Alimentación e Hidratación de enfermos

El suministro de alimento y agua (por vías naturales o artificiales) al paciente es considerado un medio "ordinario y proporcionado" para la conservación de vida. Por lo tanto es moralmente obligatorio suministrar alimento y agua al paciente en la medida y mientras se demuestre que cumple su finalidad de hidratar y nutrir al paciente.

Ver: 
Respuestas a algunas preguntas de la Conferencia Episcopal Estadounidense Sobre la alimentación e hidratación artificiales  -Congregación para la doctrina de la fe, 1 Agosto, 2007.


Por qué debemos Dar Agua y Comida a Pacientes en el Lecho de Muerte
Dr. Luis E Raez 

Existe una controversia muy grande hoy en día en Norteamérica y otras partes del mundo cuando hablamos de la alimentación de pacientes moribundos. Es de “sentido común” para muchos de nosotros, especialmente los cristianos, el dar de comer a los más enfermos porque lo consideramos un acto de amor, compasión y misericordia. Sin embargo es cada vez más frecuente que profesionales de la salud de EEUU y otras partes del mundo digan a los familiares que la hidratación y nutrición son inútiles, promoviendo así el que se deniegue este beneficio al moribundo. De acuerdo a estos profesionales, el hidratar o dar de comer a un moribundo sólo incrementa la probabilidad de complicaciones médicas y no beneficia al paciente. 

A continuación vamos a hacer una revisión de esta importante controversia.

Cuando hablamos de nutrición nos referimos generalmente a la alimentación de los pacientes por la boca. Sin embargo es muy frecuente que los pacientes moribundos no sólo no puedan alimentarse por sí solos sino que también tengamos que alimentarlos con sondas en el estómago, o a veces administrarles nutrición endovenosa (por las venas). Es obvio que siempre es preferible que los pacientes usen la vía oral primero, pero si no es posible se debe tratar la vía estomacal y, por último, la vía endovenosa, ya que las dos últimas traen complicaciones médicas.

Cuando hablamos de hidratación nos referimos igualmente a la posibilidad de dar fluidos por la boca preferentemente, pero a veces no queda otra opción que usar las sondas o la vía endovenosa.

Legalmente en los Estados Unidos es posible desconectar la nutrición y la hidratación en los pacientes moribundos. Debemos recordar que algo puede ser legal sin ser necesariamente bueno o moralmente aceptable. Estos precedentes legales fueron establecidos a raíz de los casos de Quinlan (1976) y Cruzan (1990) donde la Corte Suprema permitió que se negara la alimentación y nutrición a enfermos terminales y, sin ir muy lejos, en 2005 Terri Schiavo fue desconectada del tubo de nutrición que tenía en el estómago y se la dejó morir sin ninguna hidratación o nutrición con autorización judicial.

Hoy en día la controversia en torno a los pacientes moribundos empieza cuando los médicos, enfermeras o familiares cuestionan la necesidad de alimentar al paciente ya que “de todas maneras se va a morir pronto”. Esto puede ser que ocurra en horas o en días. Existe también la creencia de que quitar la alimentación e hidratación a un paciente moribundo es un acto de "misericordia" ya que así se le deja morir en paz, “morirá más rápido y sufrirá menos”.  Respecto al paciente, hay veces que están tan enfermos que no sienten hambre o sed, pero con frecuencia sí las sienten, y su necesidad aumenta si no les proveemos la alimentación o los fluidos. 

Creo que todos estamos de acuerdo en que no nos gustaría morir sintiendo hambre y sed por horas o días. Entonces nosotros como familiares o amigos de estos pacientes terminales, como  cristianos comprometidos, debemos de decidir cuál es la postura más adecuada para estas circunstancias.

Los cristianos estamos de acuerdo que es moralmente lícito el no usar procedimientos invasivos y agresivos en pacientes moribundos ya que estos sólo prolongarían el sufrimiento de los pacientes y no dan resultado. Estos incluyen la resucitación cardiorespiratoria, el uso de ventiladores, las transfusiones de sangre o el uso de hemodiálisis entre otros. Generalmente en Estados Unidos se le pide a los pacientes en extrema gravedad o con enfermedades incurables que declaren su voluntad (“Living will” o “testamento de vida”) sobre el uso de estos tratamientos, sobretodo resucitación cardiopulmonar en el caso de que lo necesiten. La idea es evitar el uso de procedimientos innecesarios, invasivos y agresivos que prolonguen inútilmente la vida de los pacientes, causen más sufrimiento a ellos o las familias, y que se les deje morir en paz.

Sin embargo para los cristianos la hidratación y la alimentación de los pacientes terminales es un signo de amor, compasión y misericordia, y no consideramos que estén incluidos en la lista de procedimientos extraordinarios, por lo cual nos oponemos a dejar morir a los pacientes sin comida o fluidos. Puede ser cierto, como dicen algunos, que el uso de fluidos y alimentos no beneficie al paciente en el sentido de que no cura la enfermedad ni le prolonga la vida. Pero cuando alimentamos o hidratamos a nuestros seres queridos en el lecho de muerte no estamos buscando solucionar los problemas que la medicina no ha podido hacer. Simplemente estamos aliviando su sensación de hambre y sed, demostrándole cariño y dándole compañía en el lecho de muerte. Para la familia, el alimentar o dar agua al moribundo también constituye un signo de amor ya que le da la tranquilidad de poder ayudar en todo lo posible y en los últimos momentos de vida a sus seres queridos.

Durante su magisterio Juan Pablo II fue muy específico y concreto a este respecto. El claramente estableció que era un acto de compasión cristiana el dar de comer y beber a los enfermos y que no era moralmente correcto dejarlos morir de hambre o de sed (ver documentos)

Con los avances de la tecnología y medicina aumenta el debate sobre estos temas, por lo que es importante no sólo estar enterados de este asunto si no el tener una posición al respecto. Como dijimos más arriba la iglesia no tiene objeción a la renuncia voluntaria del uso de medios desproporcionados y extraordinarios con pacientes moribundos. Ej.: Al no usar una máquina de ventilación en los últimos días u horas de su vida, estamos “dejando morir” al paciente (que es muy diferente de “eutanasia” que consiste en directamente actuar con el propósito de acelerar la muerte del paciente) permitiendo que se ejerza la voluntad de Dios que quiere llevarse ya a esa persona. Pero dejar morir de hambre o de sed o hacer algo que acelere la muerte (darle alguna medicina o hacer un procedimiento que se considere eutanasia) sería un acto inmoral y anticristiano.

  El Dr. Luis E. Ráez es American Board Certified en Medicina Interna y Oncología Médica, y trabaja como profesor asociado en la División de Hematología Clínica y Oncología Médica del departamento de Medicina de la Universidad de Miami, donde también es Director de  las Clínicas de Hematología y Oncología Médica. El Dr. Ráez se dedica a la investigación de nuevos tratamientos contra el cáncer y tiene diversas publicaciones científicas en la materia así como numerosas presentaciones en conferencias a nivel nacional e internacional. El Dr. Raez tiene un interés muy particular por la ética médica y ha tenido ocasión de escribir numerosos trabajos y artículos en temas de ética médica así como presentaciones en radio y televisión. 

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