.

[2] Decr. Quemadmodum Deus 8 dec. 1870 Acta Pii IX P. M. 5 (Roma, 1873) 282.

[3] Acta Leonis XIII P. M. (Roma, 1880), 178-180.

[4] Ep�stola ad R. P. A. L�picier O. S. M., 12 febr. 1908: Acta Pii X P. M. (Roma, 1914), 168-169.

[5] A. A. S. 1 (1909), 220.

[6] Decr. S. Congr. Rit. 24 iul. 1911 A. A. S. 3 (1911), 351.

[7] A. A. S. 11 (1919), 190-191.

[8] 25 iul. 1920 A. A. S. 12 (1920), 213.

[9] Discorsi de Pio XI. S. E. I. 1 (1922-1928) 779-780.

[10] Disc. e Rad, 2, 65-69.

[11] Ibid. 7, 5-10.

[12] Ibid. 17, 71-76.

[13] Ibid. 20, 535.

[14] Discorsi di Pio XI, 1, 780.


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