Ebionismo

Esta herejía procede, en el siglo primero, de la influencia de los judaizantes (deseaban interpretar el cristianismo según el judaísmo sin tomar en cuenta correctamente la plenitud de la revelación en Cristo). Llamados ebionitas, también llamados nazarenos a causa de su ideal de vida pobre y que, tomando como base un rígido monoteísmo unipersonal, negaron la divinidad de Cristo por ser incapaces de concebir una única sustancia divina en varias personas.

Los ebionitas se extendieron desde Persia hasta Siria. Utilizaban un evangelio especial, llamado "Evangelio de los hebreos", sobre cuya identidad precisa discuten en la actualidad los estudiosos. La herejía de los ebionitas afirmaba que Cristo no es Dios, sino un simple hombre; las corrientes más moderadas, en cambio, admitían también su origen divino.

Rechazaban las enseñanza de San Pablo y lo consideraban un apóstata por haber traicionado el hebraísmo al haber colocado las enseñanza de Cristo por encima de la ley mosaica. Muchos ebionitas asumieron errores provenientes del gnosticismo, entre ellos Cerinto.

Cerinto, probablemente un egipcio judío, sostuvo, asumiendo elementos gnósticos, que el mundo no había sido creado por el Dios omnipotente, quien transcendía todo lo existente, sino por un demiurgo inferior a Él que sería el Cristo. Él aceptaba solamente el Evangelio según San Mateo y sostenía que Jesús era un ser humano nacido de María y José, que había recibido al "Cristo" en el bautismo como un tipo de virtud divina que le revelaba a Dios y le daba el poder de hacer milagros; esta virtud se apartó de su cuerpo en el momento de su muerte.

Las ideas de Cerinto y sus seguidores fueron rechazadas por la Iglesia. Según San Ireneo en su Adversus omnes Haereses, San Juan escribió su Evangelio para refutar los numerosos errores sostenidos por Cerinto.

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